América

Cráneos decapitados en medio de la calle: imágenes del horror que vive Haití

La violencia de las bandas, con episodios como la masacre de 115 personas en el centro del país, sume a la isla en el caos

Frances Robles / The New York Times
y Frances Robles / The New York Times

Pourt-au-PrinceSi los coches quemados, las escuelas acribilladas a tiros y los edificios derribados en el centro de Puerto Príncipe no eran suficiente evidencia de los hechos terribles que han ocurrido aquí, alguien ha querido dejar un atisbo aún más horrible: calaveras en plena calle. Un jefe humano sujetado con un palo y otro en el suelo a su lado frente a una oficina gubernamental quería ser un mensaje amenazante de las bandas criminales a los agentes de policía de Kenia y Haití que intentan restablecer el orden en Haití: "Cuidado, nosotros somos quienes gobernamos estas calles".

Un agente de policía keniano, con chaleco antibalas y casco en un vehículo blindado estadounidense, tomó una fotografía con el móvil, mientras otro maniobraba el vehículo para esquivar los cráneos. Un fotógrafo del New York Times y yo hemos estado patrullando por Puerto Príncipe, la capital de Haití, con una misión de seguridad multinacional desplegada en el país y dirigida por Kenia. Durante el recorrido de seis horas, los kenianos eran mayoritariamente ignorados por la gente de a pie y, de vez en cuando, eran interpelados. Incluso dispararon contra su vehículo.

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La fuerza keniana intenta sacar el control de Puerto Príncipe a los grupos armados que han destrozado el país, asesinando indiscriminadamente, violando a mujeres, quemando barrios y dejando a cientos de miles de personas famélicas y en refugios improvisados.

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La semana pasada una banda del valle del Artibonite, en el centro del país, atacó a una población, dejando 115 muertos, según el último balance de este jueves, y más de 6.000 desplazados. En total, más de 700.000 personas han huido de casa durante la ola de violencia del último año y medio, y todavía no pueden regresar a sus hogares. La mitad de la población del país, aproximadamente 5,4 millones de personas, lucha por comer todos los días. Tras la masacre el primer ministro haitiano, Garry Conille, se embarcó en un viaje a Emiratos Árabes Unidos y Kenia en busca de ayuda de seguridad.

Desde que Haití lanzó su petición de ayuda internacional en octubre del 2022, más de 8.000 personas han muerto a causa de la violencia y más de 3.000 sólo en lo que va de año, según la ONU. Con un gobierno nacional debilitado y la presidencia vacante, decenas de bandas armadas han tomado el control.

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Haití ha sufrido niveles desorbitados de violencia durante más de tres años, desde que el último presidente electo del país, Jovenel Moïse, fue asesinado. Los asesinatos y secuestros de bandas aumentaron a principios de año cuando varios grupos armados rivales se unieron para atacar comisarías de policía, prisiones y hospitales. Lograron forzar la dimisión del primer ministro Claude Ariel Henry, que estaba fuera del país y no podía regresar después de que el aeropuerto cerrara durante dos meses a causa de la violencia de las bandas. Se formó entonces un consejo presidencial de transición que este mismo lunes ha transferido la presidencia rotatoria al arquitecto Leslie Voltaire, pese a la oposición del presidente saliente Edgard Leblanc Fils, que se negó a firmar el decreto que ratificaba la decisión, al alegando acusaciones de corrupción.

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Casi 3.700 personas han muerto este año en Haití, según la ONU. Las carreteras bloqueadas que llevan a Puerto Príncipe hacen que sea "casi imposible" que la policía intervenga a tiempo cuando las bandas atacan nuevos puestos fuera del área metropolitana, decía el primer ministro de Haití, Garry Conille (nombrado éste junio por el consejo de transición), en una reunión en Nueva York el mes pasado. Pero la fuerza liderada por Kenia es lamentablemente pequeña. Inicialmente prevista para 2.500 agentes, tiene algo más de 400. La misión de 600 millones de dólares fue aprobada por la ONU, pero en gran parte financiada y organizada por Estados Unidos.

"Lo que más me sorprendió cuando llegué aquí es cómo las bandas podían atreverse a atacar a plena luz del día", explicaba Godfrey Otunge, comandante de la fuerza policial multinacional liderada por Kenia. Desde que los primeros oficiales kenianos llegaron en junio, los agentes citan avances importantes y aseguran que la vida en algunos barrios vuelve lentamente a la normalidad. El aeropuerto de Puerto Príncipe se ha reabierto tras la eliminación de bandas de su perímetro. Muchos vendedores ambulantes vuelven a trabajar y las bandas también fueron expulsadas del principal hospital público de la capital.

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El centro de la capital todavía es zona prohibida, controlada por las bandas

Pero los oficiales kenianos están muy por debajo en número, y las bandas fuertemente armadas siguen firmemente arraigadas en muchas partes de Puerto Príncipe. Enormes franjas de territorio siguen siendo zonas prohibidas, incluyendo el centro de la ciudad y la zona en torno a la embajada de Estados Unidos. Las bandas ya no controlan el hospital público, pero el centro está en escombros y no ha reabierto.

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Los grupos criminales también han ampliado su control fuera de la capital, cogiendo tres carreteras clave que unen Puerto Príncipe con otras partes del país y sitiando ciudades y pueblos más pequeños a los que la fuerza internacional no tiene los recursos para llegar.

"Vinieron a ayudarnos, y esperamos que nos ayuden, pero todavía no vemos ninguna diferencia", dice Junior Lorveus, un reparador de teléfonos móviles de 40 años, mientras los agentes kenianos patrullan a pie por la plaza del centro de Champ de Mars. La violencia de las bandas obligó a Lorveus a abandonar su casa y su taller, al que desea regresar. Otunge, que proyecta un implacable optimismo, cree que puede hacerlo. La gente debería poder volver a las zonas que sus oficiales han "pacificado", replica el jefe policial: "Por tanto, al menos ahora les podemos proporcionar seguridad". "La seguridad es percepción", añade.

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Los expertos calculan que hasta 15.000 personas son miembros de 200 bandas haitianas. La zona del Artibonite, donde la masacre de la semana pasada dejó 115 muertos, es una importante zona de cultivo de arroz en la que se sabe que operan al menos 20 bandas. Una carretera importante atraviesa la región que une la capital con Cap-Haïtien, la principal ciudad del norte de Haití, y las bandas buscan el control de la carretera para llevar a cabo secuestros y extorsionar a personas. Un día antes de la masacre en Pont-Sondé, el líder de la banda Gran Grif (la mayor del país), Luckson Elan, lanzó una amenaza a las redes sociales: advirtió a los residentes de que les castigaría por negarse a pagar los peajes que la banda había establecido para circular por la carretera principal.