Derechos humanos

El dilema de Escocia con los clubes de 'strippers'

Edimburgo veta los establecimientos de 'dancing' con mujeres desnudas mientras que Glasgow los permite

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vista detalle del interior de un club

LondresGlasgow y Edimburgo, la capital económica de Escocia y la capital política. Una permite y protege a los clubes de strippers; la otra no. Pero desde este jueves y a lo largo de este viernes, el Tribunal Superior de Justicia de Escocia –el tribunal civil más alto del país– revisa la decisión del consistorio de Edimburgo a petición de tres locales y de un sindicato que defiende los intereses de las trabajadoras. En la urbe, en la parte vieja, quedan cuatro, todos concentrados en lo que históricamente se conoce como el Triángulo del Pubis.

Steve MacDonald es propietario de uno de los establecimientos, de nombre Baby Dolls. Si la normativa municipal sale adelante, en abril del año que viene lo tendrá que cerrar. Por el contrario, el local hermano de Glasgow, también propiedad de MacDonald, el Diamond Dolls, podrá seguir abierto, ya que a finales del mes de septiembre pasado el Ayuntamiento volvió a licenciarlo, junto a los otros dos que todavía siguen en activo en la ciudad.

La revisión judicial que tiene lugar ahora en Edimburgo es fruto de una demanda presentada por tres de los cuatro locales en colaboración con el sindicato United Sex Workers, que representa a las profesionales que trabajan en estos. Esta rama de trabajadoras sexuales del United Voices of the World Union (UVW) ganó en septiembre el derecho a la apelación de la decisión municipal. El Tribunal Superior de Justicia concedió así a las strippers de Edimburgo permiso para ser representadas por su sindicato en la acción judicial junto a los tres locales mencionados. Pretenden revertir la prohibición para mantener sus puestos de trabajo. El Ayuntamiento, el cual lidera el Partido Laborista de Escocia, había intentado bloquear la participación del sindicato.

Miembros del United Sex Workers Union de Edimburgo manifestando su protesta contra la proposición de ley del Ayuntamiento de la capital de Escocia

Mina Karenina, una de las aproximadamente cien mujeres que trabaja como stripper en Edimburgo, aseguraba en agosto, en la BBC: "Empecé a bailar cuando estaba en una situación económica muy precaria. Tenía 19 años y era la manera de la que podía sobrevivir. Si nos lo quitan, sería un gran error, especialmente en nombre del feminismo. Trabajar en estos clubes no es una forma de empoderamiento de las mujeres, tampoco de degradación; es una forma de sobrevivir. Es ganar dinero, es pagar el alquiler, es poner comida en la mesa para cuidar a nuestros hijos, que es lo que hace todo el mundo. Lo que empodera es tener dinero".

Jueves, antes de entrar en la sala de la vista, remarcaba: "Estoy increíblemente aliviada de poder explicar por qué creemos que la prohibición es ilegal. Pero también me sorprende el nivel de confrontación del Ayuntamiento, que ha hecho todo lo que estaba en sus manos para excluir del caso las voces de las strippers, que somos las que más nos veríamos afectadas por los procesos judiciales".

¿Futuros diferentes?

Los posibles diferentes destinos de los dos clubes mencionados antes, el Baby Dolls, de Edimburgo, y el Diamond Dolls, de Glasgow, son el resultado de un nuevo régimen de licencias. Hasta hace unos años, los bares o discotecas de strippers de Escocia tenían licencia como cualquier otro bar o club. Pero en 2019 se presentó una legislación para reclasificarlos como lugares de entretenimiento sexual, etiqueta que hace una década se había establecido en Inglaterra y Gales. La nueva ley ha permitido finalmente a los ayuntamientos votar un límite de licencias para estos lugares e, incluso, la posibilidad de erradicarlos.

En el fondo, la ley y lo que se ha aprobado en Edimburgo ha sido consecuencia de un cambio en las actitudes sociales hacia estos establecimientos, que tiene más que ver con el respeto a las mujeres y el rechazo a su cosificación sexual que no con ninguna cuestión relacionada con una moral sexual de tipo religioso.

En Reino Unido se considera que el número de clubes ha caído de unos 350 hace una década a los 150 actuales. Pero las represiones han provocado una reacción furiosa por parte de algunas strippers y sus sindicatos. Como recordaba Mina Karenina, las trabajadoras de los clubes de Edimburgo han querido defender sus derechos laborales. Y tienen precedentes de batallas ganadas en este sentido. En 2016 Marvin Rees, el alcalde laborista de Bristol, se comprometió a cerrar los dancing clubs durante su campaña electoral. En julio, después de una campaña del United Sex Workers Union (USWU), el consistorio votó a favor de mantenerlos abiertos.

La decisión del Tribunal Superior de Justicia de Escocia podría llegar hasta el Supremo de Reino Unido, si ninguna de las partes acepta el veredicto. De momento, lo que es seguro es que hasta abril, tanto Glasgow como Edimburgo mantendrán abiertos estos locales, una forma de trabajo para algunas de las bailarinas o una explotación sexual de las mujeres desde el punto de vista opuesto.

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