Las cinco lecciones que dejan tres meses de guerra en Ucrania

El conflicto se estanca y Rusia no puede capitalizar su superioridad

5 min
Voluntarios exhuman los cuerpos de soldados rusos encontrados en una fosa común  al pueblo de Mala Rohan después de que fuera recuperado por las fuerzas armadas ucranianas, en la región de Kharkiv, Ucrania, el 19 de mayo de 2022.

BarcelonaCuando el 24 de febrero el Kremlin desencadenó la invasión de Ucrania, todas las apuestas iban en su favor: una superioridad militar abrumadora y la pericia del régimen de Vladímir Putin en las guerras híbridas hacían presagiar entre muchos analistas una victoria rusa rápida. Pero las cosas no han ido así: tres meses después, las conquistas militares del ocupante son muy limitadas y el objetivo de una invasión total parece ahora fuera del alcance de Moscú. La ofensiva rusa se ha redimensionado sobre las dos provincias del Donbás, donde ahora se concentran los combates. El coste humano y material de la guerra –tan brutal y poco sofisticada como siempre– es elevadísimo y sus consecuencias más allá de Ucrania todavía son imprevisibles. La resistencia ucraniana aguanta, la guerra se enquista y nadie ve el final al horizonte. Lo que ha pasado estos noventa días será materia de manuales de guerra y de estudios históricos, pero hoy analistas y altos mandos ya sacan algunas lecciones.

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Font: Ministeri de Defensa del

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La guerra no son habas contadas

Por mucho que Rusia sea una superpotencia militar y Ucrania uno de los países más pobres de Europa (ocupa el lugar 120 del ranking de 196 países del mundo en PIB per cápita), en el campo de batalla las cosas se tienen que mirar más de cerca. Moscú ha destinado 160.000 hombres a ocupar el país, según las estimaciones más fiables, es decir, la mitad de su potencial. Ucrania dispone de 145.000 soldados en activo más unos 240.000 reservistas (encuadrados en la llamada Fuerza de Defensa Territorial). "Rusia no previó la capacidad de reacción de la reserva ucraniana y fue la rápida movilización de esta última el que impidió la caída de Kiev, mientras que el grueso de las tropas regulares estaban posicionadas en el Donbás", escribe Léo Péria-Peigné.

Más allá de las cifras, hay factores más imponderables, pero igualmente importantes, como la motivación. "El factor humano siempre ha sido clave y a veces es el elemento que marca la diferencia", explica Pere Vilanova, catedrático de ciencia política de la UB. También hay una diferencia en la experiencia de combate: en los últimos ocho años de guerra en el Donbás la mayoría de reservistas ucranianos han pasado por situaciones de guerra real, mientras que las tropas rusas, más allá de las maniobras militares –que a menudo son más una exhibición de fuerza que no un entrenamiento real– han sido menos expuestas al combate. Rusia ha sido clave en la supervivencia del régimen de Bashar al-Assad desde que empezó a intervenir en Siria el 2015, pero aquella guerra, si bien ha servido de laboratorio para la industria militar del Kremlin, ha implicado solo la aviación y algunas unidades especiales, no un despliegue masivo de soldados sobre el terreno.

La desproporción de fuerzas, pues, no es tanto en términos humanos como materiales, de arsenales. Ucrania tiene menos aviones, menos tanques, menos misiles y menos barcos de guerra que Rusia. Y por eso en cada ocasión que se le presenta, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski pide armas, armas y más armas.

Vuelven los arsenales convencionales

La carrera armamentista mundial se ha centrado los últimos años en armas cada vez más sofisticadas, pero la guerra de Ucrania ya ha demostrado que las batallas terrestres convencionales continúan siendo importantes. Y, a pesar de la desproporción de fuerzas, Ucrania ha conseguido hasta ahora armas de Europa y de los Estados Unidos que no le permiten ganar la guerra, pero sí continuar resistiendo. Hasta que el conflicto ha evolucionado hacia una guerra de desgaste. "Los arsenales más básicos, como las armas antitanques y los sistemas portátiles de defensa antiaérea, que los soldados pueden llevar en la espalda, se han mostrado extraordinariamente eficaces en los ucranianos", dice un informe reciente del británico Royal United Services Institute.

Vilanova aclara que la guerra moderna no anula las antiguas formas de guerrear, sino que se sobrepone a ellas. "Las guerras cambian por acumulación y por superposición de capas: la de Ucrania es una mezcla de la guerra de Gila con la tecnología más avanzada, y quien se adapte más podrá sacar más provecho, aunque disponga de menos medios. La desventaja de Rusia es que entró en una guerra analógica y Ucrania, con la ayuda de algunos países, ya se había preparado para una guerra digital".

Problemas logísticos

En una guerra, la retaguardia puede ser tan importante como el frente y hemos visto auténticos desastres del ejército ruso, simplemente por errores en los flujos de abastecimiento. Con el primer plan de llevar a cabo una guerra relámpago parece que el ejército ruso se cubrió la retaguardia con reclutas o con unidades menos experimentadas. Los convoyes de abastecimiento estaban mal protegidos y se convirtieron en objetivos fáciles cuando quedaban empantanados en el barro o tenían que detenerse por falta de combustible o de municiones. Por no hablar del episodio en que el ejército ucraniano localizó unidades invasoras porque los soldados desplegados sobre el terreno usaban el móvil personal para localizar a chicas ucranianas en aplicaciones como Tinder.

Las instalaciones destruidas de la siderurgia Azovstal en Mariupol.

En cambio, las fuerzas ucranianas, que juegan en campo propio, se han basado más en el abastecimiento local. Habrá que ver cómo van las cosas ahora que la línea de frente parece estabilizarse en el Donbás, al extremo este del país, cosa que obliga las tropas ucranianas a cubrir largas distancias para enviar refuerzos y material y para evacuar heridos, con las infraestructuras de transporte muy tocadas, mientras que Rusia actúa a tocar de una frontera que ya hace años que tiene controlada. Por eso, los últimos envíos de material a Ucrania de los aliados europeos y de Estados Unidos han sido vehículos blindados y helicópteros, que pueden transportar tropas y material. La caída de Mariupol, donde el ejército ucraniano no fue capaz de hacer llegar ayuda militar, es un mal presagio para Kiev.

Más flexibilidad, una clave

La poca flexibilidad de la cadena de mando, muy centralizada, ha sido otro problema importante para Rusia. "Putin sistemáticamente impide que generales con talento actúen de manera razonable en el campo de batalla. La guerra ha estado mal planificada, mal preparada y con poca capacidad de rectificación sobre la marcha. Las guerras híbridas se caracterizarán porque las fuerzas que se implicarán tienen que ser profesionales, y también flexibles y con gran capacidad de adaptación a una realidad cambiante", añade Vilanova. En cambio, el ejército ucraniano, que se caracteriza por tener una fuerte proporción de suboficiales más jóvenes y más próximos al territorio, se ha mostrado mucho más eficaz a la hora de responder a las diferentes fases del conflicto.

Las bajas propias, una patata caliente

La guerra se juega también en el terreno de la comunicación y la propaganda y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, es un experto en ello. Una de las cuestiones más sensibles es la comunicación de las bajas en las propias filas. En Moscú, revelarlas es sinónimo de traición y las estimaciones más fiables aseguran que habría ya más soldados rusos muertos en tres meses en Ucrania que en toda la invasión de Afganistán, donde se superaron las 15.000 bajas durante diez años de guerra (1979-1989). Pero en el lado ucraniano tampoco hay mucha más transparencia. Justo este domingo Zelenski ha admitido que, cada día, mueren entre 50 y 100 soldados ucranianos en la batalla al Donbás. También los servicios europeos calculan que entre los ucranianos ya habría 15.000 bajas. Son muchos muertos en los dos bandos, que corresponden a un número parecido de efectivos sobre el terreno. Precisamente hoy el ministerio de Defensa británico, en su informe diario de inteligencia, destaca que en el pasado "la población rusa ha sido sensible a las víctimas" que ha habido en las guerras "escogidas" por el Kremlin y prevé, en este sentido, que "la insatisfacción con la guerra y la voluntad de expresarla" vayan aumentando.

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