Estados Unidos se prepara para un Trump con poderes casi absolutos
El expresidente gobernará amparado por un Supremo con mayoría conservadora y un Senado en manos republicanas
WashingtonLa sensación ya no es de choque, como en el 2016. La mitad del país –y buena parte del mundo– afronta con temor y resignación el regreso a la Casa Blanca de un Donald Trump con poderes casi absolutos. Trump tomará las riendas del ejecutivo amparado por la mayoría conservadora del Tribunal Supremo, que el magnate apuntaló durante su primer gobierno, y con el Senado controlado por el Partido Republicano. La alineación de los tres poderes bajo la mano del expresidente corre el peligro de ser total según acabe el recuento de votos en la Cámara de los Representantes, donde de momento los republicanos también lideran. Consiga o no la cámara baja, Trump no tendrá las mismas trabas que tenía hace ocho años y esta vez ha aprendido de los errores del pasado.
Trump entrará en el Despacho Oval con una lista de nombres contra los que ha prometido venganza, y esta vez tendrá toda la maquinaria del estado para llegar allá donde quiera. Probablemente, el que encabece su lista sea el fiscal especial Jack Smith, al que Trump ya anunció que destruiría si reeditaba un segundo mandato. Smith es quien presentó ambos casos federales contra el expresidente: el del intento de revertir los resultados en las elecciones del 2020, y el de los papeles clasificados de Mar-a-Lago. Ahora, Trump ya no se sentará en el banquillo de los acusados ni por estos dos casos ni por el caso estatal de Georgia, que queda completamente congelado. Ahora bien, la etiqueta de convicto para el caso Stormy Daniels nunca podrá sacársela de encima, aunque más que una mácula, la lucirá como una medalla.
El plan de depuración que aplicó al Partido Republicano, hasta convertirlo en su partido, lo llevará a cabo ahora en la administración. En varias ocasiones Trump ha asegurado que llevará a cabo una purga del funcionariado para asegurarse de que sólo tiene gente leal dispuesta a cumplir órdenes. Para ello, Trump podría recurrir a la orden ejecutiva Schedule F, que permite al presidente despedir a cualquier trabajador del gobierno.
Roma no paga traidores y Trump ha prometido cargos a su gobierno para el multimillonario y propietario de X, Elon Musk, y el candidato independiente Robert Kennedy. El magnate ha asegurado que pondrá a Musk al frente de las políticas de reducción de gasto público. En el mitin de Madison Square Garden, el multimillonario –cuyas empresas reciben subvenciones federales– anunció que recortaría dos mil millones de dólares del presupuesto de las agencias del gobierno federal. Por otra parte, Trump ha asegurado que le entregará "el control de las agencias de salud pública" a Kennedy.
Economía e inmigración
La victoria de Trump no se puede sellar con un "es la economía, estúpidos". La incapacidad de la administración de Joe Biden para trasladar los buenos indicadores macroeconómicos a la cesta de la compra de los electores ha influido, pero no ha sido el único elemento determinante. Los cuatro años de gobierno demócrata han estado profundamente marcados por la sombra de Trump, que seguía influyendo sobre cuestiones clave como el aborto o la inmigración. El gobierno del partido progresista, pese a estar de manos atadas, se enfrentaba a un aumento de la mortalidad infantil debido a la prohibición del aborto. En un intento desesperado por acallar las críticas sobre la gestión de la frontera, Biden firmaba una orden ejecutiva en junio que facilitaba las devoluciones en caliente. El gobierno de Biden ha superado ya la cifra récord de deportaciones que logró Trump.
Al final de la legislatura demócrata, los norteamericanos se han encontrado con un paisaje más apurado a la derecha, donde las bases más progresistas del partido demócrata consentían esta deriva hacia posiciones más conservadoras para intentar evitar el mal mayor de una victoria de Trump. El triunfo del republicano es un síntoma más de esta deriva de Estados Unidos hacia posiciones más conservadoras, donde ahora el continuismo parece estar asegurado por al menos otros cuatro años. Es significativo como estados clave como Carolina del Norte, Trump ha sido capaz de ganar, mientras que el resto de carreras electorales que había allí se lo han llevado los candidatos demócratas.
Los demócratas han querido intentar derrotar a Trump con sus armas, pero, a la hora de elegir, la gente siempre prefiere la versión original: si los dos candidatos prometen "devolver rápidamente" a las personas migrantes, pisando el derecho de asilo, entonces lo más atractivo puede resultar aquél que promete las "deportaciones masivas". Además, Trump saca pecho de hacerlo desacomplejadamente, proyectando una imagen de político "honesto". En cambio, los demócratas lo dicen con la boca pequeña y hacen propuestas mucho más vagas para no decepcionar a los sectores más progresistas.
"Curar" Estados Unidos
"Vamos a ayudar a que nuestro país se cure", ha dicho Trump este miércoles, cuando se ha proclamado como ganador desde West Palm Beach, en Florida. La promesa de "curar" a Estados Unidos no habla del abismo que el magnate ha ido alimentando durante los últimos ocho años y del que se ha servido para recuperar la presidencia. Trump pretende "curar" al país solo de cara a los suyos, como ya hizo en Milwaukee tras sobrevivir en el atentado de Butler: el republicano solo se dirige a quienes le siguen.
La serenidad con la que Trump se ha expresado durante su intervención una vez se ha confirmado su victoria es el reverso de la rabia y la sombra de la violencia que él mismo se había encargado de alimentar por sí perdía. La victoria de Trump se fundamenta en la agitación del miedo y la tergiversación de la realidad. El triunfo del republicano también institucionaliza una forma de hacer política ficción, en la que lo único importante es el relato y la capacidad de movilizar las emociones.