Estados Unidos

De nuevo Trump vs. Biden: ¿por qué no hay alternativa?

El candidato republicano parece imbatible por la fuerza de su base electoral, pero Biden ya lo derrotó una vez

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Máscaras de Joe Biden y Donald Trump.

BarcelonaLa victoria abrumadora de Donald Trump en Iowa allana el camino hacia unas elecciones presidenciales en Estados Unidos, el 5 de noviembre, que serán un déjà-vu del 2020: Donald Trump contra Joe Biden. O más bien un second round que podría dar a Trump la oportunidad de resarcirse de aquella derrota.

Pero ante el hecho de que las únicas opciones que parecen viables en estos momentos sean el presidente más viejo de la historia –que cada vez muestra más los signos de la edad– o un contrincante –también viejo y también blanco– que tiene más causas penales pendientes que ningún otro candidato de la historia del país, surge la gran pregunta: ¿es que ninguno de los dos grandes partidos estadounidenses tiene más candidatos que puedan energizar las bases y ganar unas elecciones? Más aún, ¿hay un vacío de liderazgos en ambos partidos?

"Sí, pero solo porque los dos viejos líderes se aferran a ellos y no dejan que ninguno nuevo emerja", responde al ARA Paul Starr, profesor de sociología y asuntos públicos en la Universidad de Princeton.

En el Partido Republicano, "culto a la personalidad"

El Partido Republicano está secuestrado por Donald Trump. Muchos de sus postulados se alejan del conservadurismo tradicional del Grand Old Party (GOP), pero aún así la parte del establishment republicano más anti-Trump no ha logrado un candidato que pueda hacerle sombra. Más bien, sus postulados están arrastrando a todo el partido "y es difícil ver cómo el centroderecha puede recuperarse", dice el analista. "Trump tiene un control sobre los republicanos como no lo ha tenido ningún otro candidato: se ha convertido en un culto a la personalidad. Cuanto más indignante es su comportamiento, más lo adoran sus seguidores. No confían en nadie más", explica Starr.

Según un estudio del Carnegie Endowment for International Peace, la clave de la victoria de Trump en el 2016 y a la vez una de las causas de la gran polarización política en el país es "un grupo de votantes blancos" que tradicionalmente oscilaban de un partido a otro y que, por esta alternancia, "se clasificaban erróneamente como centristas o moderados". Son votantes "que están a favor de una redistribución económica a su favor, pero al mismo tiempo presentan más hostilidad racial" y "defienden una ciudadanía blanca, cristiana y nacida en EEUU", escribe Rachel Kleinfeld, autora del estudio. Estos votantes, que desde 2016 se han integrado en el Partido Republicano, son "menos favorables a la democracia y más partidarios de un líder fuerte que no debe ser molestado por el Congreso o por elecciones", añade. "Son los votantes MAGA" (Make America great again), dice Kleinfeld por correo electrónico, y explica que "no son solo blancos de clase trabajadora, sino una mezcla de clases sociales".

Parece claro que cualquier candidato que quiera hacer el relevo, o sustituir, a Trump deberá apelar también a esta base de votantes que se va haciendo mayor a medida que se ensancha la polarización, instigada por algunos canales de televisión y radio, además de las redes sociales.

Una encuesta del 2022 ya decía que cerca de la mitad de los republicanos están de acuerdo con la llamada teoría de la gran sustitución. Es por eso que Ron DeSantis, que defiende unos postulados populistas y demagogos cercanos a los de Trump, es uno de los pocos que parece tener opciones. DeSantis sería el candidato de los que todavía adoran a Trump pero creen que se ha desgastado políticamente, mientras que Nikki Haley sería la candidata anti-Trump, que defiende un conservadurismo más tradicional. Pero ninguno de los dos levanta pasiones. ¿Existe falta de relevo generacional en el Partido Republicano? "Trump quería que su hija Ivanka fuera su candidata a la vicepresidencia en el 2016. Quizá lo consiga en el 2024. Así que este sería un relevo generacional directo", responde Starr.

En el Partido Demócrata no quieren arriesgar

¿Pero qué pasa también en el Partido Demócrata? Joe Biden ganó las primarias del 2020 como el candidato del consenso, que podía unir a las dos almas del partido, la más progresista de Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, y la más moderada y tradicional de Nancy Pelosi o Joe Manchin, entre otros. Pero cuatro años después, la mayoría de los demócratas –y la mayor parte del país– consideran que es demasiado grande para seguir siendo presidente. Y, sin embargo, las dos tímidas candidaturas que han salido para desafiarlo en las primarias están abocadas al fracaso. No hay ningún movimiento para echar a Biden dentro del partido, en parte porque "ha satisfecho a los diferentes sectores del partido bastante bien", dice Starr. Pero el motivo principal es otro.

La historia ha demostrado el peligro que representa que un presidente que va a la reelección se enfrente a unas primarias disputadas. En 1980 Ted Kennedy desafió al presidente Jimmy Carter por la nominación demócrata y, aunque no tuvo éxito, dejó a Carter tocado para la reelección, que perdió frente a Ronald Reagan. En 1976 Reagan desafió la candidatura del presidente republicano Gerald Ford y este perdió la reelección ante Carter. Biden tampoco ha querido retirarse voluntariamente, porque al menos él ya logró derrotar a Trump una vez. "Los presidentes en ejercicio tienen ventajas de cara a la reelección. Los demócratas no quieren renunciar a estas ventajas por una alternativa no probada", admite el profesor de Princeton.

Cuando Biden se marche, en el banquillo demócrata hay posibles relevos, pese a que que las distintas almas del partido persisten. Una opción puede ser la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, o el ex candidato y actual secretario de estado de Transporte, Pete Buttigieg. La congresista Ocasio-Cortez es una de las nuevas estrellas del partido con más carisma, pero representa al sector más progresista, que aún no es mayoritario dentro del partido (y menos en el país).

De momento, cualquier relevo tendrá que esperar cuatro años más. Tal y como concluye Starr: "Estados Unidos está atascado ahora mismo, y está atascado en un lugar muy peligroso".

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