Europa sucumbe a Trump

Los líderes europeos se doblan ante el presidente de EEUU en las exigencias de rearme, comerciales y de relaciones internacionales

BruselasAutonomía y soberanía. Son dos palabras que la Unión Europea y los líderes europeos repiten hasta vaciarlas de contenido. Sobre el papel, estos conceptos guían a la mayoría de las medidas presentadas por la Comisión Europea de Ursula von der Leyen y que, entre otros, explican el gran rearme del continente. El objetivo es dejar de estar sometido a socios tan poco fiables como la Rusia de Vladimir Putin –dependencia energética–, de China de Xi Jinping –dependencia comercial– y de Estados Unidos de Donald Trump –dependencia comercial y militar–. Pero a la hora de la verdad, el bloque europeo va dando ciegos golpes y no acaba de dirigirse hacia la independencia que anhela, sobre todo respecto a la potencia estadounidense.

Esta semana las contradicciones y limitaciones de los líderes europeos se han hecho evidentes. Por un lado, los aliados atlánticos de Europa han aceptado en la cumbre de la OTAN de La Haya la imposición de Trump de gastarse un 5% del producto interior bruto (PIB) en defensa sin apenas rumiar. Y, por otro lado, acordaron unas conclusiones en el Consejo Europeo en las que se proponen incrementar sus capacidades militares y dejar de estar a merced de la protección que el Pentágono ofrece en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

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Más allá del incremento de gasto militar, la UE se ha dejado apartar del tablero geopolítico. Estados Unidos quiere forzar unas negociaciones entre Moscú y Kiiv, aunque sea en detrimento de los intereses de Ucrania, y el bloque europeo ha quedado completamente relegado a un papel secundario. Es la potencia que más ayuda ha suministrado a Kiiv y, sin embargo, se limita a ir a remolque de Trump, que no es precisamente un gran defensor de la soberanía ucraniana y la seguridad europea.

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También ha quedado patente en las reuniones de líderes de esta semana en La Haya y en Bruselas. En la cumbre de la OTAN, Zelenski quedó arrinconado y sólo se le invitó a participar en encuentros informales. Incluso, en las conclusiones consensuadas por los aliados se retiró la referencia de las aprobadas el pasado año en el "camino irreversible de Ucrania hacia la OTAN", un vocabulario que pretendía dar garantías de seguridad a Ucrania. Por contra, aprovecharon el Consejo Europeo, en el que obviamente Trump no participa, para ratificar su firme compromiso con Zelenski. De hecho, el presidente ucraniano participó telemáticamente del encuentro y buena parte de la reunión se centró en cómo seguir sancionando al régimen de Putin.

Tampoco han alzado la voz contra el ataque de Trump a Irán. La UE sobre todo pidió volver a la diplomacia y sentarse a negociar para evitar una escalada del conflicto, pero en ningún caso se mostró mínimamente crítico con la decisión de la administración Trump. Más bien lo contrario. Von der Leyen, por ejemplo, ha remarcado sobre todo que el objetivo debe ser que el país persa "nunca consiga la bomba atómica" y se limita a culpar a Irán de la inestabilidad de Oriente Próximo, tal y como insiste la Casa Blanca o el secretario general de la OTAN, el ex primer ministro neerlandés Mark Rutte.

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En cuanto a la guerra comercial, ya hay países que abogan por aceptar un acuerdo de forma urgente con Estados Unidos, aún no sea el mejor para la Unión Europea. Lo que más presiona en ese sentido es Alemania. El canciller germánico, Friedrich Merz, mandó prisa en el Consejo Europeo en la Comisión Europea y sus homólogos para cerrar un pacto comercial lo antes posible y "salvar a las empresas" alemanas que exportan a la potencia estadounidense, especialmente las automovilísticas.

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Incluso, insinuó que estaría dispuesto a firmar un entendimiento descompensado. Es decir, que EEUU mantenga el 10% de los aranceles extras que ya aplica de forma temporal a la UE y que, en cambio, Bruselas no presente contramedidas. Lo único que se opuso fue el presidente francés, Emmanuel Macron, quien pidió encontrar un punto de consenso "equilibrado" con la Casa Blanca.

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Salvar los muebles y pelota hacia delante

La intención, y así lo han insinuado públicamente varios líderes europeos, es capear la situación actual como sea y, a la vez, prepararse para que en un futuro Europa vuelva a encontrarse en una posición de fuerza en el tablero internacional. Solo se entiende así la actitud de los dirigentes europeos ante Trump: salvar a la OTAN, de la que dependen para defenderse, e intentar llevar a Trump a su terreno en la guerra de Ucrania y en los conflictos de Oriente Próximo.

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De hecho, la primera reacción de los dirigentes europeos ante las amenazas del líder republicano fueron bastante contundentes. Von der Leyen prometía que no se arrugaría ante la guerra comercial iniciada por Washington y los socios europeos de la Alianza, incluso los más atlantistas declararon que era necesario "independizarse" del Pentágono.

Sin embargo, con el tiempo, el magnate neoyorquino rebajó el tono contra todo y todo el que había cargado anteriormente, sobre todo con Volodímir Zelenski y la Unión Europea. Y, aquí, los Estados miembros y Bruselas vieron una brecha de oportunidad para salvar los muebles: se mordieron la lengua y volvieron a los discursos más conciliadores de Trump. Sin embargo, el precio a pagar ha sido sacudirse un sapo tras otro en materia de rearme, comercio y relaciones internacionales.

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La UE sueña en un futuro con más autonomía y soberanía para dejar de depender de EE.UU. y poder decir la suya, independientemente del inquilino de la Casa Blanca de turno. De momento, los líderes europeos se encuentran todavía en una fase de discusión sobre cómo alcanzar algún día este objetivo y, mientras tanto, aunque sea porque no tienen más remedio o no saben jugar mejor sus cartas, se encuentran sucumbiendo a Trump.