El ataque ruso en Ucrania

Ucrania despierta el fantasma de la guerra en Transnistria: "Sería muy difícil elegir bando"

Esta región, controlada desde Moscú y clave para Putin, sufrió varios ataques en abril

TiráspolSobre la parte alta del pueblo se hallan los vestigios de la iglesia centenaria y sacra que ordenó construir el zar Nicolás II como penitencia para salvar la vida de su hijo Alekséi, enfermo. La iglesia abandonada ha sido testigo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y de los sangrientos enfrentamientos de 1992, que acabaron con la separación de facto de la región de Transnistria respecto a Moldavia. Ahora los recuerdos del conflicto separatista vuelven a hacerse presentes entre los habitantes de Pohrebea, un pequeño pueblo transnistrio. La desazón es evidente desde que Vladímir Putin inició la invasión de Ucrania, ahora hace seis meses. En abril, una serie de explosiones que destruyeron dos torres de comunicaciones y contra un edificio del ministerio de Seguridad alimentaron el miedo que esta región prorrusa de Moldavia, independizada, pero no reconocida por la comunidad internacional, empezara a formar parte de la guerra que se estaba librando en suelo ucraniano. ¿Cómo? O bien como una nueva punta de lanza desde donde Moscú pudiera lanzar nuevos ataques contra Kiev, o como el primer paso hacia una ofensiva todavía más expansionista hacia Moldavia.

Aliocha es un agricultor que lleva toda la vida viviendo en Pohrebea, en 60 kilómetros de la frontera ucraniana. Como tantos habitantes de Transnistria proviene de una familia de refugiados rusos: habla ruso, ve los canales de televisión rusos y sus vínculos culturales e históricos se explican, sobre todo, desde Moscú. Él tiene claro que si hay una escalada de la guerra que salpica Transnistria será por parte del gobierno de Volodímir Zelenski. “Ucrania nos quiere desestabilizar. Los soldados ucranianos son los que están atacando Transnistria, mientras que queda claro que Rusia nos quiere proteger”, asegura.

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Muchos piensan así, pero otros muchos no. Aun así, mojarse en contra de la invasión y, como consecuencia, en contra del Kremlin, es difícil. La represión y persecución de aquellos que van en contra del discurso de las autoridades de la región -que reproducen toda la propaganda rusa- está a la orden del día. Y esta influencia -y control- de Moscú es palpable casi en todas partes. Una vez que se atraviesa el Dniéster, que hace de frontera natural entre Moldavia y Transnistria, el alfabeto latino desaparece y deja paso al cirílico. La música que suena en la radio cambia y pasa del pop rumano o el reggaeton, muy popular en la Europa del Este, a los grupos rusos. En la televisión, los canales moldavos están prohibidos y son aquellos que demuestran sintonía con el Kremlin los únicos que se puede ver.

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Según las autoridades moldavas, el número de residentes de Transnistria que han solicitado la ciudadanía moldava se ha "incrementado considerablemente" desde el inicio de la guerra en Ucrania. Algunos huyendo de la represión, otros ante el miedo de ser llamados a combatir en Ucrania o quién sabe dónde, tal como se ha rumoreado desde que empezó la guerra en el país vecino.

El control del Kremlin

En Transnistria ahora viven unas 500.000 personas, la mayoría de habla rusa. La región tiene sus propios Constitución, ejército, moneda y bandera. El territorio, separado del resto de Moldavia, tiene una extensión de unos 2.170 kilómetros cuadrados, una tercera parte de la extensión de las comarcas tarraconenses. Para llegar ahí hay que superar una infinidad de controles militares, puesto que la frontera que lleva a Transnistria es una de las más herméticas y militarizadas de Europa.

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A los soldados transnistrios se añaden 1.500 de rusos, que se han instalado desde el final de la guerra entre Moldavia y Transnistria, durante la cual intervinieron para apoyar a los separatistas prorrusos. A pesar de que tampoco Moscú ha reconocido nunca la independencia de esta región, Rusia actúa como una especie de hermano mayor, que se esfuerza en proteger el statu quo de la zona para mantener su influencia. El Kremlin, por ejemplo, sabe que mientras Transnistria continúe con esta independencia de facto, Moldavia difícilmente entrará e la Unión Europea. También actúa como una especie de contención en la expansión de la OTAN.

La singularidad de este territorio, por el cual transcurre el río Dniéster, hace que algunos pueblos, como el de Molovata, estén partidos por el medio por el río y, por lo tanto, una mitad forme parte de Transnistria y la otra de Moldavia. Los ataques en abril en Tiráspol, a menos de 70 kilómetros de la entrada de Molovata, han puesto en alerta a las autoridades, que han reforzado la presencia de las fuerzas de seguridad en la frontera con Ucrania y han colocado bloques de hormigón y sacos de cemento en los cruces. Incluso se han observado tanques ocultos tras los matorrales, en posición de ataque, en la entrada de pueblos y ciudades.

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"Sería difícil elegir un bando"

La portavoz del Ayuntamiento de Molovata Este -la parte moldava-, Irina Reul, explica que tienen problemas con los pasos fronterizos: "Les autoridades transnistrias los cierran cuando quieren y a veces no dejan entrar productos agrícolas en Moldavia". La tensión, pues, también se ha trasladado a las relaciones entre Transnistria y Moldavia, que desde que acabó la guerra no habían protagonizado ningún episodio de hostilidad o violencia. Al contrario, incluso ha habido un cierto acercamiento con más acuerdos en materia de libre circulación de personas, educación y transportes.

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Que la relación entre los dos territorios esté ahora en riesgo preocupa a Tatiana, que vivía a caballo entre Tiráspol, la capital de Transnistria, y Chisináu, la de Moldavia. Su marido es moldavo y sus dos hijos tienen doble nacionalidad. "Tenemos miedo. Ha habido avisos de bomba en las escuelas y ahora mis hijos están estudiando en línea y no saben cuándo volverán a clase. Somos una familia mixta con pasaporte ruso y moldavo, sería muy difícil elegir bando”, asegura.