Los dilemas de Ucrania frente a la nueva ley de reclutamiento

El gobierno de Zelenski impulsa la movilización de soldados más jóvenes para paliar la falta de efectivos en los frentes

Olha Kosova
y Olha Kosova

KiivSerhí, un mecánico de 50 años, reside en Kiiv con su familia después de que su hogar en Irpín fuera destruida por un bombardeo de las fuerzas rusas. A pesar de su profundo amor por Ucrania y su animadversión hacia los rusos, ha optado por no unirse al ejército ucraniano de forma voluntaria. Justifica su decisión por el insuficiente apoyo gubernamental a los veteranos, citando casos de amigos que no logran reconocimiento como combatientes, de soldados dados de baja por lesiones que no han recibido compensaciones adecuadas y de familias de soldados muertos que enfrentan obstáculos burocráticos por solicitar la ayuda prometida.

Serhí también se muestra crítico con las leyes de movilización aprobadas recientemente, que incluyen la disminución de la edad mínima de reclutamiento de los 27 a los 25 años y la puesta en práctica de un sistema de registro electrónico para los reclutas. Estas medidas, firmadas el 2 de abril por el presidente Volodímir Zelenski, han sido motivo de controversia. "Estamos defendiendo a Ucrania sin los ucranianos, sacrificando a la nueva generación", lamenta, incapaz de soportar la vista de tumbas de soldados y de jóvenes mutilados en las calles de la capital.

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El proyecto de ley 9281, destinado a aumentar la movilización de jóvenes en las Fuerzas Armadas de Ucrania, recibió luz verde en mayo del 2023. Esta medida gubernamental fue ratificada por una mayoría constitucional en el Parlamento. Posteriormente, en junio, Ruslan Stefanchuk, el presidente del Parlamento, firmó el documento, que fue remitido inmediatamente al presidente para que lo promulgase. No ha sido hasta ahora cuando la ley ha entrado en vigor.

Las voces de los aliados occidentales, que han insistido en varios tonos en la necesidad de una mayor movilización, han acabado teniendo impacto en Kiiv.

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Dilemas y rechazo

El retraso de diez meses del comandante jefe de las Fuerzas Armadas a la hora de firmar la ley atrajo críticas de la oposición, que interpretó esta tardanza como un temor del gobierno de Zelenski a las posibles repercusiones negativas en su popularidad . En todas las guerras, movilizar a más gente para ir al frente implica críticas y rechazo al ejecutivo responsable. La estampa que se ve en todas las estaciones del país, jóvenes militares esperando trenes hacia la guerra, es dolorosa para la sociedad ucraniana, cansada después de dos años de guerra y con un horizonte no muy esperanzador.

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Mientras, el país agresor entiende y explota esta situación a su favor, manipulando hábilmente a la opinión pública con su propaganda. Un ejemplo claro fue un vídeo lanzado antes de la firma de la ley de movilización, en ucraniano, que mostraba la disparidad de realidades entre dos ciudadanos: uno forzado a ir al frente y herido en combate y otro disfrutando de lujos como jets privados y fiestas exclusivas. "Cocaína, chicas de compañía, complejos turísticos de lujo: esta es la realidad para algunos en Ucrania. Sangre, trincheras sucias y la presencia de ratas es lo que enfrentan a otros", destacaba el vídeo.

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Este dilema también lleva meses presente en el país: ¿puede la parte de Ucrania más alejada de la frente vivir con cierta normalidad mientras los ucranianos del este y del sur se han acostumbrado al sonido de las bombas? ¿Un joven de 25 años de Kiiv, que no ha sido llamado a filas, puede salir de fiesta en la capital mientras un número secreto de soldados mueren todos los días en el campo de batalla del Donbás?

Un tema tabú

Para Mykola Bieleskov, experto militar ucraniano, la realidad de una guerra es dura y oscura. Bieleskov señala que, independientemente de las condiciones que el estado proporcione al ejército, la guerra es invariablemente un asunto de vida o muerte. Y, por tanto, también es una cuestión de cientos y miles de destinos humanos destruidos.

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Quizá por eso, casi desde el principio de la guerra, la cuestión del reclutamiento se convirtió en un tema casi tabú. Hasta el punto de que hablar de ello era considerado de mal gusto. Durante las conversaciones cotidianas parecía haber un acuerdo tácito entre los interlocutores para omitir deliberadamente cualquier mención sobre por qué determinados individuos –ya fueran hijos, hermanos o maridos– no estaban luchando.

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Al principio de la guerra, tuve acceso a uno de los puntos de estabilización del frente. El caos dominaba en todas partes y se oían los gritos de los soldados heridos. En un rincón había una mujer. Una enfermera de unos 50 años estaba apoyada contra la pared de la segunda planta. Entre sollozos, compartió su historia: “Son los hijos de alguien. Cada día imploro que el mío no acabe aquí”, me dijo.

Hace más de un año, celebré Navidad con una mujer en un pequeño municipio en la región de Mikolaiv. Ella le pasaba sola: su marido estaba luchando y su hijo de 20 años, de la brigada 36, ​​estaba en cautiverio ruso. Casi sólo había mujeres en la cocina comunitaria en la que pasamos buena parte del día. Por un momento pensé si era un alojamiento exclusivo para mujeres. Pero no lo era. "Es que todos los chicos están ahora en la guerra", me dijo una de las chicas.

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¿La guerra es para los jóvenes?

Pese a la polémica, los defensores de las nuevas medidas están convencidos de que esta nueva ley es necesaria. Muchos comandantes, especialmente los de rango medio, insisten en la importancia de dar descanso a sus combatientes exhaustos y enfatizan que, históricamente, la guerra es una carga que recae sobre los hombros de los jóvenes. Maksim Zhorin, excomandante del Azov y subcomandante de la 3ª Brigada de Asalto Especial, comparte una reflexión que resuena a menudo en las líneas del frente: “La guerra es para los jóvenes. Un análisis de los conflictos del siglo pasado lo confirma claramente”. Zhorin apunta, además, que los jóvenes no sólo están mejor preparados físicamente, sino que su capacidad para innovar y tomar decisiones rápidas es crucial en el contexto bélico.

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Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania no sólo es un desafío presente, sino que también proyecta una sombra sobre el futuro demográfico del país, en una comparación tan dramática como con el Holodomor, ese genocidio por hambre que va marcar un antes y un después en la historia ucraniana. La escasez de jóvenes, resultado directo de la caída de la natalidad durante la crisis económica de los años 90, ha llevado a un desequilibrio en el que los hombres de cuarenta años superan en número a los de veinte. Aunque las consecuencias a largo plazo son inciertas, es evidente que Ucrania enfrenta el riesgo de una tragedia demográfica importante.