Dentro del búnker ucraniano que espía las posiciones rusas en el frente del Donbass
Una brigada de inteligencia escuta el territorio ocupado con el dron Furia, de fabricación local
Frente de Siversk (Ucrania)Un militar que custodia un punto de control en el Donbass nos ordena detener el coche. Volodímir Mazur, desde el asiento del copiloto, baja la ventanilla, se asoma y saluda: “¡Dovri ranok!” Luego le canta un código secreto, sin el que no podríamos seguir avanzando hacia el frente. "Cada día nos dan una nueva contraseña", dice Mazur. Nos dirigimos al búnker de una de las brigadas de la inteligencia aérea del ejército ucraniano, a tan sólo 10 kilómetros de las posiciones rusas. Sólo podemos entrar acompañados de su responsable de prensa. El ucraniano, de 50 años, se siente cómodo trabajando entre periodistas porque es también del gremio. Tiene una larga trayectoria como presentador de televisión, pero desde que estalló la invasión cambió el plató, el maquillaje y los focos por las trincheras, el barro y los drones.
Avanzamos hacia el campo de batalla por una carretera casi desierta, donde sólo nos cruzamos con algunas ambulancias y vehículos militares, a todo trapo, en dirección contraria. Unos kilómetros antes de llegar, el Mazur nos avisa: “Es habitual escuchar mucha artillería en este lugar, no se asustan porque en principio es de nuestros soldados”. Y tiene razón. Cuando bajamos del coche nos sorprende una fortísima detonación que hace temblar el suelo: ¡boom! Andri, un soldado de la brigada, ni se ha inmutado. Ha continuado con los brazos en alto sosteniendo un dron de color blanco sobre la cabeza. Si no estuviéramos en medio de una guerra pensaríamos que es un avión de juguete. Fija la dirección del aparato y lo arroja con fuerza hacia el horizonte. El dron despega y rápidamente se esfuma hacia las posiciones rusas.
En la siguiente hora y media, este dron espía de fabricación ucraniana, un modelo llamado Furia, sobrevolará el territorio ocupado por los invasores buscando tanques, blindados, infantería o cualquier rastro de presencia rusa. “Gracias a este dron podemos ver desde el aire los movimientos de nuestros enemigos en la frente. Así no arriesgamos la vida de nuestros soldados para obtener información”, explica Andri mientras nos pide que bajemos al búnker. El tiempo es oro, porque este modelo de vehículo no tripulado no está preparado para volar mucho rato y además los soldados rusos pueden localizarlo y abatirlo.
Imágenes de las posiciones enemigas
Accedemos al búnker, construido perfectamente con paredes de cemento, a través de una trinchera muy profunda en la que es difícil mantener el equilibrio. Dentro está el resto de sus compañeros, todos sentados sin apartar la mirada de dos pantallas sobre una pequeña mesa de madera llena de cables, tazas de café y bebidas energéticas. En una de las pantallas, como en una película, se ven las imágenes retransmitidas con alta calidad por el dron. Muestran claramente soldados y tanques rusos; en la otra tienen un mapa interactivo. La nitidez de las imágenes permite descartar algunas de las trampas que les paran las tropas de Putin, como tanques inservibles o pintadas en el suelo en forma de avión de combate.
Serguei tiene 40 años, es el más veterano y está sentado en una silla de oficina dirigiendo el dron con una mesita. Está concentrado. Mira a la vez las dos pantallas y va pasando toda la información a sus superiores, los analistas...
-94, 56, 72, 33...
-Por favor, repita los dos últimos números.
-72 y 33.
- Manténgase un poco más en esta zona: queremos ver los movimientos de este tanque.
Hablan de las coordenadas de las posiciones de los ocupantes que van obteniendo a partir de las imágenes que graba el dron. Es la información que necesita la artillería ucraniana para atacar a sus objetivos. “Este dron puede llegar a 30 kilómetros de distancia. Si vuela a una altura de 900 metros, los rusos no pueden verlo ni oírlo, pero si baja a 600 metros está expuesto", explica. El dron también puede operar de noche. “Aquí hemos hecho jornadas de diez horas. Todo depende del que nos pidan nuestros superiores. Estamos cansados, claro, pero nuestra motivación es matar a rusos", añade.
De repente, la pantalla que retransmite las imágenes del dron se funde a negro durante unos minutos. "Es la guerra electrónica, los rusos intentan también interferir nuestra cobertura", indica el operador de drones. Todos quedan en silencio esperando recibir órdenes de los superiores y sólo se oye el leve ruido de los ventiladores de los ordenadores. Por último, la imagen vuelve a la pantalla. Mientras siguen observando qué hacen los enemigos, Serguei habla con nosotros y cuando le preguntamos por los pobres resultados de la contraofensiva ucraniana de este verano nos responde contundente: "Sabemos el precio que estamos pagando, si alguien sabe cómo avanzar más rápido con los recursos que tenemos, que venga y que nos lo explique".
Observar sin ser vistos
A pesar de estar muy cerca de los combates, en el búnker hay sensación de seguridad. Está muy bien protegido y camuflado. Pero eso no ha impedido que les atacaran los rusos. “Sus drones también sobrevuelan nuestras posiciones. Ahora mismo está pasando, nos lo acaban de decir nuestros superiores. Por eso, nuestra artillería no responde por no ser descubierta”, nos explican.
Cuando ha terminado la misión, Serguei conduce el dron de vuelta hacia la base y Andri sale fuera, se queda de pie y, haciéndose sombra en los ojos con las manos, mira al cielo buscándolo. El aparato despliega un paracaídas y aterriza. Lo recuperan y lo llevan en el búnker. Es importante recuperar los aparatos intactos, pero sin dar demasiadas pistas.
Pasar desapercibido del enemigo no es fácil en esta guerra llena de ojos en el cielo, así que esta brigada va cambiando de posición con mucha frecuencia. Las bajas del ejército ucraniano son altas: basta con ver los cementerios y memoriales en las grandes ciudades, llenos de nombres de soldados caídos. Pero el gobierno de Zelenski no da cifras. Son secreto de estado.