Guerra en Siria

Los cachorros del Daeix: de víctimas de sus padres a "amenaza para el mundo"

Unos 30.000 niños y adolescentes adoctrinados por el Estado Islámico y sus familias siguen detenidos en el Kurdistán sirio

David Meseguer
y David Meseguer

Hasakah (Kurdistán sirio)"¿Cuándo saldremos de aquí? ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué el mundo no tiene piedad de nosotros? Entré en prisión cuando tenía trece años y ahora tengo casi veinte. La vida se me escapa", suplica en inglés Stefan Uterloo tras la rejilla de la celda número 1 del centro penitenciario Panorama ubicado en Hasaka, en el Kurdistán sirio.

Con la mirada abatida y sin fuerzas para llorar, este joven afroamericano de Surinam comparte celda y también historia de vida con otros 22 compañeros: cuando eran niños viajaron con sus familias a Siria buscando el paraíso que les prometía la yihad y ahora pasan los primeros años de la edad adulta en uno de los lugares que más debe parecerse al infierno.

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"Cuando tenía diez años, mi madre y yo abandonamos Amsterdam para ir a Idlib. Ella estudiaba enfermería y me explicó que quería trabajar y aprender. Nunca mencionó nada de la yihad. De hecho, nosotros éramos cristianos y nos convertimos en el islam en Siria por la presión de la gente con la que convivíamos", detalla en el ARA y en otros medios catalanes, enfundado en una sudadera azul con capucha y un pantalón de chándal negro.

Víctimas del 'califato'

El joven, que vivió buena parte de su infancia en los Países Bajos, no deja de repetir que lleva casi siete años encarcelado por una decisión adulta contra su voluntad. "Todos estos chicos antes eran niños inocentes", implora en referencia a sus compañeros de celda. "Los padres de muchos de nosotros y Daeix manipularon nuestra mente y nos adoctrinaron. Antes de entrar aquí yo defendía esta ideología, pero ahora ya no", insiste. También asegura que ha perdido el contacto con su madre desde 2017, cuando ella trabajaba en un hospital civil de Idlib.

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Stefan y el resto de reclusos de la cárcel Panorama fueron capturados en el 2019 durante la batalla de Baghouz, el último reducto del califato situado en una zona remota al este de Siria, muy cerca de Irak. "La cárcel alberga a los altos mandos del Estado Islámico que fueron los últimos en rendirse. Por motivos de seguridad no facilitamos cifras exactas de la población reclusa", explica Demhat, el responsable de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que desde el 2022 dirige el centro penitenciario de nueva construcción después de que ese año hubiera un motín. "Para sofocarle fue necesaria una operación militar que se prolongó durante diez días. La antigua cárcel quedó totalmente destruida", recuerda el funcionario.

"Aunque he visto cómo Daeix mataba, nunca he cogido un arma. Desde que me separaron de mi madre, he sobrevivido en la calle pidiendo limosna. Varias veces me cogieron y me hicieron daño", asegura. el joven surinamés. "Quienes en tiempos del califato eran niños no tienen la culpa de haberse radicalizado, pero ahora son potenciales combatientes adultos. A pesar de ser niños, tenemos información de que todos ellos han participado en acciones del grupo", contradice, en cambio, el responsable penitenciario.

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Según Amnistía Internacional, el autogobierno kurdo del noreste de Siria tiene bajo su custodia a más de 56.000 personas detenidas arbitrariamente y de forma indefinida. Se trata de unos 11.500 hombres, 14.500 mujeres y 30.000 niños y adolescentes recluidos en al menos 27 centros de detención y dos campos: Al-Hol y Al-Roj. La ONG de defensa de los derechos humanos recuerda que las autoridades kurdas son el principal aliado de Estados Unidos y de la coalición internacional en la lucha contra el Estado Islámico y que Washington está implicado en el diseño de estos sistemas de detención.

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"No, nunca he visto ningún abogado. Mi familia está en Holanda y me gustaría que enviaran a alguien para poder explicar mi situación", se apresura a decir Stefan consciente de que la conversación con los periodistas será corta. Sin embargo, el ministerio de Exteriores neerlandés afirma no conocer el caso, aunque asegura que lo investigará.

Sin asistencia legal, con cero cargos presentados contra ellos, ni juicio alguno en el horizonte, el limbo legal en el que se encuentran puede perpetuar su situación sine die. En este sentido, las autoridades kurdas reconocen tener competencias y recursos muy limitados porque no son un gobierno reconocido internacionalmente. También señalan que sólo unos cientos de miembros del Daeix y sus familiares han sido repatriados por sus países de origen y que la gran mayoría se han desentendido.

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Desradicalización infructuosa

Entre 2014 y 2015, momento álgido del califato, el Daeix publicó una serie de vídeos propagandísticos en los que sus "cachorros" asesinaban a gente y enseñaban las técnicas de combate en las que habían sido adiestrados. A medida que los yihadistas iban perdiendo territorio y efectivos, la utilización de niños soldados aumentaba.

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Rashid Omar, responsable del campo Al Roj, donde viven 2.647 mujeres y 1.694 niños familiares de miembros del Daeix, señala que entre 2021 y 2022 enviaron a 21 niños de entre trece y quince años a centros de rehabilitación. "Varias ONG imparten programas de desradicalización, pero esta gente tiene la mente muy cerrada y sólo piensan en la yihad. Cualquier avance del niño, es contrarrestado por la familia", asegura Rashid. El director señala que los separan a esa edad de las familias porque, por su parte, conciertan matrimonios infantiles. "Tenemos a un niño de trece años que es padre de dos criaturas", explica.

"Los prisioneros no tienen ninguna información del exterior. No saben que Asad ha caído ni tampoco que Al Julani es quien gobierna en Damasco. Podría resultar muy peligroso. Tenemos prisioneros que son una amenaza para el mundo", concluye el director de la prisión Panorama.

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