Dos candidatos del cambio con visiones muy distintas
El deseo de cambio es un elemento fundamental en la política y comportamiento electoral de los votantes. Históricamente, los candidatos que se presentan como agentes de cambio resuenan entre el electorado, especialmente en tiempos de crisis económica o de insatisfacción con elstatu quo. Figuras como Ronald Reagan y Barack Obama aprovecharon la necesidad pública de cambio durante sus campañas con eslóganes que prometían nuevos comienzos. Reagan combatió la crisis inflacionaria de principio de los años 80 con el lema optimista "It's morning in America" (Una mañana en América), mientras que Obama ofreció una visión de esperanza durante la crisis financiera de 2008 con su “Yes, we can” (Sí, es posible).
Kamala Harris y Donald Trump intentan hacer lo mismo en la actual carrera en la Casa Blanca. Ambos se presentan como el candidato del cambio, pero enfrentan paradojas personales. La renovación que presenta Harris se ve complicada por su rol como vicepresidenta de un gobierno que ha generado críticas e insatisfacción. Esto le ha forzado a hacer equilibrios entre defender las políticas del presidente Joe Biden y distanciarse de sus fracasos, una tarea complicada cuando el 68% de los votantes se muestra insatisfecho con la dirección del país. Por otra parte, Trump busca capitalizar el aumento de los precios de los últimos años y la crisis migratoria para volver al poder. Ahora no es eloutsider de 2016, debe gestionar su herencia política, y su retórica divisiva ha sido central en la política estadounidense. El 52% de los estadounidenses tiene una opinión desfavorable de él, frente al 48% respecto a Harris.
Los dos candidatos, por tanto, arrastran lastres en su presentación como el cambio necesario para Estados Unidos. Por tanto, el cambio que elija la mayoría de los votantes, más que el cambio en sí mismo, será clave para explicar el resultado de las elecciones. Kamala Harris se ha presentado como la candidata del futuro y busca pasar página de los años de división marcados por la irrupción de Donald Trump en la política. Su narrativa se centra en una nueva forma de gobernar que se enfoca en la inclusión y la justicia social, así como en la defensa de los derechos, como la salud pública y el derecho al aborto.
En contraposición, Trump se presenta como el portador del cambio en un sentido más populista, ya que apela a la insatisfacción con las instituciones y se presenta como la única opción viable para abordar los problemas del país, como la inflación y la inmigración. Su imagen antiestablishment resuena entre hombres blancos de clase trabajadora, sin título universitario, y, más recientemente, entre hombres negros y latinos que se sienten marginados por el discurso político convencional.
De hecho, el apoyo a Trump va más allá de la política, representa una respuesta cultural a las crecientes divisiones en la sociedad estadounidense, incluyendo una reacción contra movimientos progresistas etiquetados como wokes. Es por eso que los escándalos, los casos judiciales y los intentos deimpeachment contra él no sólo no le han perjudicado sino que han reforzado la imagen de Trump como transgresor y han aumentado su popularidad entre quienes ven las acusaciones como ataques a sus creencias.
En definitiva, el choque entre las visiones de cambio de Harris y Trump marcará las elecciones presidenciales de este martes pero también el camino que tomarán Estados Unidos en los próximos años. La incógnita que perdura es qué tipo de cambio desean realmente los votantes. Y cómo esto nos afectará a todos.