DÍA DE EUROPA

El coronavirus, la enésima crisis que tampoco ha acabado con Europa

La gestión de la pandemia reaviva debates como la presidencia única o las competencias de la Comisión

JÚLIA MANRESA NOGUERAS
y JÚLIA MANRESA NOGUERAS

Bruselas“Europa no se construirá de una sola vez o con un único plan. Se construirá a través de hitos concretos que crean solidaridad de facto”. De estas palabras hoy hace 71 años y por eso celebramos el Día de Europa. El ministro de Exteriores francés, Robert Schuman, proponía así la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, el embrión de la actual Unión Europea. Podemos dudar de que Schuman llegara a imaginarlo, pero la pandemia del coronavirus ya es también uno de estos hitos a través de los cuales Europa va erigiéndose y, más que nunca, la solidaridad es la clave.

Si entonces se ponía la primera piedra de una comunidad económica, ahora son relevantes las voces que se han atrevido a hablar de la necesidad de una Unión de la Salud. Todavía se estaba saliendo de la última crisis que ya llegaba otra en forma de pandemia, sin precedentes recientes. Y la respuesta ha vuelto a pasar necesariamente por Bruselas. Del mismo modo que el crac financiero, la crisis de los refugiados o el Brexit, los ciudadanos europeos han mirado hacia la capital belga buscando respuestas y, gusten más o menos, las han encontrado.

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Una Unión Europea sin competencias sanitarias ha entregado miles de vacunas tanto al pueblo más rico de Baviera como al más pobre de Transilvania. Una Unión Europea con un presupuesto de solo el 1% de su PIB ha decidido endeudarse y abrir el grifo del gasto público para que esta vez no pase como la anterior. Pero las respuestas en muchos casos han llegado a destiempo, tartamudeantes y eclipsadas por episodios de caos y descoordinación. Y, sobre todo, encorsetadas dentro de la misma naturaleza de la Unión.

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“La UE se unió mucho más deprisa que en la crisis anterior. En cuatro meses se habían suspendido las normas fiscales, estábamos de acuerdo que había que activar muchos recursos económicos y que había que comprar vacunas de manera conjunta. Esto es lo que bautizo como un pequeño milagro”, dice Maria Demertzis, subdirectora del think tank Bruegel, que confiesa que hace dos años habría puesto la mano en el fuego que durante su vida no vería nunca a los países de la UE endeudándose de manera conjunta. Ahora están a punto de hacerlo. La Comisión Europea tiene a punto las herramientas para captar hasta 800.000 millones de euros en los mercados este julio tan pronto como tenga la luz verde de todos los estados. Ahora bien, si el dinero llega antes de finales de verano, será otro pequeño milagro.

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La investigadora del Instituto Jacques Delors Eulàlia Rubio también reivindica la respuesta económica y recuerda que la primera reacción en la recesión anterior fue subir los tipos de interés y pedir rápidamente recortes. Rubio cree que “ha cambiado totalmente la filosofía de acción de la UE” e identifica los principales errores en la estrategia de vacunación, básicamente porque no tiene ni las herramientas ni la experiencia para no cometerlos. La UE no tiene competencias sanitarias y, aún así, ha actuado porque, como apunta el director del Cidob, Pol Morillas, “si no hubiera hecho nada, no entenderíamos porqué, nos estaríamos cuestionando el sentido absoluto de la Unión”. Con todo, Morillas cree que la gestión de las vacunas ha sido mejorable.

Uno de los problemas son las expectativas creadas. “Es muy importante que entendamos qué es y qué hace la UE. A menudo Bruselas es el chivo expiatorio de todo aquello que sale mal, y a veces es injusto porque no es un ente abstracto con poderes inducidos, es la suma de todas sus partes, también los gobiernos, que no quieren ceder competencias”, remacha la subdirectora de Bruegel, que recalca que medios, instituciones y gobiernos tienen que educar en la “narrativa europea”.

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“Especialmente en una situación de crisis, el ejecutivo tiene que ser capaz de actuar: la Comisión es el órgano ejecutivo clave de la UE, pero sin competencias es un tigre sin dientes”, dice la investigadora del Center for European Policy Studies (CEPOS) Sophia Russack. Morillas hace notar el mantra que comporta este debate: “Es la clásica situación de la UE, que a base de grandes crisis hace pequeños adelantos. Identifica nuevos ámbitos de actuación a los que se tendrá que dedicar porque no actuamos preventivamente”.

Una única voz

También hay quien cree que ya es hora de aparcar el debate de “más Europa” y cambiarlo por el de la necesidad de tener “una sola Europa”. Lo dice Demertzis, que llegó a esta reflexión después del episodio del Sofagate, cuando el presidente del Consejo, Charles Michel, no reaccionó ante el gesto machista de Erdogan hacia Von der Leyen. Se hizo evidente la separación entre las dos instituciones y la falta de una única voz europea, que ha tenido otras muchas implicaciones durante la pandemia.

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Susi Dennison, directora del programa European Power del European Council of Foreign Relations, cree que la Unión arrancó de manera cuestionable la gestión de la pandemia, cuando los gobiernos se replegaron, cerraron fronteras unilateralmente e incluso bloquearon exportaciones de material sanitario al resto de la UE. Cree que se supo recuperar de este inicio, pero que ahora vuelve a estar en horas bajas en términos reputacionales. Han sido constantes las críticas a una campaña de vacunación atrasada y con tropiezos, marcada por la comparación con el Reino Unido y el conflicto con AstraZeneca.

Europa ha exportado tantas dosis como ha administrado, cuando el resto de potencias han optado por cerrar el grifo y priorizar a su ciudadanía. “El rol que la UE ha jugado globalmente se podría haber presentado como una estrategia y evitar que quedara como un accidente. Hay evidentes problemas de comunicación”, dice Dennison. Esto se ha visto de nuevo con el anuncio de Biden de liberar las patentes.

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Russack cree que Europa tendría que haber mirado primero hacia dentro y después hacia fuera, como han hecho los Estados Unidos. En cambio, para Morillas el error es de estrategia: “La Unión tiene un histórico que tiene que aprender a capitalizar, la base de su poder blando es la promoción de los bienes públicos. Habremos llegado unos meses más tarde al mismo puerto que los británicos o los americanos, pero habremos sido más fieles a nuestra manera de entender una crisis global, exportando vacunas. Pero esto se tendría que vender mucho mejor”. Como ha pasado con la respuesta económica europea, eclipsada por los grandes anuncios de Biden, una comparación injusta a los ojos de las investigadoras de Bruegel y Delors, porque no se tienen en cuenta también las veintisiete respuestas individuales y las estructuras sociales y del estado del bienestar que ya actúan como unos estabilizadores que los EE.UU. no tienen. Esto no quiere decir que no sea pertinente el debate sobre si hay que ampliar la respuesta conjunta, pero esta es otra controversia.

Aprovechar el momento

Con esta lista de aciertos y errores, para algunos lo más deseable es que Europa aproveche el momento, convierta el fondo de recuperación en una herramienta fiscal permanente, elimine las normas de déficit, cambie los tratados para dotarse de más competencias sanitarias y, por qué no, unifique su voz bajo una sola presidencia. Pero ninguna de las fuentes consultadas ve posible llegar a transformaciones tan profundas.

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“Se abre un periodo turbulento, con elecciones estatales importantes en que los gobiernos querrán capitalizar los éxitos europeos”, dice Dennison. Se tendrían que alinear los astros: que las elecciones en Francia y Alemania den liderazgos dispuestos a ir más allá, que los Países Bajos se quiten el disfraz del Reino Unido y que la Conferencia para el Futuro de Europa sea vinculante. Los astros se alinean contadas veces pero lo que es seguro es que el coronavirus ya es la enésima crisis que tampoco ha acabado con Europa.