¿El auge de la extrema derecha en Europa favorece a China?

BarcelonaEl auge de la extrema derecha en las últimas elecciones europeas ha sido interpretado como un regalo geopolítico para los rivales de la UE. Por motivos distintos, actores como Rusia, Donald Trump o Israel han celebrado el crecimiento de estas fuerzas opuestas a la integración europea. Es tentador poner también a China en esta lista. Pero la relación entre la nueva derecha europea, la UE y Pekín está cargada de matices.

En primer lugar, la extrema derecha no está unificada en su posición respecto a China. Hace unos meses, Giorgia Meloni sacó a Italia del proyecto de la Nueva Ruta de la Seda china, al que el país se había unido en el 2019. Viktor Orbán, en cambio, ha apostado por ampliar las relaciones comerciales con Pekín: Hungría ya es el país europeo que recibe mayor inversión china. La Liga de Matteo Salvini fue uno de los partidos más furibundos contra Pekín. Marine Le Pen y el partido alemán AfD se han negado varias veces a criticar la situación de derechos humanos en China o las interferencias de Pekín en Europa, pero al mismo tiempo han apoyado medidas proteccionistas contra el comercio y las tecnologías chinas. La nueva derecha, como en otros muchos campos, también está fragmentada en su posición respecto a China.

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En segundo lugar, aunque la extrema derecha haya subido al Parlamento Europeo, el poder de esta cámara es limitado. A escala de las instituciones europeas, tendrá mayor impacto la continuidad como presidenta de la Comisión de Von der Leyen –defensora de posiciones duras contra Pekín– o la llegada como jefe de la diplomacia europea de la estonia Kaja Kallas –un halcón contra Moscú que, por asociación, probablemente lo será con China–. El propio Parlamento Europeo, pese a este ascenso de la derecha radical, sigue con una mayoría de los partidos tradicionales. La política respecto a China de la UE será, fundamentalmente, continuista.

Finalmente, cabe recordar que China no es Rusia. Putin ve a la extrema derecha como aliados ideológicos y bombas revolucionarias en su objetivo de generar caos y dinamitar la UE. El marxista y tecnocrático Partido Comunista de China, en cambio, se ve lejos del populismo y marco ideológico de esta nueva derecha. China quiere aumentar su influencia y puede conseguirlo gracias a políticas oportunistas como las de Orbán. Pero China no quiere destruir a Europa: su escenario ideal sería una UE fuerte y autónoma independiente de Estados Unidos. Pekín cree que muchas decisiones geopolíticas que la UE está tomando han sucedido porque Bruselas no tiene fuerza para oponerse a la presión de Washington. A largo plazo, una Unión Europea integrada y fuerte encaja en la visión del mundo multipolar deseada por China.

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