Un grupo de inmigrantes y personas vulnerables acompañarán el féretro de Francisco antes de su entierro
La basílica de San Pedro cierra sus puertas después de que 250.000 fieles y muchas autoridades se hayan despedido del papa Francisco en la capilla ardiente
RomaUnas 250.000 personas se despidieron del papa Francisco en la capilla ardiente instalada desde el miércoles en la basílica de San Pedro. Un alud que desbordó hasta las previsiones más optimistas y obligó al Vaticano a mantener abierta sus puertas hasta la madrugada. El pontífice, fallecido el lunes a los 88 años, será despedido este sábado en una multitudinaria ceremonia a la que acudirán 130 delegaciones internacionales y 50 jefes de Estado, pero donde tendrán un lugar privilegiado un grupo de unas 40 personas vulnerables, pobres, presos, transexuales y sintecho.
Con este acto simbólico, el Vaticano ha querido subrayar la relación profunda que el papa Francisco tuvo con los más desfavorecidos. Cada uno llevará una rosa blanca en la mano y se ubicarán en las escalinatas de la basílica romana Santa María Mayor, donde el pontífice recibirá sepultura.
La basílica de San Pedro cerró sus puertas al público el viernes por la tarde para empezar el rito del cierre del ataúd del papa Francisco, que estuvo presidido por el cardenal camarlengo, Joseph Kevin Farrell. Una ceremonia solemne y privada, cargada de simbolismo, en la que se preparó el cuerpo del pontífice para su sepultura.
Francisco será enterrado en un solo ataúd en lugar de los tres habituales (de ciprés, plomo y roble) y en el interior se han introducido doce monedas de oro, plata y bronce acuñadas por el Vaticano y que señalan los años que duró el papado y un "rogito" o escritura, que enumera brevemente los detalles de su vida y pontificado.
Este documento, redactado por el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, monseñor Diego Ravelli, contará con dos copias que fueron firmadas por los presentes después de haberlas leído en voz alta. Una se introdujo en un tubo de metal que se colocó en el féretro. La otra copia del acta pasará a formar parte del archivo de la Oficina de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias.
A continuación, la cara del papa Francisco se cubrió con un velo blanco de seda, como símbolo de pureza y se rogó una oración, según lo previsto en elOrdo exsequarum romani pontificios, el libro litúrgico que regula las exequias de los Papas. El cardenal camarlengo roció después el cuerpo de Francisco con agua bendita.
El ritual contó con la presencia de un grupo reducido de miembros de la jerarquía eclesiástica, entre ellos el suyo número dos, el secretario de estado, Pietro Parolin. También estuvieron presentes los secretarios del Santo Padre, Daniel Pellizon, Juan Cruz Villalón y Fabio Salerno.
El adiós de las autoridades
Poco antes de que las puertas de la basílica de San Pedro cerraran para los fieles, el presidente de Francia, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte acudieron al templo para dar su último adiós a Francisco. Vestidos completamente de negro, ambos se detuvieron en silencio frente a los pies del féretro unos minutos. La delegación gala fue una de las primeras en aterrizar en Roma para asistir a las exequias del Pontífice.
Mandatarios y monarcas de todo el mundo empezaron a llegar este viernes a la capital italiana, completamente blindada para garantizar la seguridad de la ceremonia, que reunirá a los potentes del mundo. La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, recibió en el Palau Chigi al primer ministro británico Keir Starmer y su homólogo húngaro Viktor Orbán en unas visitas calificadas de cortesía.
Uno de los últimos en aterrizar fue el presidente de EEUU, Donald Trump, quien antes de viajar a Roma con su esposa, Melania, aseguró estar disponible para mantener reuniones bilaterales con otros líderes internacionales, sin precisar con quién. Sin embargo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, avanzó que probablemente no podrá participar en las exequias para poder seguir la situación en su país tras los últimos ataques de Rusia.
El viernes, todos los cardenales presentes en Roma –incluidos los no electores– se congregaron en la cuarta reunión informal diaria en el Vaticano, en la que los purpurados debaten sobre las prioridades del próximo pontificado. Sin embargo, la reunión se convirtió en un caos cuando el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, anunció que el cardenal Angelo Becciu, a quien el pontífice destituyó tras ser condenado en un escándalo de operaciones financieras fraudulentas conb fondo de la Secretaría de Estado y de las donaciones de los fieles, no podía participar en el cónclave, como reclama.
El problema es que Francisco no siguió las vías oficiales –lo obligó a renunciar a los derechos cardenalicios, pero no a los deberes, que incluye participar en la elección del pontífice–, y tampoco había ningún documento oficial de la decisión del Papa. Hasta ayer. Según publicaron medios locales, dos cartas escritas por el Papa de las que hasta ahora no se tenía conocimiento plantearían la exclusión del cardenal italiano en el cónclave. Un giro de guión inesperado, que probablemente no sea el último.