Nueva Zelanda, un oasis de normalidad en medio de la pandemia
Solo con casos esporádicos de transmisión comunitaria, el país mantiene con éxito la estrategia covid cero
AucklandNueva Zelanda forma parte de la pequeña lista de países que están ganando (de momento) la batalla contra la pandemia, con la estrategia covid cero de eliminación del coronavirus. En agosto, el gobierno neozelandés confinó la región de Auckland y cortó de raíz el último brote significativo de la enfermedad. Desde entonces solo han aparecido algunos casos esporádicos en la comunidad, como los cuatro positivos que se han detectado en las dos últimas semanas. Después de aislar a los enfermos, las autoridades sanitarias han localizado todos los contactos posibles gracias a la aplicación de rastreo del covid-19, y no se ha encontrado ningún otro contagio. Para los neozelandeses ha sido otro pequeño susto que ha alterado momentáneamente la vida de normalidad de la que disfrutan desde hace meses: sin restricciones de ningún tipo, ni distancia de seguridad, ni siquiera mascarillas (solo son obligatorias en el transporte público).
Las fronteras están cerradas desde marzo del año pasado, pero la economía ha abierto las puertas de par en par a los turistas locales que han disfrutado de las vacaciones de verano, con restaurantes, bares, parques de atracciones y discotecas operando a pleno rendimiento.
Mariona Wesselo-Comas es una barcelonesa que hace nueve años que vive en las antípodas: “Nosotros fuimos al primer concierto de la gira de Six60, que es una de las bandas más grandes de Nueva Zelanda. Actuaron en un parque deportivo ante 14.000 personas. No había límite de aforo y la gente llegó con autobuses”.
Nueva Zelanda tiene ventajas naturales que han sido claves para frenar el adelanto del virus, como el hecho de ser una isla y tener una baja densidad de población. Pero el éxito también recae en la gestión de la primera ministra, Jacinda Ardern, que a través de medidas rápidas y radicales ha conseguido limitar el impacto de la pandemia a 2.300 infectados y 25 muertes (en un país de casi 5 millones de personas).
La líder laborista se ha ganado la confianza de los ciudadanos (que la recompensaron con una apabullante mayoría absoluta en las elecciones generales de octubre) gracias a un discurso comunicativo basado en la proximidad y la empatía. “Al principio ya dejó claro que no exigiría a los ciudadanos que hicieran caso a los políticos, pero sí pidió que escucharan a la ciencia. Todas las decisiones políticas que ha tomado están basadas en recomendaciones científicas”, dice la barcelonesa.
El equipo sanitario que rodea a Ardern tiene tanta autoridad que los neozelandeses han acabado idolatrando al director de Salud Pública, Ashley Bloomfield, el experto que ha guiado a la población a través de la pandemia y que es todavía más popular que la primera ministra. Detrás de Bloomfield hay una comunidad de científicos que asesoran al gobierno, entre ellos el epidemiólogo Nick Wilson, que en marzo del año pasado elaboró proyecciones que preveían la saturación del sistema sanitario si no se paraba a tiempo el coronavirus. Wilson celebra que la primera ministra escuchara a los expertos y decretara el confinamiento estricto de todo el país durante siete semanas: “El gobierno priorizó un presupuesto del bienestar, es decir, un presupuesto que pone más énfasis en la salud y el bienestar de la población que en medidas puramente económicas como el PIB. Bajo este enfoque, el ejecutivo aplicó medidas drásticas que salvaron vidas aunque perjudicaran al sector empresarial, a quien, a su vez, se ayudó con un paquete económico generoso para que sobreviviera al confinamiento”.
Según los últimos datos, la estrategia de eliminación del virus también ha protegido a la economía: el año ha empezado con un ligero descenso del paro (4,9%) y un PIB positivo después de un trimestre en recesión. Es por eso que el gobierno ha decidido blindar todavía más las fronteras a raíz de las nuevas variantes de coronavirus que se extienden en todo el mundo. Si el año pasado había un sector de la población que exigía la reapertura del país cuanto antes mejor, este año nadie se ha inmutado cuando la primera ministra ha admitido que, ante la lentitud de las vacunaciones, las fronteras probablemente se mantendrán cerradas hasta finales del 2021.