Ingresado por covid el presidente de Tanzania, que había declarado el país libre de coronavirus por obra de Dios
John Magufuli, que ha estado desaparecido durante once días, está en un hospital de Kenia con un respiradero
SabadellJohn Magufuli estaba equivocado. El presidente de Tanzania aseguró el junio pasado que su país había quedado libre de coronavirus "gracias a Dios", pero ahora él mismo se ha convertido en la prueba de que ni siquiera la gracia divina había conseguido que el virus del covid-19 esquivara el territorio tanzano: Magufuli ha contraído la enfermedad y actualmente está ingresado en un hospital privado de Nairobi, la capital del estado vecino de Kenia, y respira con la ayuda de un respiradero.
Lo ha revelado el diario de Kenia The Nation, que no se refiere explícitamente a Magufuli sino que habla de un "líder africano" que "fue visto en público por última vez a finales del mes pasado". Este es, efectivamente, el caso del presidente de Tanzania, del que no se sabía nada desde que el 27 de febrero participó en su último acto oficial. Su larga desaparición había hecho sospechar que pudiera tener algún problema de salud, cosa que finalmente se ha confirmado. Por su parte, la BBC informa de que el líder opositor Tundu Lissu, basándose en fuentes conocedoras del caso, ha explicado que Magufuli, de 61 años, fue trasladado a Nairobi el lunes por la noche, y que ha sufrido también un paro cardiaco. En declaraciones a Reuters, Lissu ha añadido que había planes de trasladarlo a la India.
Consultados por la agencia de noticias, ni el gobierno de Tanzania, ni el ministerio keniata de Asuntos exteriores, ni el Hospital de Nairobi han querido dar ninguna información sobre el caso.
Plegarias e infusiones
El presidente de Tanzania es uno de los campeones del negacionismo de la pandemia de covid-19. Antes de asegurar que Dios había liberado al país del virus, Magufuli había recomendado a sus ciudadanos que rezaran y tomaran infusiones de hierbas para prevenir la enfermedad, y en los últimos meses se ha negado a comprar vacunas porque las considera parte de una conspiración occidental. "Las vacunas no son buenas. Si lo fueran, los blancos ya habrían traído vacunas contra el sida", afirmó hace unas semanas. El año pasado rechazó también los tests que se habían hecho llegar al país, sobre los que dijo que eran defectuosos y que habían dado positivo en una cabra y una papaya.
A pesar de la insistencia de la OMS, Magufuli se ha negado reiteradamente a dar datos sobre el número de contagios en su país. El recuento se paró en mayo del año pasado, con 509 infectados y 21 muertos, y desde entonces Tanzania se ha convertido en uno de los pocos estados del mundo que no informan sobre la evolución de la pandemia. Como, oficialmente, el virus no afecta al país, no se ha impuesto ninguna restricción de movilidad y se han seguido organizando actos masivos donde la gente (empezando por el propio presidente) van sin mascarilla y sin mantener ninguna distancia de seguridad.
Las consecuencias reales de esta negación de la realidad por parte de Magufuli, en un país donde viven más de 57 millones de personas, son imposibles de determinar, pero algunos datos permiten intuir que el covid-19 está haciendo estragos en Tanzania. La Iglesia católica del país informó la semana pasada de que, desde comienzos de año, 60 monjas y 25 curas habían muerto en el país, y pidió a los ciudadanos que adoptaran medidas de prevención contra la enfermedad. El mes pasado el vicepresidente de la región autónoma de Zanzíbar, Seif Sharif Hamad, murió de covid-19 a los 77 años, y horas más tarde perdió la vida, probablemente por la misma causa, uno de los principales asesores de Magufuli.
Estas dos muertos llevaron al presidente a admitir que la pandemia existía, pero entre las medidas propuestas para combatirla, además de las mascarillas (hasta entonces ninguneadas), estaba comer sano y hacer ejercicio. Ninguno de estos remedios parece haber sido suficiente para evitar que el mandatario se contagiara.