Las islas que el covid-19 no ha pisado empiezan a reabrirse
Las islas Cook abren la frontera después de más de un año, cuando todavía quedan pequeños estados del Pacífico aislados para protegerse del virus
AucklandPlayas paradisíacas, temperaturas cálidas todo el año, aguas cristalinas y cero casos de covid: las islas Cook son uno de los archipiélagos del océano Pacífico que reúnen unas condiciones ideales para el visitante. Junto con islas vecinas como Tonga, Samoa, Niue y Kiribati, son de los últimos rincones del planeta que el coronavirus no ha pisado. Eso sí, han conseguido este hito porque hace más de un año que las fronteras están cerradas con cerrojo: cuando en marzo de 2020 la pandemia empezó a sacudir el continente europeo, los países en sus antípodas decidieron aislarse del mundo para protegerse del virus.
Las islas Cook son el primero de estos territorios afortunados que han decidido empezar a reabrir la frontera. A partir de este lunes reinician el tránsito sin cuarentena con Nueva Zelanda, que continúa aplicando con éxito la estrategia Covid Cero. En la capital de las Cook, Rarotonga, el sector turístico ha celebrado con euforia esta noticia después de quince meses sobreviviendo gracias a las ayudas gubernamentales. Thomas Wynne es un habitante de las islas Cook que ahora trabaja en Nueva Zelanda como asesor de los ministerios dedicados al Pacífico: “Tenemos una economía con una única fuente: el turismo representa el 70% del PIB. Cuando las fronteras cerraron a finales de marzo, el turismo dejó de existir de un día para otro, con turistas atrapados aquí o en los aeropuertos de Nueva Zelanda”. Según Wynne, la medida era necesaria para proteger vidas pero no se ha hecho sin un importante sacrificio: “El país entró en una espiral descendente porque de repente el dinero desapareció”.
Las islas Cook salen así, pues, de un periodo de hibernación durante el que sus habitantes han vuelto a formas de vida más tradicionales, como la agricultura. Su talante alegre y positivo les ha hecho afrontar este reto con el mismo empujón con que hacen frente a desastres naturales a los que están más acostumbrados, como los ciclones. Y ahora dan la bienvenida a los primeros visitantes neozelandeses con un espíritu optimista, tal como explica Liana Scott, presidenta del Consejo de Turismo de las Islas Cook: “No esperamos que lleguen de repente un gran número de visitantes, estamos contentos con la mitad de la cifra a la que estábamos acostumbrados. Será suficiente para conseguir que el país tenga ingresos adicionales y no tengamos que depender de otros países o aumentar nuestra deuda. Queremos volver a tener ingresos para pagar impuestos y que se recuperen las reservas del gobierno”.
En el primer vuelo hacia Rarotonga viajaba también el primer cargamento de vacunas Pfizer para poner en marcha de forma inmediata el programa de inmunización en las islas Cook. Sin la protección de la vacuna, el archipiélago abre las puertas a los turistas y también al riesgo de sufrir un brote de covid que podría ser muy perjudicial, puesto que tienen un sistema sanitario débil, la media de edad de la población es avanzada y hay un alto nivel de comorbididad. Además, Nueva Zelanda, de donde llegan la mayoría de turistas ahora mismo, de momento solo ha vacunado a un 2% de la población.
Es por eso que se han implementado todas las medidas de protección posibles para evitar que el coronavirus se meta a través de la frontera. Representantes gubernamentales como Thomas Wynne tienen muy presentes los ejemplos otros territorios de la zona, como la Polinesia Francesa, que no cerraron las fronteras a principios de 2020: “Tahití es posiblemente nuestro vecino más próximo y ha registrado más de 18.000 casos de covid. Esta cifra es equivalente a la población total de las islas Cook”.
Otro de los países que tiene muy presente el gobierno neozelandés, como cuento premonitorio, es Samoa. El covid tampoco ha penetrado en esta isla paradisíaca de la Polinesia (solo se han registrado dos casos en las instalaciones de cuarentena) gracias a la rapidez con la que cerraron las fronteras. Samoa ya tenía aprendidas las lecciones de una epidemia descontrolada: en 2019 el sarampión infectó casi al 3% de la población y causó la muerte de 83 personas, la mayoría niños y niñas menores de 5 años. El virus se propagó sin dificultades debido a los bajos niveles de inmunización. Sheldon Yett es el representante de Unicef en el Pacífico y visitó Samoa durante el punto álgido de la epidemia. “No había ningún rincón del país que no estuviera afectado por el sarampión. Todas las familias conocían a alguien, ya fuera un niño de su familia o de su vecindario, que tenía la enfermedad”. La tragedia socavó al país pero también lo preparó para la llegada del covid: “Fuimos testimonios del impacto de las campañas antivacunas, las noticias falsas sobre los peligros de la inmunización, y vimos cómo las mujeres cambiaban de opinión. Hacia el final hablábamos con la gente y el mensaje era claro, nadie quería ser el último en vacunar a su hijo", dice.
Samoa ha optado por el máximo de prudencia posible y de momento no prevé reabrir las fronteras hasta que el 98% de la población esté vacunada. Nueva Zelanda, que tiene vínculos muy estrechos con sus vecinos del Pacífico, ha aprobado un paquete de más de 44 millones de euros para garantizar la distribución de vacunas en estos países más vulnerables.