Guerra en Ucrania

"Podemos estar días sin dormir", así es la vida dentro de los tanques en Ucrania

El ARA visita las bases de la 92a y la 10a brigadas entre Járkov y el Donbass para frenar el avance de las tropas rusas

Núria Garrido

Járkov / DonbasEl escenario parece sacado de una película de la Segunda Guerra Mundial. Cinco tanques gigantes están estacionados en medio de un bosque. Un mecánico se adentra de un salto en uno de ellos para hacer algunas reparaciones. Instantes después lo pone en marcha para comprobar si funciona. Lo observan los militares que los han usado estos últimos meses. Ellos son la 92a brigada de tanques. Son conocidos por las importantes victorias que han conseguido en la región de Járkov, como por ejemplo la liberación de Kupiansk y pueblos cercanos. Hitos que les dieron aliento para continuar. Pero saben que no pueden bajar la guardia. El nordeste continúa siendo muy peligroso. Muy cerca de la frontera con Rusia, los ataques son frecuentes en la segunda ciudad de Ucrania y sus alrededores. Los destrozos son visibles en todo el recorrido que ha hecho el ARA.

“Es difícil averiguar lo que tiene en la cabeza Putin, pero sabemos que lo que quiere es avanzar. Por eso estamos dejando a punto estos tanques”, explica Andrí, de 25 años. De fondo se oyen fuertes detonaciones. Es el fuego cruzado entre el ejército ucraniano y el ruso a solo 20 kilómetros, detalla el soldado. Los combates se están dando en la frontera entre Járkov y Lugansk, esta última bajo control del Kremlin. Frenar el avance de las tropas rusas en este sector es ahora su máxima prioridad. “Nuestra tarea es la defensa, pero también tenemos que seguir recuperando territorio”, explica.

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Este joven ucraniano es el comandante de esta brigada. Casi un año después del estallido del conflicto, arrastra mucho cansancio físico y mental. Admite que la guerra todavía durará meses, y por eso espera que los famosos tanques Leopard II de fabricación alemana lleguen cuanto antes. “Los tanques que tenemos aquí son todos soviéticos. Este en concreto es un modelo T-64. Han sido efectivos hasta ahora, pero son muy viejos. Para derrotar a nuestro enemigo, necesitamos los modelos que nos han prometido”, pide. Andrí también señala orgulloso un par de tanques que arrebataron a los invasores. Según los cálculos de Kiev, Moscú habría perdido un millar de tanques, de los cuales la mitad habrían sido capturados por el ejército ucraniano.

El sargento de esta brigada, de 24 años, tiene la mirada apagada. Tragedia es una palabra que ya no le es ajena. Hace unos meses vio caer a dos compañeros en el frente. Pero no quiere hablar, porque le duele demasiado aun. También le preocupa la situación de su familia. Su mujer se encuentra en un pueblo ocupado en la región de Zaporiyia, al sur del país. “No tengo casi contacto con ella”, lamenta. A esto se suma el desgaste físico por el ritmo frenético que llevan. “Aquí no tenemos horarios. Podemos estar días prácticamente sin dormir. Tenemos que estar siempre alerta por si tenemos que ir al frente a hacer algún relevo o a hacer alguna reparación de los tanques. No tenemos tiempo para distraernos”, explica.

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El Donbass, el corazón de la guerra

Bajo secreto mantienen la ubicación de algunos de los tanques que usa la 10a brigada de montaña ucraniana. Son tres tanques, uno de los cuales también capturado a los rusos. En este caso se encuentran en las afueras de Kramatorsk, considerada la capital del Donbass bajo control ucraniano. Llegar hasta esta ciudad es otro de los grandes objetivos de las tropas rusas. Esto supondría el control absoluto de esta región que Putin se ha anexionado después de un referéndum sin ninguna garantía. Brigadas como esta se están encargando de impedirlo. “Nosotros estamos destinados a los puntos defensivos cercanos a Soledar”, explica uno de ellos. Esta ciudad ha sido ocupada recientemente por las tropas rusas y hace que su llegada a Bakhmut sea más fácil.

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En su base, Ola prepara sopa caliente para los soldados. Lleva ya casi un año sin poder ver a sus dos hijas, de 28 y 29 años. Pide que no revelemos dónde están por miedo a represalias rusas. “Han elaborado listas con las personas que no estamos en los lugares que controlan. Si descubren que yo sirvo en el ejército, seguro que les harían algo a mis hijas”, lamenta. Y es que cuando empezó la invasión Ola estaba fuera de su pueblo natal trabajando. Lo que no esperaba era que el ejército ruso el mismo 24 de febrero lo ocuparía. “Mis hijas están cuidando a mi hermana mayor, que está enferma. De vez en cuando, cuando tienen internet nos escribimos, pero poco más”, añade.

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Antes de marcharse hacia el frente, esta brigada espera la visita de dos capellanes castrenses del patriarcado de Kiev. La guerra ha hecho que muchos se aferren a la fe más que nunca. Antes trabajaban como sacerdotes civiles en la parte occidental de Ucrania, pero ahora se han desplazado al Donbass, desde donde cada día dirigen plegarias y misas a los soldados especialmente en puntos críticos como por ejemplo Bakhmut. “Nosotros damos apoyo espiritual y psicológico a los militares. La mayoría de los soldados son creyentes de diferentes religiones: son católicos, judíos, musulmanes.... Pero esto no cuenta ahora. Los atendemos a todos”, indican. Los sacerdotes explican que todavía para gran parte de la sociedad ucraniana es difícil romper con el patriarcado de Moscú “Este cambio de mentalidad entre la gente se está dando muy poco a poco. Muchos están acostumbrados a visitar las iglesias rusas y todavía ponen en entredicho lo que está haciendo Putin aquí”, explican.