Mark Rutte, de estrangular el sur de Europa al servilismo más humillante con Trump
El líder de la OTAN ha pasado de ser un azote para la austeridad económica a presionar para el mayor rearme desde la Guerra Fría
BruselasLa imagen que se construyó Mark Rutte (La Haya, 1967) como primer ministro de los Países Bajos es la de una persona normal y corriente, sencilla y sin ningún tipo de lujo. Llegaba al trabajo en bici y, antes de entrar en la sede del gobierno en La Haya como un oficinista más, siempre saludaba a la prensa con una simpatía marca de la casa, tan impostada como hilarante.
Su gran rasgo característico como dirigente político era la austeridad económica llevada al extremo. También le gustaba venderse como un gran garante del uso eficiente del dinero público y, por ejemplo, llegaba a las cumbres europeas con una manzana como símbolo de la frugalidad. Fue entonces cuando se le bautizó con el apodo de Mr. No. A todo lo que fuera más inversión pública, más Unión Europea y mayor colaboración entre Estados miembros, el dirigente de los Países Bajos más longevo de la historia siempre tenía el monosílabo preparado: "No".
Pero ahora parece haber olvidado aquellos tiempos en los que hacía lo imposible por no dejar gastar ni un euro de más en los países del sur del continente, que contribuyó a condenar a los recortes ya una larga recesión. Ya no llega en bici a la sede de la OTAN en Bruselas ni llega a las cumbres comiendo manzanas. Ha pasado de ser uno de los grandes azotes de las políticas económicas expansivas y contra el margen fiscal a ser el cómplice imprescindible de Donald Trump en la Alianza Atlántica.
Sin su inestimable fidelidad al magnate neoyorquino, el Pentágono no habría logrado imponer tan fácilmente a los aliados europeos el ingente incremento de gasto público, y tampoco empujarles a llevar a cabo el mayor rearme desde la Guerra Fría. Con diez años, los estados deben llegar a destinar un 5% de su producto interior bruto, tres puntos porcentuales más que la media registrada por los países de la UE que también forman parte de la OTAN.
El servilismo de Rutte en Trump se hace evidente en casi cada aparición pública que hace en la que se refiere a Estados Unidos, que controla de facto la Alianza Atlántica. Sin embargo, unos mensajes privados que el presidente estadounidense publicó este martes aún dejaron más claro cómo está el neerlandés supeditado a los intereses de la Casa Blanca. "Donald, nos has conducido a un momento realmente muy importante para América y Europa. Lograrás algo que ningún otro presidente americano en décadas podría haber conseguido", le escribe.
Sin embargo, no es necesario que Trump publique una conversación privada con él para ver hasta qué punto Rutte está dispuesto a humillarse. El momento más surrealista se produjo cuando el jefe de la OTAN se refirió al presidente de EEUU como "daddy" [papi] en una conversación en plena cumbre en la que decía que a veces "debe subir el tono" para intermediar en conflictos como el de Irán e Israel. Sin embargo, el magnate neoyorquino no acabó de entender por qué le había dicho "papi" y se pensó que tenía un doble sentido erótico. "Creo que le gusto. [...] Le voy a joder fuerte", respondió.
Un gran jabonador
No importa si se trata de los estirabots de Trump como de las amenazas que suelta a diestro y siniestro, a propios ya extraños. Rutte nunca le falla. Siempre quita hierro a sus palabras. Uno de los casos más exagerados fue cuando el magnate neoyorquino insinuó que invadiría Groenlandia, que pertenece al estado de Dinamarca. Pese a que un aliado de la OTAN amenazó la soberanía de otro, el dirigente neerlandés se limitó a decir que, sencillamente, Trump estaba preocupado por la seguridad del Ártico y que, en términos de defensa, "muchas veces tiene razón".
La reacción es similar cuando se le pregunta a Rutte si teme la falta de compromiso de la administración republicana con la OTAN. El presidente estadounidense pone en duda constantemente que esté dispuesto a cumplir con el artículo número 5 de los tratados de la Alianza, que establece que el ataque a un aliado supone una agresión al global del entendimiento militar y, por tanto, todos los socios deben ayudarle a defenderse. De hecho, ésta es la principal razón de ser de la OTAN, que pretende ser sobre todo disuasoria. Sin embargo, cuando la prensa le quita la cuestión, el dirigente neerlandés siempre enjabona un poco a Trump y, a continuación, responde que el Pentágono sigue "completamente comprometido" con la Alianza.
Fuentes diplomáticas de la OTAN intentan defender esta actitud y aseguran que se ve obligado a realizar equilibrios entre los intereses de los aliados europeos y el personaje ególatra de Trump. Sin embargo, también se cuestionan si para salvar la Alianza Atlántica y hacer de charnela entre los dos continentes hay que llegar a estos niveles de ciega fidelidad y servidumbre.