Emociones, inflación e incertidumbre
Los estadounidenses han votado y han vuelto a elegir a Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Por inverosímil y terrorífico que parezca a Europa. Si debemos guiarnos por su retórica, deberíamos esperar a que en los próximos cuatro años se deporten millones de inmigrantes, se lancen misiles contra los cárteles mexicanos de la droga, los haitianos dejen de comer gatos y perros y se utilice ejército contra los "lunáticos de extrema izquierda" que lideran el Partido Demócrata. Con un poco de suerte, Donald Trump no podrá cumplir todo lo que su retórica sin límites ha anunciado, pero su elección abre un período de inquietante incertidumbre en política interior y exterior. En el ámbito institucional, los estadounidenses volverán a tener en la Casa Blanca al hombre que instigó el asalto al Capitolio y que ha demostrado sobradamente su desprecio hacia las instituciones democráticas. Tendrán también un delincuente condenado por 34 delitos relacionados con el pago a una actriz porno, y que está pendiente de otras tres imputaciones que ya no tendrán continuidad.
Los estadounidenses han votado un liderazgo fuerte, entendido como el macho testosteronico rey del circo televisivo y de una idea del éxito que pasa por el culto al dinero, a la tensión verbal ya los dorados. Pero también han reelegido a un hombre que representa una opción clara en la guerra cultural que vive el país de una manera más polarizada que nunca. La contraposición de dos mundos que se pueden simplificar como las élites y los autodenominados "el pueblo", aquellos que Hillary Clinton calificó de "deplorables", y Biden, de "basura".
Aparte del papel en la guerra cultural entre los dos mundos que hoy representan Trump y Harris, el candidato republicano se ha beneficiado de la percepción de la situación económica. ¡Es la inflación, estúpidos! Si bien las cifras de crecimiento y paro muestran una economía robusta, la inflación en el supermercado y en el mercado de la vivienda hacen la vida difícil a la mayoría. Pero el problema es que su fórmula económica, la Trumponomics, se implementó durante un período de fuerte crecimiento y baja inflación. Ahora las circunstancias no serán tan benignas. De Trump cabe esperar una subida de aranceles, la reducción de impuestos, un choque en el mercado laboral a raíz de las deportaciones masivas y ataques a la independencia de la Reserva Federal. El presidenciable republicano dice que subirá los impuestos a las importaciones un 20% ya los productos chinos específicamente un 60%, lo que augura una guerra comercial de consecuencias negativas.
Trump llegará a la Casa Blanca con un equipo más radical que el anterior, que incluirá otro megalómano imprevisible como Elon Musk, después de haber obtenido el control de un Partido Republicano desguazado y con los moderados en sus manos .
En el ámbito internacional cabe esperar que EEUU se siga desvinculando de las iniciativas para la lucha contra el cambio climático, que quieran poner fin a la guerra abandonando a los ucranianos y que lleven a cabo una política proisraelí de resultados imprevisibles. Europa tendrá que hacerse mayor en materia de defensa y de política exterior.