Los escándalos de Boris Johnson

Nueva plaga de asaltos sexuales en Westminster

Más de una cincuentena de diputados británicos están bajo investigación por presuntos delitos de acoso

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Vista del  Palacio de Westminster, suyo del Parlamento  británico, en Londres.

LondresEl cambio de una sola letra, la W por la P, convierte la presunta cuna de la democracia, el Parlamento de Westminster, en el Parlamento de Pestminster, donde con una distracción lo menos grave que puede pasar es que alguien (la inmensa mayoría hombres, a pesar de que también ha habido el caso de una mujer) te manosee el culo.

Pero hay que descifrar el chiste antes de continuar. Pest, en inglés, significa plaga, y la proporción de las denuncias de estos comportamientos eleva el número de incidentes a esta categoría. Un chiste que no lo es, porque lo que hace es describir el clima de permisividad ante las diferentes oleadas de asaltos sexuales y conductas mucho más que reprobables que continúan teniendo lugar, y que han tenido lugar históricamente, a cargo de sus señorías y contra todo lo que se mueve: ayudantes parlamentarios, secretarios o secretarias, periodistas, especialmente mujeres pero no solamente, y funcionarios y funcionarias de la cámara.

A estas alturas, hay 56 diputados bajo investigación por presuntos delitos contra la libertad sexual, número que supone el 8,61% de los diputados. El escándalo más reciente implica de forma directa el hasta ahora número 2 del grupo parlamentario tory, Chris Pincher, encargado de mantener la disciplina –política, pero se ve que no moral– dentro de las filas conservadoras.

¿Qué sabía de todo esto Boris Johnson?

El pasado jueves, Pincher dimitió como miembro del gobierno y también abandonó las responsabilidades del partido, pero todavía no como diputado, a pesar de que no tardará en hacerlo. La noche anterior se había emborrachado en el club privado de los conservadores, el Carlton, del centro de Londres. Y su comportamiento fue un poco indecente.

Según la propia confesión en la carta de renuncia: "Bebí demasiado y tuve un comportamiento vergonzoso y avergoncé a otras personas". Con este eufemismo, Pincher se refería a lo que los presentes, que han descrito su estado como "extremadamente borracho", pudieron ver in situ y en directo. Es decir, como el político manoseaba a un par de hombres que, de acuerdo con los testigos, se opusieron a los tocamientos.

El comportamiento de Pincher de la semana pasada ha hecho salir a la luz otros episodios parecidos, rumores que se difundían entre los pasillos de Westminster y que, solo algunos, quedaban enterrados bajo las alfombras de la honorabilidad de la cámara. De hecho, Pincher tuvo que hacer frente a una investigación interna por estos comentarios, de la cual fue exculpado en toda regla. Pero ahora, cuando ya había señales de alerta, lo que se pone en cuestión es el juicio de Boris Johnson a la hora de elegirlo para el lugar que ocupaba. ¿Conocía Johnson las primeras acusaciones? ¿Y las segundas? Es la pregunta a la que se han enfrentado en las pasadas horas tres miembros del gobierno, que no han dado una respuesta convincente.

Este lunes al mediodía, en la habitual sesión informativa en Downing Street, el portavoz del primer ministro ha admitido que Johnson ya tenía constancia en febrero de los rumores existentes, "que se resolvieron y que no acabaron en una queja formal", razón por la cual el nombramiento para las responsabilidades dentro del partido y del gobierno siguió adelante. Pero lo más grave, y lo que los enemigos de Johnson están aprovechando para volver a la carga, es que Pincher ya tuvo que dimitir de su cargo de entonces (2017) por las mismas razones: perseguir sexualmente a un diputado laborista y a un exregatista olímpico.

Dimisión a cámara lenta

El diario conservador Daily Telegraph ha publicado este mediodía que muchos diputados tories están pidiendo la dimisión de Pincher como parlamentario. Pero lo cierto es que Johnson no se puede arriesgar a una nueva derrota en una elección parcial, como las dos del pasado 23 de junio, que solo hicieron aumentar la ira de los descontentos por toda la acumulación de escándalos en el número 10 desde que es primer ministro, y que han tenido el máximo exponente en las revelaciones del Partygate.

Se da la circunstancia de que las dos elecciones parciales mencionadas fueron provocadas por escándalos sexuales. Una, por la condena a 18 meses de prisión del diputado Imran Ahmad Khan, considerado culpable de acoso sexual contra un chico de 15 años, y la otra por la dimisión del parlamentario Neil Parish, que fue descubierto in fraganti mirando vídeos porno con el móvil en el interior de la cámara de los comunes.

Además, este mismo año, a principios de abril, el también parlamentario conservador David Warburton fue expulsado del partido por denuncias sobre consumo de drogas y comportamiento sexualmente inadecuado contra tres mujeres.

La plaga no se acaba aquí. Porque a finales de abril, y solo en una semana, la número dos laborista fue acusada por algunos diputados conservadores de intentar distraer al primer ministro durante una sesión de control usando la misma técnica que Sharon Stone en Instinto básico: cruzar y descruzar las piernas. Tres días después, The Sunday Times reveló que 56 diputados –al menos dos laboristas, también, y dos del Partido Nacional Escocés– estaban bajo investigación ante el Sistema Independiente de Quejas (ICGS) de la cámara por unas 70 alegaciones diferentes en relación con un indecoroso comportamiento sexual.

El año 2021 un diputado tory, Rob Roberts, fue suspendido durante seis semanas por asalto indecente, y el 2018 Andrew Griffiths (tory, también) dimitió como representante de la circunscripción de Burton por haber enviado "mensajes depravados" a dos mujeres de su distrito electoral. Griffiths ha hecho carrera como delincuente sexual porque ahora está en la prisión por violar a su exmujer.

Hace cinco años, entre octubre y noviembre del 2017, una serie de acusaciones corrieron por Westminster, especialmente entre mujeres periodistas y personal de los Comunes. Salieron a la luz del #MeToo y del escándalo de Harvy Westein. La entonces primera ministra, Theresa May, ordenó una investigación que dio como resultado la identificación de 36 parlamentarios –laboristas y conservadores– por comportamientos sexuales improcedentes. Incluso cayó por acosador el ministro de Defensa, Michael Fallon. Cinco años después, la plaga continúa. La diferencia entre el 2022, el 2017 y el periodo anterior al 1980 es que ahora todo acaba saliendo a la luz. Antes, no. Y la historia de la política británica y Westminster está llena de pruebas. Solo hay que dar un vistazo a la biografía de Jeremy Thorpe, líder del Partido Liberal entre 1967 y 1976.

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