El médico antivacuna que visita sin mascarilla a los enfermos de covid-19
Atanas Mangarov es el responsable del área de coronavirus de uno de los principales hospitales de Bulgaria
Enviat especial en BulgariaLa entrevista la hacemos en su despacho del Hospital Ivan Kirov: una habitación diminuta, poco ventilada y llena de libros y carpetas desordenadas. El doctor Atanas Mangarov no lleva mascarilla y deja claro que no se la piensa poner. “¿Por qué tendría que llevarla?”, me pregunta. Sin tiempo para contestarle, añade: “Si a ti te hace sentir más seguro ponerte la mascarilla, póntela… pero ya te digo yo que no es muy útil”. La reflexión, de hecho, era previsible. A Atanas Mangarov, médico especialista en enfermedades infecciosas, en Bulgaria lo conoce todo el mundo. Desde el inicio de la pandemia se ha posicionado en contra del uso de la mascarilla. También de los confinamientos y del cierre de negocios. Y ahora se opone firmemente a la vacuna contra el covid-19, porque no la considera segura. Pero todavía hay una cosa que sorprende más: él es el responsable del área covid-19 de este hospital de Sofía, uno de los más importantes de la ciudad.
¿Tampoco lleva mascarilla cuando entra a visitar a los enfermos de covid-19?
— Claro que no. No la he llevado nunca. Cada día estoy en contacto con sesenta, setenta o cien personas infectadas de coronavirus y mírame, aquí estoy.
¿Y cómo se protege?
— Lavándome bien las manos, por ejemplo. Es mucho más efectivo. Hace 39 años que me dedico a tratar enfermedades infecciosas y no creo que nadie me tenga que decir cómo me tengo que proteger.
Fue en noviembre de 2020 cuando un vídeo del doctor Mangarov se hizo viral. Bulgaria estaba en pleno inicio de la segunda ola. En una entrevista a una de las principales cadenas de televisión del país, Mangarov no solo admitió que nunca había utilizado mascarilla, sino que explicó que cada día desde el inicio de la pandemia iba a visitar a su madre, de 98 años. “Sí, la visito sin mascarilla. No hay ningún problema, ella también es médico y entiende la situación”, defendía entonces. Las declaraciones sorprendían, teniendo en cuenta que en Bulgaria, como en tantos otros países del mundo, las familias habían limitado el contacto por miedo a contagiar el virus y protegían especialmente a las personas mayores, más vulnerables ante la enfermedad. “Lo sigo haciendo, claro. Si no la voy a ver se siente muy sola, y muy triste. Cada día le llevo el diario y nos abrazamos”. Ni ella, que ahora tiene 99 años, ni tampoco el doctor Mangarov, que tiene 65, están vacunados contra el covid-19.
“Se necesita más tiempo”
Con más de veinte mil seguidores en las redes sociales y una presencia bastante habitual en los medios de comunicación, figuras como la de Atanas Mangarov ayudan a entender por qué Bulgaria es, con diferencia, el país de la Unión Europea con una tasa de vacunación más baja: solo el 26% de la población tiene la pauta completa, muy lejos de la media de los estados comunitarios, que es del 66%. El ARA ha podido constatar que la gran mayoría de los búlgaros no se quieren inmunizar porque desconfían de la vacuna contra el covid-19. “Se ha hecho demasiado rápido” o “no ha pasado suficiente tiempo para comprobar si es segura” son los argumentos que más se repiten. Unos argumentos calcados, de hecho, a los que defiende Mangarov.
“Yo siempre he sido un gran defensor de las vacunas, pero no de esta”, dice el médico. “Se necesita más tiempo para saber si son seguras, y no estoy satisfecho con los estudios que se han presentado”, continúa. También pone en entredicho la efectividad de las dosis: “Nos dijeron que cuando tuviéramos al 70% de la población vacunada todo habría acabado. Aquí no hemos llegado a este porcentaje, claro, pero en Portugal o en España sí, y nada ha acabado. Seguís teniendo muchos casos”. Pero este periodista le recuerda que la mortalidad, tanto en España y Portugal como en otros países europeos con una parte importante de la población vacunada, se ha reducido muchísimo y no tiene nada que ver con las defunciones de las primeras oleadas, cuando no había vacunas. También las hospitalizaciones y los casos graves de la enfermedad han bajado drásticamente.
Evidentemente, no es el caso de Bulgaria. Este país de los Balcanes es también el estado de la UE con el índice de mortalidad por covid-19 más alto: 4.000 muertos por cada millón de habitantes, más del doble que en España, por ejemplo. También es el lugar del mundo donde se ha registrado un exceso de mortalidad mayor desde el inicio de la pandemia, por delante de Rusia o Perú. A principios de noviembre, mientras en buena parte de Europa las muertes por covid-19 eran mínimas, los búlgaros hacían frente a la peor oleada de covid desde el inicio de la pandemia. Con los hospitales al límite, el 8 de noviembre se registraba un récord diario de muertos: 334 defunciones en 24 horas. En los últimos días la situación ha mejorado, pero cada día se supera con facilidad el centenar de personas muertas por covid-19. En Catalunya, con una población similar a la de Bulgaria –7 millones–, se han registrado durante toda la última semana 52 muertos, una media de siete defunciones diarias. Según las autoridades sanitarias catalanas, además, la mayoría son personas que no estaban vacunadas.
En su web oficial, el gobierno búlgaro también intenta transmitir la misma idea: cada día, cuando actualiza las cifras de contagios, hospitalizaciones y muertos, reserva un espacio destacado para detallar qué porcentaje de todas estas personas no estaba inmunizado. El resultado, según estos datos, es que normalmente más del 80% de infectados no se habían vacunado, como tampoco lo habían hecho más del 90% de ingresados y de muertos.
El doctor Mangarov se rebela contra esta “presión”. “Todo el mundo que se quiera vacunar, que lo haga. Pero dejaz en paz a los que no lo quieren hacer. Me parece una auténtica irresponsabilidad política que las autoridades estén obligando a ello directamente o indirectamente”, defiende, en referencia al uso del certificado de vacunación para acceder a algunos lugares como restaurantes o gimnasios. “Esto es fascismo”, dice.
¿Y usted qué les dice a sus pacientes cuando le piden consejo sobre si se tienen que vacunar o no?
— Les digo que si se quieren vacunar que se vacunen, pero que yo no les puedo dar una respuesta o una seguridad científica, porque considero que no hay suficiente información disponible.
"Tú eres un superhéroe"
Con los meses, pues, Mangarov se ha convertido en una figura incómoda para las autoridades búlgaras. Al inicio de la pandemia incluso formó parte de una comisión alternativa de expertos médicos que se reunía con el gobierno del entonces primer ministro Boíko Borisov para recomendar cómo se tenía que actuar ante este virus. “No se trata de una infección especialmente peligrosa. No todos los que se ponen enfermos morirán”, defendió en una conversación con los representantes del gobierno y otros expertos médicos en abril de 2020, cuando los primeros casos empezaban a preocupar en Bulgaria. Atanas Mangarov insistía, como sigue haciendo ahora, en que no había que implementar medidas estrictas y en que la pandemia se superaría cuando el 70% de la población hubiera conseguido la inmunidad natural ante el virus, después de haberse contagiado.
“Tenemos que aprender a vivir con el virus, como lo hemos hecho con otros. Vida normal, excepto para las personas que sí son más vulnerables ante la enfermedad y que, por lo tanto, tienen que estar más protegidas”, dice. Él pasó el covid justo ahora hace un año y está seguro de que todavía tiene anticuerpos. “Cada día tengo contacto con decenas de pacientes con covid-19, y mi cuerpo se ha acostumbrado”. Cree que solo el 50% de los sanitarios que trabajan en su hospital están vacunados.
¿Alguien del gobierno o de la dirección del hospital le dice que se ponga la mascarilla mientras trabaja?
— Sí, cada día me lo dicen. Pero como no se atreven a venir a la planta covid no saben si les hago caso o no.
¿Puedo entrar con usted en el área para enfermos covid?
— Claro. Además, tú estás vacunado y llevas mascarilla. Eres un superhéroe [ironiza].
Cruzamos una puerta blanca y llegamos a un pasillo de tonos grisáceos y amarillentos. El doctor Mangarov entra en una de las habitaciones. Tres hombres de cierta edad están tumbados en la cama, con respiración asistida y medio adormilados. Se acerca a cada uno de ellos, sin mascarilla, ni guantes, ni ningún tipo de protección, y les toca la frente mientras les calcula la saturación de oxígeno con un pequeño aparato que les coloca en un dedo de la mano. Hará lo mismo en tres habitaciones más, también llenas de enfermos. Cuando acaba, cogemos el ascensor para salir del hospital. Antes de despedirnos me da la mano y me da un medio abrazo. “Hasta otra”, dice.