"Hemos venido al funeral para dar las gracias al papa Francisco"
Decenas de miles de personas aguantan horas bajo el sol para despedir al pontífice
RomaEl primer metro de la mañana, el de las 5.30 horas, iba lleno como si fuera la hora punta de un día laborable cualquiera. La mayoría de los que viajaban, sin embargo, no eran trabajadores sino una marea humana que se dirigía al funeral del Papa Francisco en Roma. Horas antes del inicio de la ceremonia, la plaza de San Pedro del Vaticano y los aledaños ya eran un hormiguero de gente con una paciencia infinita, dispuesta a esperar de pie o sentada en el duro suelo todo el tiempo que hiciera falta para rendir su último homenaje al pontífice. La mañana ha amanecido fría. Hacía falta abrigarse.
Ni los que han tenido la suerte de pasar el control de seguridad que hay bajo la mítica columnata de Bernini y entrar dentro de la plaza de San Pedro no podían ver gran cosa. El altar, habilitado para el funeral justo delante de la basílica de San Pedro, se veía a lo lejos y los curas con sotana que hacían los últimos preparativos para la eucaristía parecían, desde la distancia pequeñas, pequeñas manchas negras. Estaba claro que la única manera de seguir la ceremonia bien sería a través de las pantallas gigantes instaladas para la ocasión. ¿No hubiera sido mejor entonces quedarse en casa?
“Verlo en la televisión es demasiado cómodo. Estar aquí cuatro o cinco horas de pie es una manera de rendir homenaje a un Papa que tanto se ha esforzado por la gente”, contestaba sin dudarlo Steve Emejuru, originario de Nigeria pero que hace 43 años que vive en Italia y que este sábado se ha presentado al funeral ataviado con un traje negro con dibujos de leones. Maria Zani, de la ciudad italiana de Brescia, en el norte del país, contestaba lo mismo. “Salí de Brescia en autocar a las once de la noche del viernes y he llegado aquí a las cinco y media de la mañana”, detallaba. O sea, que no había pegado ojo en toda la noche. “Mi presencia aquí es una manera de dar gracias al Papa Francisco”.
Otras personas estaban allí por pura casualidad, como Elena Fernández Tagle, que ha viajado desde Madrid y estaba en la plaza de San Pedro enfundada con una bandera española y un crespón negro. Su plan inicial era ir a la ciudad de Asís, en el centro de Italia, para la canonización del joven Carlo Acutis, prevista para este domingo y que ha sido aplazada por la muerte del Papa. “Para mí estar aquí es un regalo”, aseguraba. Como ella, muchos más también modificaron su destino en el último instante: Angelica Martínez López, proveniente de Los Ángeles; las hermanas María Fernanda y María Cecilia Leonel, del Brasil; o la australiana Georgina Brazaer, que se enteró de que no habría canonización pero sí funeral justo en el momento que embarcaba en el avión en Sidney.
El sentimiento general
“Estar en Roma y no venir a un acontecimiento tan importante me parecía imperdonable”, argumentaba la catalana Mariola Borrell, que hace tres años que trabaja en la capital italiana y que también estaba en la plaza de San Pedro con la intención de honrar al Papa. “El mundo que has amado está aquí hoy para decirte gracias”, se podía leer en una pancarta que llevaban dos monjas italianas, sor María Isola y sor Analisa Gasbarro, y que no podía resumir mejor el sentimiento general.
“Empezamos la santa misa rezando el rosario”, han dicho por megafonía a las 9.20 horas y muchos se han puesto a orar, incluso de rodillas, pero también muchos otros han seguido sentados o estirados en el suelo para intentar recuperar algunos minutos de sueño. Un helicóptero sobrevolaba constantemente la zona y ahogaba con su zumbido la letanía de la oración. También entonces los móviles se han quedado sin cobertura. Todos los mandamases internacionales que han asistido al funeral estaban a punto de hacer su aparición.
A las 10 de la mañana han sonado las campanas, se ha hecho un silencio sepulcral y el helicóptero ha empezado a volar más alto para no molestar con su ruido. Un aplauso largo, emotivo, sentido, que ponía los pelos de punta. Así es como las decenas de miles de personas allí concentradas han recibido el féretro del Papa cuando ha sido sacado a la plaza.
Después ya han empezado los cánticos gregorianos, y más y más cánticos gregorianos. Algunos fieles seguían la letra con un librito publicado para la ocasión con todos los salmos previstos en el funeral. Cuando hacía cuarenta minutos que había empezado la ceremonia, apenas habían sido cantadas unas cuantas páginas del librito, cosa que hacía presagiar que el funeral iba para largo.
Para entonces el frío de la mañana ya había desaparecido y un sol ardiente quemaba sin piedad. La gente intentaba cubrirse con gorras, sombreros, paraguas… Otros buscaban refugio en los escasos lugares con sombra: bajo la columnata de Bernini, o los pequeños toldos de las tiendas de souvenirs. Unos pocos abandonaban la misa un rato para desayunar en alguna cafetería cercana. Pero la gran masa de gente continuaba allí, de pie, bajo el sol, entregada. La eucaristía ha durado más de dos horas.
El traslado del féretro del Papa a la basílica de Santa María la Mayor también ha colapsado el centro de Roma, pero a nadie ha parecido molestarle. Una mujer explicaba por qué: “Francisco se merecía todo esto y más”.