Iglesia

Muere Benedicto XVI, el papa que no quería ser papa

Será recordado por haber renunciado a su pontificado, algo que no había pasado nunca en el Vaticano en los últimos 700 años

El 13 de febrero de 2013, el papa Benet XVI saluda mientras marcha después de la misa del miércoles de ceniza, a la basílica de Sant Pere del Vaticano
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BarcelonaBenedicto XVI ha muerto hoy en el convento Mater Ecclesiae, en el Vaticano, donde vivía apartado desde su renuncia. Tenía 95 años y hacía tiempo que estaba muy débil. Casi no andaba y hablaba con un hilo de voz. A partir del lunes por la mañana, 2 de enero, el cuerpo del papa emérito será expuesto en la Basílica de San Pedro para que los fieles puedan decirle adiós. El papa Francisco presidirá su funeral el próximo jueves 5 de enero a las 9.30 horas de la mañana, según ha informado horas más tarde el Vaticano.

Joseph Ratzinger pasará a la historia por ser el único papa que no quiso ser papa, y abrió un nuevo capítulo en la Iglesia católica renunciando a su pontificado. Dimitió, algo que no había pasado nunca en el Vaticano en los últimos 700 años. Precisamente por eso será recordado: porque prefirió soltar las riendas de la Santa Sede a continuar arriba de un caballo desbocado que él sabía que no podía dominar.

Benedicto XVI llegó al Vaticano el 19 de abril del 2005 después de la muerte de Karol Wojtyla y fue escogido pontífice en la tercera votación. De hecho, Ratzinger fue quien ofició la misa del funeral por Juan Pablo II. En 2002 había sido nombrado decano del Colegio de Cardenales, y por eso tuvo que presidir aquella eucaristía en 2005.

Apoyo al nazismo

Nacido en la localidad bávara de Markt am Inn el 16 de abril de 1927, participó en la Segunda Guerra Mundial en los servicios antiaéreos alemanes que protegían una fábrica de motores de aviación de BMW. Esta vinculación con el nazismo le jugó una mala pasada después, cuando se convirtió en el papa número 265 de la Iglesia católica y el sexto alemán desde Víctor II: algunas voces criticaron esta lacra en su pasado, que Ratzinger justificó por las circunstancias históricas del momento.

Después de la guerra, Ratzinger estudió teología y fue ordenado sacerdote el 29 de junio del 1951. Inicialmente optó por la docencia, y fue profesor de teología y dogmática, e historia del dogma en varias universidades alemanas. En 1977 fue designado arzobispo de Múnich y de Freising, y en 1981 se convirtió en cardenal y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la conocida antiguamente como Inquisición. Dirigió esta institución durante nada más y nada menos que 23 años. Así se ganó la fama de ser el guardián de la ortodoxia más conservadora de la Iglesia católica.

El papa Benedicto XVI, de espaldas, en una audiencia en el Vaticano

Ratzinger llevó a cabo una cruzada contra la teología de la liberación. Pero no solo esto. En el año 2000 publicó el documento Dominus Iesu, que dictamina que la Iglesia católica es "el único camino de salvación”. O sea, hirió de muerte cualquier posibilidad de diálogo ecuménico. Tres años después, en 2003, redactó otro escrito en el que daba instrucciones a los políticos católicos para que se opusieran a las leyes sobre el aborto, la eutanasia y el matrimonio homosexual.

Durante su pontificado, Benedicto XVI fue consecuente con su trayectoria. Hizo un esfuerzo sincero para limpiar la Iglesia y, en este sentido, pidió perdón a las víctimas de los sacerdotes pederastas y, por ejemplo, no mostró ninguna indulgencia hacia Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo que sí tuvo el apoyo de Juan Pablo II a pesar de haber sido acusado de cometer abusos sexuales.

Pero fueron tantos los escándalos que afloraron entonces en la Santa Sede que Benedicto XVI se sintió desbordado. De hecho, su papado se caracterizó por el denominado caso Vatileaks, el robo de documentos confidenciales del Vaticano por parte de su mayordomo, Paolo Gabriele, que después fueron publicados. Estos documentos revelaban la existencia de relaciones homosexuales, luchas de poder y malversaciones económicas en la Santa Sede. Todo lo que Benedicto XVI predicaba que no quería fuera del Vaticano lo tenía adentro. Para un octogenario fue demasiado.

Así que después de 2.873 días al frente de la Iglesia católica, Benedicto XVI dejó de ser papa para convertirse en papa emérito. Anunció que a partir de ese momento viviría "escondido del mundo", dedicado a una vida de plegaria y meditación. Y así lo ha hecho. El papa emérito se ha dejado ver poco, en contadas ocasiones. Pero, eso sí, ha seguido vistiendo de blanco hasta la muerte.

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