Una de las primeras escenas del clásico musical My fair lady muestra la modesta vendedora de flores Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) en el mercado de flores de Covent Garden. Va allí cada madrugada, bien temprano, para comprar y después venderlas por las calles de Londres. Así se gana la vida. Aunque toda la película se filmó en el estudio, en California, la recreación de una de las fachadas del famoso mercado –ahora o antes de la pandemia, una atracción turística– es perfecta. Incluso la medida de los adoquines, que hoy en día todavía se pueden pisar. La película transcurre a principios del siglo XX, en concreto en 1910. El mercado de flores, plantas, hortalizas y fruta –Hitchcock fue uno de los últimos que lo filmó, el 1972 (Frenzy), antes de que lo desmantelaran– se fundó en 1670, y funcionó hasta 1974. A todos los efectos, era una especie de Mercado del Born, que por las mismas fechas, poco más o menos, en 1971, cerró las puertas como centro de distribución de alimentos y otros productos para Barcelona. El de Covent Garden todavía mantiene el adjetivo nuevo, pero ya tiene poco, de nuevo. Está en la orilla sur del Támesis, a tocar de la famosa central eléctrica de carbón de Battersea –la que sale a la portada del disco Animals, de Pink Floyd–, ahora a punto de convertirse en uno de los centros comerciales de la capital británica, con núcleos residenciales alrededor. Dies después del referéndum del Brexit, Apple anunció la compra a Battersea de 43.000 metros cuadrados para meter sus oficinas centrales en el Reino Unido. Se establecerá los próximos meses.
Fuera de la UE ya no todo el monte es orégano
El Mercado de Covent Garden es uno de los que más han recibido el impacto del adiós británico a Bruselas
LondresLos olores son muy agradables –tulipanes, rosas, amarilis, la frescura de las ramas de los abetos que resulta inevitable oler estos días– pero se respira un ambiente más bien marchito y triste. Falta muy poco para Navidad y Año Nuevo y una de las naves del Nuevo Mercado de Covent Garden, donde se reúne el gran centro de la distribución de plantas y flores del Reino Unido –también de frutas y verduras en otros espacios muy cercanos–, está prácticamente vacía. Ni rastro de la multitud que lo tendría que llenar a tope. Sobre todo en las primeras horas del día, entre las cinco y las ocho de la mañana –el mercado abre a partir de las 4 de la madrugada, y cierra a las 10 de la mañana–, cuando los minoristas van a buscar todo tipo de productos para abastecer sus tiendas.
"¿Cómo va el negocio?" La pregunta a bocajarro la responde Jimmy, de la empresa Deano's Flowers Limited, mientras hace un ramo compuesto por diferentes tipos de ornamentación. "¡Fatal!" Y con el dedo gordo, Jimmy señala el suelo, como hacían en las películas de la Antigua Roma. "¿El covid y el Brexit o el Brexit y el covid ?", nuevo interrogante, del todo tendencioso, porque uno de los problemas muy conocidos de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, efectiva finalmente el 1 de enero de 2021, era la obligatoriedad de introducir los controles fitosanitarios y todo tipo de papeleo para importar flores y plantas desde el continente a las islas británicas.
Y la inmensa mayoría de las que se comercializan –más del 85%– llegan del exterior, básicamente de los Países Bajos; incluso las que en Europa entran procedentes de Colombia o el Ecuador pasan antes por las subastas del gran mercado de Aalsmeer, a 20 kilómetros de Amsterdam, el verdadero epicentro global del sector. "Una cosa y la otra, supongo –hace Jimmy, recogiendo el guante y terminando el ramo–. Estos días, está claro que las últimas noticias sobre el covid nos han hundido todavía más. Pero si lo miramos con un poco de perspectiva, es muy difícil de decir qué nos ha dejado más tocados. Sabíamos que el Brexit era un gran desafío para nosotros, pero nadie contaba con el covid ".
¿Todo el mundo lo ve igual? ¿Se puede cuantificar en un ramo o en una flor el coste de 2019 y el de 2021? Graeme Diplock, de 55 años, encargado del mayorista Green and Bloom, en el negocio desde 1987, pone un ejemplo. "Lo que está claro es que ha habido un incremento de precios masivo. Covid o Brexit, el resultado es el mismo. Lo tenemos que repercutir a los cientes. Una caja de amarilis, una flor muy popular por Navidad, ha subido doce libras". Llegan, claro , de los Países Bajos. En cada paquete hay doce. Antes del Brexit, una flor solo costaba 2 libras, ahora cuesta 3. El 50% más.
Dean Knight, otro empresario con gran tradición en el Covent Garden de las flores, en este caso de la compañía Quality Plants, tiene los números totales en la cabeza. "Los certificados fitosanitarios, los certificados de origen y las inspecciones fitosanitarias en la frontera nos cuestan 65.000 euros al año". Hay otras trabas, además, como los retrasos en la frontera debido a las nuevas inspecciones. Ahora las plantas tardan tres días en llegar al Reino Unido, y antes del Brexit tardaban 24 horas. Y más problemas. Los árboles de NAvidad que he vendido este año venían de Dinamarca. "Todo ha supuesto costes adicionales". Pero Knight anuncia que lo más grave todavía tiene que llegar. A partir del próximo julio se aplicarán los mismos trámites aduaneros a las flores cortadas que a las plantas, a los árboles y a algunas frutas y hortalizas. "No creo que los floristas se den cuenta de lo que nos cae encima", remarca.
Una frescura amenazada
En esto se equivoca, sin embargo. Porque ya hace meses que Rachel Husband, una florista de la turística población de Ilfracombe, al norte del condado de Devon, a 315 kilómetros al oeste de Londres, denuncia desde su popular blog –en el que en general habla sobre ornamentación floral– cómo el Brexit ha afectado todo el negocio. "Personalmente, pienso que los efectos devastadores de salir de la Unión han quedado camuflados debido al covid", dice por e-mail, mientras disfruta de una baja maternal.
Con excepción de las que usa en verano, todas las flores que utiliza Rachel en su estudio llegan de los Países Bajos. Cuando en julio entren en vigor las nuevas inspecciones fitosanitarias para las flores cortadas –que ya tendrían que haberse aplicado el 1 de abril de este año–, los retrasos que ahora sufren las importaciones de plantas y a las que se refería Dean Knight amenazarán seriamente la frescura de toda la mercancía de importación. Lo que no es un hecho extremadamente preocupante para las plantas, sí que lo puede ser para las flores. "La amenaza es doble: sobrecostos y entorpecimiento del tráfico diario. Y para las flores, las entregas diarias y sin retrasos son fundamentales".
Los 65.000 euros de más en tasas que ha cuantificado el responsable de Quality Plants se convierten, para todo el sector de flores y plantas, en casi 120 millones de euros, según las estimaciones del Consorcio Británico de Productos Frescos.
Carencia de trabajadores
Pero los problemas derivados del Brexit no acaban con el papeleo y las nuevas inspecciones fitosanitarias o los controles en las fronteras para los comerciantes, ya sean mayoristas o minoristas. Porque millones de flores de narciso pueden acabar sin ser cosechados la próxima primavera, puesto que los productores se enfrentan a la falta de mano de obra que ha afectado a otros sectores económicos del país.
Por la intensidad de la luz y el clima suave, Cornualles –y es una excepción que confirma la regla de que la mayoría de las flores que se venden en el Reino Unido llegan de los Países Bajos– concentra el 80% de la producción de narcisos del mundo, una industria especialmente rentable entre principios de marzo y el verano. Mueve otros 120 millones de euros al año. Pero este año algunos productores temen que hasta el 75% de la cosecha se quede en los campos por la carencia de trabajadores. Hacen falta 2.500 personas para hacer el trabajo durante toda la campaña. Antes lo hacían temporeros del este de Europa, principalmente. Ahora todavía está para ver quién cosechará las flores.
Cuando el 18 de diciembre se conoció la noticia de la dimisión del secretario de estado del Brexit, David Frost, el hombre que negoció el acuerdo comercial con la Unión Europea destacó en su carta de renuncia que lo hacía, entre otras razones, por la preocupación sobre la dirección tomada por el gobierno Johnson. "Conocéis mis preocupaciones. Espero que avancemos cuanto más deprisa mejor hacia donde tenemos que llegar: una economía emprendedora poco regulada, con impuestos bajos, en vanguardia de la ciencia moderna y del cambio económico. Trescientos años de historia demuestran que los países que toman esta ruta crecen y prosperan, y estoy seguro que nosotros también lo haremos". Será, sin embargo, sin flores ni sus fragancias, temen algunos profesionales.