EUROPA

Navalni y diez más: los opositores envenenados en la Rusia de Putin

Los servicios secretos y el presidente son los principales sospechosos de los ataques

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ALBERT CASTELLVÍ ROCA
3 min
El opositor político Aleksei Navalni haciendo el signo del corazón durante la sesión en que se dictó sentencia contra él de tres años y medio de prisión por malversación,  en un juzgado de Moscú.

SabadellDesde que el 20 de agosto se encontró mal en un vuelo entre Tomsk y Moscú, Aleksei Navalni no se ha cansado de denunciar que fue envenenado por los servicios secretos rusos por orden del presidente del país, Vladimir Putin. Una investigación periodística y la confesión de uno de los agentes supuestamente implicados en el intento de asesinato (además del hecho de que el producto con el que Navalni fue intoxicado fuera Novitxok, un agente nervioso desarrollado por la Unión Soviética) parecen corroborar, al menos, la primera parte de la acusación del líder opositor ruso.

El Kremlin siempre ha menospreciado la versión de Navalni y Putin llegó a afirmar, como prueba de su falta de relación con los hechos, que si el Servicio Federal de Seguridad (FSB) le hubiera querido matar "habría llegado hasta el final". Pero la experiencia demuestra que este razonamiento cojea: efectivamente, la inteligencia rusa ha envenenado mortalmente a algunos opositores durante los últimos años, pero en otros casos las víctimas han conseguido sobrevivir. Siempre, claro, presuntamente, porque la justicia rusa no ha investigado ninguna de las acusaciones contra sus servicios secretos (ni contra Putin) por parte de opositores que han denunciado que les habían envenenado. Oficialmente, pues, ha sido solo fruto del azar que al menos once personas críticas con Putin hayan sido envenenadas en los veinte años que lleva en el poder.

Sustancias radiactivas

Entre los que no sobrevivieron al envenenamiento, el caso más recordado es el del ex coronel del KGB y del FSB Aleksander Litvinenko, que vivía exiliado en Londres tras haber criticado a sus superiores y al propio Putin. En noviembre de 2006 murió en la capital británica tres semanas después de haber sido envenenado con polonio 210. Según los investigadores británicos, dos ciudadanos rusos, probablemente siguiendo órdenes de Moscú, añadieron este material radiactivo en su taza de té durante una encuentro. Pero las autoridades rusas denegaron la extradición de supuestos asesinos.

El caso de Litvinenko recordó algunas muertes anteriores. Una es la del periodista y diputado opositor Yuri Sxekotxikhin, conocido por haber sacado a la luz casos de corrupción que salpicaban las más altas esferas del poder de Rusia. Sxekotxikhin murió en 2003, oficialmente a causa de una extraña enfermedad que le mató en 16 días. En su caso no se pudo hacer ninguna investigación independiente sobre la causa de la muerte, pero su entorno está convencido de que lo envenenaron. Otro caso es el de Roman Tsepov, un controvertido empresario y antiguo hombre de confianza de Putin que murió en 2004 y al que se le encontró una substancias radiactiva indeterminada en el cuerpo. Antes de enfermar había visitado una oficina del FSB y había tomado un té. También se sospecha que el líder rebelde checheno Lecha Islamov, que murió mientras cumplía una pena de prisión en 2004, fue envenenado con una sustancia radiactiva, posiblemente para comprobar su efectividad de cara a usos posteriores.

En cambio, en la lista de supervivientes se encuentran nombres como el del ex agente de inteligencia Sergei Skripal (que fue víctima de Novitxok en 2018), el político y activista Vladímir Karà-Murzà (que ha denunciado dos envenenamientos, en 2015 y en 2017) o el artista Piotr Verzílov, vinculado al grupo musical Pussy Riot (2018). En 2004, dos años antes de ser asesinada a tiros, la periodista Anna Politkóvskaia también había sido envenenada, solo cuatro días antes del candidato prooccidental (y, por tanto, anti Kremlin) en las elecciones presidenciales de Ucrania, Víktor Yúshchenko.

El mismo Navalni también asegura que la supuesta reacción alérgica que sufrió mientras estaba en la cárcel en 2019 fue, en realidad, un envenenamiento, y el diputado canadiense Irwin Cotler, que como abogado ha apoyado a muchos disidentes rusos, aseguró hace unos años que estaba convencido de que en 2006 había sido envenenado durante un viaje a Moscú.

Una práctica antigua

En cualquier caso, el envenenamiento de rivales políticos por parte de los servicios secretos rusos no es una exclusiva de la época Putin. Durante la Guerra Fría, la URSS había utilizado este método para eliminar algunas voces opositoras, como al escritor búlgaro exiliado en Londres Georgi Markov, que en 1978 murió envenenado por una pequeña dosis de ricina que le habían inyectado pinchándole con la punta de un paraguas. Y en 1995, cuando Rusia era gobernada por Boris Yeltsin, se hizo lo que se considera el primer ensayo del uso de Novitxok, con el asesinato del banquero Ivan Kivelidi.

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