PERFIL DE LOS NEGOCIADORES

Michel Barnier, frialdad alpina impasible para el irracional lío del Brexit

Político francés de larguísima carrera institucional, ha negociado la primera ruptura de la Unión

Júlia Manresa Nogueras
y Júlia Manresa Nogueras

BruselasEste mes, en Albertville, una ciudad de los Alpes franceses, ya hiela por las noches. Con este frío se forjó la templanza de Michel Barnier, político francés de larguísima carrera institucional, conocido y reconocido desde los últimos años por ser la cara europea que ha negociado la primera pérdida de la Unión: el Brexit. La primera victoria política de Barnier fue la de llevar los Juegos Olímpicos de Invierno a Albertville, el mismo año que Barcelona acogía los grandes Juegos; la última (de momento) ha sido la de evitar que el divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea no descarrilara en un camino lleno de accidentes y averías. Y lo que es más meritorio: sin perder los nervios ni levantar el tono en ningún momento.

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Barnier ya tiene 65 años y acumula una larga trayectoria política de cargos ministeriales en Francia y como comisario en Bruselas, que destaca desde la elegancia, la seriedad y también desde una templanza que no le ha ahorrado la etiqueta de aburrido. El compromiso político y el europeísmo, ha dicho en varias entrevistas, lo ha forjado teniendo siempre de faro la imagen en la que el general De Gaulle y el canciller Adenauer se daban las manos en un símbolo de la reconciliación franco-alemana en 1963 en la firma del Tratado del Eliseo. Para recordarlo la tiene enmarcada en su despacho de Bruselas, donde ha ocupado varios cargos. Aterrizó como comisario de Política Regional en 1999, con Romano Prodi, y volvió en 2010 como comisario del Interior de Durão Barroso. Antes había sido asesor de Asuntos Europeos de Jacques Chirac, ministro de Medio ambiente, de Agricultura, de Exteriores y de Asuntos Europeos. Toda una carrera que empezó pegando carteles de De Gaulle de adolescente y que ha llevado desde una visión conservadora con acento centrista, que lo ha convertido en la personificación de la conciliación tan necesaria en la irracionalidad de todo el lío del Brexit, aunque no siempre lo bastante valorado en el seno de su familia política: en dos ocasiones no lo eligieron como candidato para presidir la Comisión a pesar de que hace tiempo que se perfila.

Desde 2016 es el encargado de negociar el Brexit, unas conversaciones que ha gestionado con admirada impasibilidad incluso cuando la expremier Theresa May tuvo que renunciar dando paso a los constantes desafíos y salidas de tono de Boris Johnson. Pero nunca le han sacado de quicio. “El Brexit es una universidad de la paciencia”, ha dicho recientemente sobre las últimas conversaciones. Barnier se ha esforzado en dejar fuera las “emociones” y enfocar las conversaciones desde una frialdad alpina que le han hecho ganarse el respeto, incluso, de los tabloides británicos. De Theresa May elogió su “resistencia” y de él mismo se elogiará su capacidad de mantenerse como contrapeso racional de un lío como el Brexit y a pesar de tener la dificultad añadida de representar 27 sensibilidades, que ha conseguido contentar casi sin fisuras. Irónicamente, quién más trabas ha puesto en el último momento ha sido Francia.