Von der Leyen y Charles Michel, historia de una relación tóxica
Los dos líderes comunitarios ya no se hablan ni se escriben: han cortado el contacto del todo
BruselasUnidad y unidad. En la Unión Europea todo el mundo pide unidad. Ahora bien, ni sus dos máximos exponentes lo llevan a la práctica. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se necesitan pero se comportan más como rivales que como socios. Sus gabinetes han aceptado en diferentes medios que se evitan, no se hablan ni se coordinan. Además, constantemente se hacen la zancadilla entre ellos y se pisan, sobre todo para superar al otro en proyección internacional.
Es un secreto que hace tiempo que en Bruselas ya es de dominio público y que, sin ir más lejos, se ha vuelto a evidenciar en el consejo del G-20 que se ha celebrado esta semana en Bali. Según Politico, Michel quería aprovechar el viaje en el encuentro del grupo de los veinte para hablar de manera informal con el presidente de China, Xi Jinping, sin incluir a Von der Leyen. Además, se trataría de una conversación crucial y con un valor simbólico importante, puesto que llegaría poco después de que el Consejo Europeo haya ratificado al gigante asiático como un "rival sistémico" y de que la Comisión Europea haya hecho múltiples llamamientos a poner fin a la dependencia económica de los Veintisiete con Pekín. De este modo, Michel le volvería a Von der Leyen su negativa a permitir que la acompañara en la reunión con el primer ministro indio, Narendra Modi, en Alemania el junio pasado.
Anteriormente, uno de los episodios más virales de esta relación tóxica fue el conocido como Sofagate. En abril del año pasado en un encuentro en Ankara el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, relegó a la presidenta Von der Leyen a un sofá más bajo y alejado de las dos butacas que había preparado para el presidente Michel y él mismo. Von der Leyen se mostró visiblemente molesta y Michel no hizo ningún gesto al respecto. Después de este incidente, los dos líderes comunitarios se reunieron para aclarar el lío y tratar de reconducir su relación, pero salieron de la reunión tal como habían entrado: con un ademán muy frío y por separado. Desde entonces, han cortado del todo el contacto.
La mala relación personal, claro, acaba afectando al funcionamiento de las instituciones comunitarias. La Comisión Europea presenta las propuestas legislativas y el Parlamento Europeo y, principalmente, el Consejo Europeo, que está formado por los jefes de estado y de gobierno de los Veintisiete, y que coordina Michel, son los órganos que las enmiendan y les dan el visto bueno definitivo. A pesar de que tendrían que trabajar de manera conjunta, el equipo del expresidente belga se entera de las iniciativas que plantea el ejecutivo al mismo tiempo que los representantes de los estados o que la prensa. Y, por el otro lado, el Consejo, en la agenda de los encuentros entre los Veintisiete, a veces intenta rebajar a un segundo plano los temas que la Comisión Europea considera prioritarios.
Orígenes similares, caracteres diferentes
Los dos nacieron en Bélgica y son hijos de políticos. El padre de Von der Leyen, Ernst Albrecht, fue director general de Competencia en la Unión Europea en los setenta y fue diputado en el Bundestag alemán; el padre de Michel, Louis Michel, fue un reconocido ministro de Asuntos Extranjeros belga y comisario de la Comisión Europea. Y los dos también tienen una larga carrera política a la espalda. Ella llegó a ser ministra de Defensa alemana y él primer ministro belga.
Aun así, en cuanto a caracteres son muy diferentes. La presidenta de la Comisión es doctora en medicina, madre de siete hijos, casada desde los 28 años, muy racional y cuadriculada; a Michel le gusta leer y escribir poesía y tiene dos hijas, y hasta hace poco no se casó con su mujer.
En todo caso, parece que la ganadora de la lucha interna es Von der Leyen. Michel es el que representa formalmente la Unión Europea en las cumbres y acontecimientos internacionales, pero la presidenta del ejecutivo se ha ido consolidando como la líder más poderosa y conocida de las instituciones europeas. Washington, por ejemplo, ya no se queja ni se pregunta, tal como popularizó Henry Kissinger en su momento, a quién se tiene que llamar cuando se quiere hablar con la Unión Europea. Ahora el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, lo tiene claro: a Ursula von der Leyen.