¿Está Europa preparada para un ataque nuclear?

Países como Suecia y Finlandia tienen amplias redes de búnkeres, mientras que en otros muchos países solo hay refugios obsoletos y museizados

BarcelonaLos años de Guerra Fría, con la amenaza nuclear al orden del día, empujaron Europa a rearmarse y a preparar su población como no lo había hecho nunca. Con la caída de la URSS, sin embargo, la amenaza quedó difuminada y muchos países olvidaron el peligro. Ahora, después del ataque de Rusia a Ucrania –que tantos políticos y analistas descartaban hasta que no empezaron a llover bombas–, ya nada parece imposible. Pocos días después del inicio de la invasión, el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenaba poner en alerta máxima a las unidades de disuasión, es decir, ordenaba poner a punto para el combate su arsenal nuclear. Además, la de Ucrania se ha convertido en la primera guerra con centrales nucleares tomadas como rehén después de que las tropas rusas se apoderaran de Chernóbil y de la lucha enconada por el control de la central de Zaporiyia, la nuclear más grande de Europa.

Todo ello ha hecho resurgir el miedo a un ataque o un desastre nuclear, especialmente en los países más próximos al conflicto. En Finlandia y Suecia, las farmacias alertaban ya hace días que se habían agotado las pastillas de yoduro de potasio, que protegen contra los efectos de la radiactividad, y en Noruega han empezado a repartirlas en las escuelas. Justamente estos tres países figuran entre los que están mejor protegidos ante un eventual un ataque nuclear, con una amplia red de búnkeres, bien señalizados y de fácil acceso para la población, que están destinados a proteger a las personas de ataques militares, radiaciones y otras sustancias tóxicas.

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El pasado lunes, los informativos y muchos mensajes en las redes sociales en Suecia recordaban que, como cada primer lunes de marzo a las tres de la tarde, sonarían las sirenas de alerta de emergencias; un simulacro que se repite cada tres meses a la misma hora. Los que hace tiempo que viven en el país escandinavo ya están acostumbrados, pero en un momento de tensión como el actual, el estrépito podía causar alarma. También hace días que una palabra, skyddsrum, aparece mucho más a menudo de lo habitual en redes y medios; significa refugio o búnker (literalmente se traduce como habitación segura).

En Suecia hay unos 64.000 refugios, con capacidad para casi 6,9 millones de personas, es decir, dos terceras partes de la población del país, preparados para soportar bombas, radiaciones nucleares y otras emergencias. En tiempo de paz, se utilizan como garajes, almacenes, polideportivos u otros usos, públicos o privados, pero sus propietarios tienen la obligación de condicionarlos en 48 horas en caso de aviso de las autoridades. Están señalizados con una placa en el exterior y son fácilmente localizables a través de un mapa y un buscador en la página web de la agencia sueca de protección civil. Estos días, la portada de la web destaca también un folleto informativo que el organismo publicó en 2018 (ya por el creciente temor en Rusia) con el título Si viene una crisis o una guerra, que en aquel momento se repartió a casi cinco millones de hogares, y que detalla, por ejemplo, qué tiene que incluir el kit de emergencia que todo el mundo tendría que tener preparado en su casa.

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En Finlandia –que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia y que durante la Segunda Guerra Mundial sufrió una invasión soviética–, la capacidad de su red de búnkeres es todavía mayor: 54.000 refugios con espacio para acoger 4,4 millones de personas, un 85% de la población. Cualquier edificio con una superficie mínima de 1.200 metros cuadrados tiene que tener un refugio de protección civil, según la ley finlandesa. Bajo la capital, Helsinki, hay una vasta red de túneles y la ciudad tiene suficientes refugios para proteger a sus 630.000 habitantes. De hecho, tiene espacio para 900.000 personas.

Otro país nórdico, Noruega, cuenta también con una amplia red de búnkeres: 20.000 en total, con capacidad para 2,5 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población. Y Dinamarca puede ofrecer refugios para el 80% de sus habitantes, a pesar de que ahora los partidos de la oposición han pedido una reevaluación de su estado, puesto que la última se hizo fue hace 20 años.

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Suiza, refugios para todo el mundo

Otro ejemplo de buena preparación ante posibles guerras o desastres nucleares es el de Suiza, donde hay búnkeres para dar refugio a todos sus habitantes, tal como establece una ley aprobada en 1963. En 2011, el Parlamento suizo derogó la ley de refugios para todo el mundo, pero dos días después se produjo el accidente nuclear en la planta japonesa de Fukushima y la decisión fue revocada.

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La discusión sobre los búnkeres ha aparecido en el debate público también en los países bálticos, que se sienten especialmente amenazados por la proximidad de Rusia y su pasado soviético. De los tres, el mejor preparado es Lituania, que tiene unos 2.000 refugios señalizados, sobre todo en edificios públicos, donde se podría esconder casi la mitad de la población. En Estonia, ahora el gobierno ha anunciado que tiene la intención de revisar los búnkeres identificados en una evaluación de hace tres años (unos 75) y que intentará llegar rápidamente a acuerdos con sus propietarios para ponerlos a disposición del público general en caso de necesidad. Por su parte, Letonia es el que presenta aparentemente una situación más precaria. Durante la Guerra Fría, se construyeron miles de búnkeres, que el estado se encargó de mantener a partir de su independencia. Con la crisis financiera del 2008, sin embargo, el gobierno revocó el estatus de instalación de protección civil para los 300 búnkeres que quedaban y la mayoría se privatizaron, derribaron, inundaron o se han acabado utilizando para otros usos, como tiendas, almacenes o museos.

Es lo que pasa también con los antiguos refugios de la Guerra Civil en España: los que se han conservado se han convertido en museos y no podrían cumplir su función original en caso de emergencia. En las grandes ciudades siempre queda la opción de recurrir a la red de metro, que en la guerra de Ucrania ha cumplido la función de búnker.

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Con todo, no hay que situarse solo en un contexto bélico, sino que elementos como los refugios y las sirenas de alarma son útiles para otras catástrofes. La falta de un sistema nacional de sirenas fue criticado durante las inundaciones inéditas del verano pasado en Alemania, por ejemplo. "Nos falta mucho para ponernos al día en cuanto a la gestión de desastres, en general", dijo hace pocos días al diario Die Welt Gerd Landsberg, de la Asociación Alemana de Ciudades y Municipios. Alemania tampoco cuenta con una red nacional de búnkeres, puesto que en 2007 el gobierno consideró que ya no eran necesarios y dejó de garantizar su mantenimiento.

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En muchos países, solo hay búnkeres en edificios institucionales o infraestructuras críticas, como por ejemplo la sede del gobierno, el Parlamento, centros de datos o instalaciones militares. Pero no son refugios para la población general. Ante la falta de preparación pública, aparece el negocio privado, y algunas empresas que fabrican búnkeres para particulares han notado un incremento del interés y de las ventas desde que empezó la guerra en Ucrania.