El ataque ruso a Ucrania

Ortwin Renn: "Este invierno no podremos tener la calefacción a 25 grados"

Exasesor de Angela Merkel y director del Instituto de Estudios Avanzados de Sostenibilidad de Potsdam

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Ortwin Renn, en una imagen de archivo.

BarcelonaQuedan aún 60 días para que comencemos el otoño, pero hace semanas que la política europea no puede dejar de pensar en la llegada del frío. En un contexto de guerra económica y diplomática con la Rusia de Vladímir Putin –como respuesta a la invasión de Ucrania, que sigue–, la Unión Europea sabe que la posibilidad de que Moscú corte el grifo del gas, que calienta y hace funcionar una parte importante del continente, es más que real. Ortwin Renn (Schmidtheim, Alemania) es director del Instituto de Estudios Avanzados de Sostenibilidad de Potsdam y fue asesor en política nuclear de la cancillera Angela Merkel. En una llamada telefónica con el ARA, analiza el reto que esta incertidumbre energética –y, por lo tanto, económica, social y política– supone para una Europa que vive uno de los momentos más trascendentales de su historia reciente.

Estamos en julio y en Suiza ya se está agotando la leña que los mercados tenían prevista para todo el otoño. En Alemania también es cada vez más difícil encontrar. ¿Cuando llegue el frío, Europa sufrirá?

— Definitivamente, sí. El riesgo existe, es alto, y esto ya es bastante grave. No tengo una bola de cristal y, por lo tanto, no puedo saber hasta dónde llegaremos, pero será importante para la estabilidad de los gobiernos que este sufrimiento sea compartido.

¿Qué quiere decir?

— Que no sean los pobres los que se congelen de frío porque no pueden pagar la factura de la luz y, en consecuencia, no tengan calefacción ni en una sola habitación de la casa y que, mientras tanto, aquellos que sí que la puedan pagar pongan la calefacción de toda la vivienda a 25 grados. Tiene que haber un trabajo de concienciación importante: este invierno, si vives en una casa grande y tienes cinco habitaciones, quizás será mejor que no todas tengan la calefacción puesta en marcha. Si otros años poníamos el aire a 25 grados, este probablemente lo tendremos que tener a 23 o a 21 grados. Si las medidas que los gobiernos tienen que tomar no son equitativas –o, por ejemplo, se prioriza de forma descarada la industria a las personas–, veremos protestas sociales en toda Europa.

¿Y esto es lo que quiere conseguir Putin, no? Inestabilidad en Europa.

— Evidentemente, en un contexto como el que tenemos, la estrategia de Putin es presionar tanto como pueda a Europa. El poder energético que tiene respecto a tantos países de la Unión Europea le da la opción de hacerlo cuando quiera. La gran pregunta, evidentemente, es si se atreverá a cortar completamente el grifo del gas o, cuando menos, a reducirlo todavía más de lo que lo ha hecho hasta ahora. Personalmente, estoy bastante seguro de que, si tiene la oportunidad de cortar el gas, lo hará.

¿Qué lo para?

— Principalmente, el dinero. Putin necesita dinero para hacer la guerra en Ucrania y una parte de este dinero le llega a través de la venta de gas a países europeos. Si Rusia consigue encontrar otros compradores, tendrá menos problemas a la hora de reducir las exportaciones de gas en Europa. Si no lo hace, le será más difícil. Por lo tanto, Moscú se encuentra ahora mismo en medio de este dilema: necesita dinero para, entre otras cosas, subvencionar la guerra e intentar mantener su estrategia de presión energética, y por lo tanto económica, contra Europa.

Ante esta posibilidad, la Unión Europea ya se ha comprometido a reducir, de forma conjunta, el consumo del gas hasta un 15%. Bruselas lo ha celebrado como una nueva muestra de solidaridad ante Rusia.

— Es una estrategia solidaria, sí..., pero es que no hay más remedio. Como sabes, Alemania es uno de los países más dependientes del gas ruso y esta vez es uno de los que más solidaridad europea necesita. Entiendo que se recuerde que durante la crisis financiera otras países esperaban más solidaridad de Berlín, pero no tenemos que ser ingenuos: aunque algunos países están más expuestos que otros a la amenaza de un corte del gas ruso, todos los Estados de la Unión Europea sufrirían las consecuencias a través del mercado único.

Esto no impide que hayamos escuchado algunos reproches hacia Alemania criticando su gran dependencia energética ante la Rusia de Putin.

— Creo que, sobre todo, hay dos decisiones que se habrían tenido que evitar. La primera fue la privatización de la industria nacional del gas para acabar vendiéndola a empresas controladas por el Kremlin. El Gobierno no tenía ninguna necesidad de tomar esta decisión salvo una razón puramente económica: cuidar el bolsillo del contribuyente alemán. El segundo error fue la construcción del gasoducto Nord Stream 2 [une los dos países a través del mar Báltico sin pasar por ningún otro Estado]. A pesar del rechazo de los países de la UE o de Estados Unidos, Alemania quería asegurarse de que los conflictos de Putin con los países vecinos no le pasaran factura. Por lo tanto, en lugar de intentar reducir la dependencia energética de Moscú, optó por reforzarla, reforzando también el poder geopolítico de Putin. El resumen es que probablemente se priorizaron los intereses económicos y comerciales con Rusia a pesar de las advertencias de que esto situaba a Berlín en una posición totalmente vulnerable ante Moscú.

Usted trabajó con Angela Merkel. ¿Cree que esta vulnerabilidad ante el Kremlin es la gran mancha de su legado?

— No creo que sea justo señalar solo a Angela Merkel. Evidentemente, ella era la cancillera y, por lo tanto, tiene que asumir la responsabilidad de haber impulsado este tipo de políticas energéticas, pero establecer esta relación con Moscú era una opción bastante compartida entre toda la clase política alemana. Salvo los Verdes, los otros grupos estaban de acuerdo. Creo que hubo un error de cálculo: se pensaban que incrementando el vínculo energético con el Kremlin se incrementaría también la dependencia que el Gobierno ruso tenía del dinero alemán y de este modo podrían controlar e influenciar a Putin. Pero resulta que estaban muy equivocados.

Hablemos de soluciones. A corto plazo, ¿qué tiene que hacer Europa para sobrevivir al frío de los próximos meses?

— Creo que se puede resumir en tres conceptos. El primero, como decíamos antes, que esta solidaridad entre Estados europeos se materialice. No solo porque nos jugamos el bienestar de todos, sino porque sería también un mensaje político potente ante Moscú. El segundo, intentar buscar alternativas para asegurarnos los recursos energéticos necesarios. Probablemente serán opciones más costosas, pero será mejor esto que depender de la voluntad de Putin. Y el tercero, ser muy eficientes a la hora de consumir energía: se tendrá que calcular muy bien a qué se destina cada cantidad de gas, evitando gastos innecesarios. Tendremos que sacrificar un poco nuestras comodidades para conseguir reducir la demanda energética.

Y a largo plazo, ¿cuál es el camino?

— Muy fácil: las energías renovables. Ahora crece el discurso que dice que se tendría que posponer la transición verde porque primero hay que solucionar la crisis de Ucrania. Creo que este enfoque es totalmente incorrecto, básicamente porque en realidad la solución a la amenaza rusa es, en buena parte, acelerar la transformación de Europa hacia las energías renovables. Si Europa hubiera priorizado las energías renovables –y te aseguro que tiene muchas capacidades para hacerlo–, usted y yo no estaríamos haciendo ahora esta entrevista.

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