La monarquía británica, incapaz de contener el escándalo de los abusos del príncipe Andrés

Uno de los biógrafos del aún príncipe argumenta que la monarquía británica vive la mayor crisis desde 1936

Copias del libro 'Nobody's Girl', de Virginia Roberts Giuffre, expuestas en la librería Dymocks de Sydney, este martes.
21/10/2025
5 min

LondresCon las memorias póstumas de Virginia Roberts Giuffre desde este martes ya en las librerías del Reino Unido, Estados Unidos y también de Australia, la presión sobre la Corona británica para trazar una línea roja definitiva entre el rey Carlos III y el aún príncipe Andrés sigue creciendo, hasta el punto de que se puede hacer insoportable. Si bien el relato de la mujer –escrito con la colaboración de la periodista Amy Wallace– no añade grandes novedades en relación a lo que ya se conocía sobre el comportamiento del tercer hijo de Isabel II, sí profundiza en una herida que no deja de sangrar, y destapa con crudeza la carencia de principios de un miembro de los royals y, en general, del círculo de poder en el que se movía.

El clan de los Windsor, todos cuyos miembros deberían tener, presuntamente, una conducta ejemplar, aparece una vez más arrastrado por el barro de la mano del pedófilo convicto, y corruptor de menores, Jeffrey Epstein, y de su expareja, y captadora de chicas, Ghislaine Max.

Andreu, amigo, cómplice del magnate y beneficiario de sus favores, de su dinero y de sus fiestas sexuales –"orgías", dice Giuffre en el libro–, pone al descubierto, una vez más, la farsa y la debilidad de la monarquía como familia e institución, revelando sin tapujos lo que es una estructura de poder que, al menos en el caso de Andrés, le ha servido toda su vida para beneficiarse de sus privilegios y de la impunidad de que gozaba.

La semana pasada, días antes de que el libro se pusiera a la venta, ya raíz de la publicación de un simple extracto, el Palacio de Buckingham intentó parar el golpe, con la esperanza de que sería suficiente. Así, Carlos III forzó a su hermano a renunciar al uso de todos sus títulos. Pero la tormenta no esparce. Al contrario. Hasta el punto de que el biógrafo de Andreu, Andrew Lownie, aseguraba esta mañana, en unas declaraciones al muy conservador The Daily Telegraph, que la Corona se enfrenta a la "crisis más grande desde la abdicación de Eduardo VIII [1936]" y que no le extrañaría que "Andreu acabara yendo a juicio". De hecho, la policía le investiga por haber intentado utilizar ejércitos de troles para acosar virtualmente a Virginia Roberts Giuffre, así como para pedir a uno de sus escoltas que la investigara para obtener información con la que presionarla.

"Esta historia no desaparecerá"

El caso dice mucho de la relación enfermiza, dependiente y que se retroalimenta continuamente entre la Corona y los medios de comunicación británicos, capaces de aplaudir a la monarquía hasta el ridículo más extremo, pero también de coger entre los dientes una presa y no soltarla hasta que la han destrozado y sus restos permanecen expuestos a la vista de todos.

El destino de Andreu está en juego estos días, y la baronesa Helena Kennedy Casey, miembro de la Cámara de los Lores, comentaba este martes por la mañana en el programa Today, de BBC Radio 4, que "esta historia no va a desaparecer, y que sus problemas tampoco van a desaparecer", ni siquiera con la muerte –ese suicidó el pasado abril– de Virgina Roberts Giuffre. "Andreu debería tener presente que ahora tenemos una ley, introducida en el 2003, que permite procesar al Reino Unido a una persona por el delito de violación, aunque éste se haya cometido en otro sitio". Tanto es así, que la baronesa aconsejaba al príncipe que reciba "un asesoramiento jurídico muy sólido", ya que "tendría que haber una investigación sobre todo el asunto de cómo [Andreu] intentó desacreditarla, difamarla y destruir su reputación […], y debería marcharse discretamente e irse a otro lugar para irse tranquilo.

Melania Trump, el príncipe Andrés, Gwendolyn Beck y Jeffrey Epstein en una fiesta en el club Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida, el 12 de febrero de 2000.

Que la prensa no se detendrá hasta que el Palacio de Buckingham no decida retirarle todos sus títulos –la renuncia a utilizarlos no implica que haya sido despojado oficialmente– lo ha demostrado también The Times, que en su edición de este martes publica el contrato de arrendamiento de la mansión de treinta habitaciones en las que vive en Windsor el aún príncipe.

El documento muestra que el tercer hijo de Isabel II no ha pagado nada desde 2003. La expresión literal es "one peppercorn (if demanded)", expresión jurídica antigua británica que estipula un alquiler simbólico, si es que le ha llegado a satisfacer. Esto ha permitido al beneficiario seguir viviendo. Porque, oficialmente, Andreu no tiene ni oficio ni beneficio, y sus únicos ingresos declarados son una pensión de 20.000 libras anuales a las que tiene derecho por haber sido miembro de la Sociedad. BBC, a menudo complaciente y acrítica con los asuntos reales –aunque fue una entrevista en Andreu en el 2019 lo que acabó de precipitar su caída–, se ha apuntado a lo más que justificado pim-pam-pum informativo. Anoche, en el programa Newsnight, de BBC2, entrevistó a la coautora del libro de Giuffre, la periodista estadounidense Amy Wallace, quien aseguró que Virginia habría visto la renuncia del príncipe Andrés a sus títulos "como una victoria".

Pendientes de más capítulos

El libro, Nobody's girl, relata con detalle los años en los que Giuffre fue explotada por Epstein y Maxwell, y asegura que mantuvo relaciones sexuales con el príncipe en tres ocasiones, la tercera de ellas en la isla privada de Epstein en el Caribe, durante lo que describe, como ya se ha apuntado, como "una orgía" con otros ocho jóvenes.

Andreu llegó a un acuerdo económico con Giuffre, a principios del 2022, para retirar la demanda civil por abusos y violación en Nueva York, sin admitir culpabilidad alguna. En la entrevista en la BBC, la escritora también describió los aviones privados de Epstein como "aeronaves reformadas para alojar varios dormitorios, auténticas plataformas voladoras de tráfico sexual". Según Wallace, el príncipe Andrés "voló al menos una vez, al menos, en uno de esos jets".

Mientras que la decisión de retirar oficialmente los títulos a su hermano permanece en manos del rey Carlos III –o bien del Parlamento si aprobara una ley ad hoc, que el gobierno Starmer no quiere salir adelante, al menos por el momento–, los llamamientos públicos a una sanción más ejemplar no dejan de ocupar titulares de prensa y minutos de radio y televisión. Lo sorprendente de todo el caso es que los acontecimientos de los últimos días no se precipitan por el escándalo de la orgía, la impunidad y la complicidad con Epstein; ni siquiera por el impacto del libro de la víctima. El gatillo se ha disparado por las mentiras continuadas de Andreu sobre sus contactos con el pedófilo, después de haber dicho públicamente –en la referida entrevista– que les cortó inmediatamente después de que Epstein saliera de prisión, en diciembre del 2010. E-mails posteriores han demostrado que no fue así.

Inevitablemente, pues, el papel y el juicio de la Corona sobre las actividades de uno de sus miembros siguen en cuestión. Y también el de los gobiernos laboristas y conservadores, que permitieron un comportamiento poco honorable, no sólo como miembro de la realeza, sino como representante comercial del ejecutivo. Actividad que le permitía mantener todo tipo de contactos, incluso con presuntos espías chinos. ¿A cambio de qué? El serial sin duda tendrá muchos más capítulos.

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