La operación relámpago de Putin se ha convertido en una guerra de desgaste
BarcelonaCon las tropas estancadas desde hace días, Rusia se ensaña con la población civil en las ciudades asediadas para tratar de forzar una rendición que ahora parece lejana. Moscú ha fracasado en el intento de rodear Kiev y centra ahora la ofensiva militar en el frente este, donde está el grueso de las fuerzas ucranianas. Cuando hace solo un mes del inicio de la invasión, todo indica que va para largo.
Moscú ha perdido en el frente de Kiev
“La maniobra de apertura [de la invasión rusa] fue más propia de un golpe de estado que de una guerra”, explica el presidente de la Sociedad de Estudis Militars (SEM) de Catalunya, Pol Molas. La llegada de las tropas rusas a Kiev desde Bielorrusia en los primeros días de invasión, cuando incluso cayeron paracaidistas rusos en las afueras de la capital, demuestra que Vladímir Putin se esperaba un paseo. La famosa “operación militar especial” para liberar y “desnazificar” a Ucrania se estaba aplicando sobre el terreno con una estrategia militar pensada para una población que los recibiera con los brazos abiertos o como mínimo se rindiera sin ofrecer resistencia. “La inteligencia rusa tenía datos que advertían que los ucranianos resistirían, pero nadie se atrevió a decirle la verdad a Putin”, interpreta el analista militar. Toparon con una resistencia ucraniana fuerte y muy entrenada, y con el apoyo de miles de ciudadanos, reclutados y voluntarios, de la Defensa Territorial.
El convoy militar de 60 kilómetros de largo que envió Moscú hacia Kiev quedó pronto encallado a unos 15 kilómetros de la ciudad. Los ucranianos atacaron las líneas de abastecimiento e incluso usaron los ríos para provocar inundaciones controladas que les bloquearan el adelanto. Pero también ha habido algunos “errores logísticos de envergadura” por parte de Rusia que han sorprendido a los propios analistas militares, como explica Alberto Bueno, especialista en defensa de la Universidad de Granada. “El adelanto de columnas acorazadas sin reconocimiento ni infantería y el poco papel de la fuerza aérea” son otras sorpresas, dice, a pesar de que el segundo punto se atribuye al hecho de que Rusia no ha conseguido imponerse en el espacio aéreo, donde está encontrando más contestación ucraniana de la esperada.
Incluso la raspútitsa, como se conoce en ruso al terreno embarrado que se genera cuando la nieve se deshace en estas regiones, los ha fastidiado: los vehículos militares rusos no salen de las carreteras asfaltadas para no quedar atrapados en el barro y en las carreteras son mucho más vulnerables en las emboscadas ucranianas. Al nordeste de Kiev una de estas emboscadas dejó fuera de combate a todo un regimiento ruso a principios de marzo. Según Oryx, los rusos han perdido más de 1.700 vehículos y equipaciones (Ucrania, 516), entre los que hay 275 tanques. “Los rusos no están siendo fieles a su manera de hacer la guerra: los soviéticos ya aprovecharon la raspútitsa para retardar a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial”, apunta Molas.
El viernes las fuerzas ucranianas ya habían recuperado un territorio de 35 kilómetros alrededor de Kiev, donde los rusos han tenido que recular, según la inteligencia británica. Con más de tres millones de habitantes y un perímetro de más de 100 kilómetros, los rusos no tienen suficientes efectivos para rodear la ciudad. Si no hay un cambio radical, el frente de Kiev ya está perdido para Rusia.
Objetivo en el este: rodear el grueso de las tropas ucranianas
Perdido en el frente de Kiev, los esfuerzos militares de Rusia se concentran ahora en el frente del este. Fue el primero donde conquistaron terreno solo entrar, el 24 de febrero, puesto que en la zona del Donbás contaban con las milicias prorrusas que luchan desde 2014. Pero es aquí donde también el ejército ucraniano tiene su despliegue más importante “y donde han estado preparando las defensas desde 2015”, señala Molas. La estrategia del Kremlin pasa ahora por intentar hacer una pinza que rodee a estas tropas ucranianas, las Fuerzas de Operación Conjuntas (JFO, en las siglas en inglés), avanzando desde el este al Donbás y por el norte desde Járkov. Si las tropas rusas consiguen rodear y bloquear estos regimientos, “podrían liquidar entre un cuarto y un tercio de las fuerzas ucranianas” -las que componen las JFO-, según apunta Pol Molas, pero también destaca que los ucranianos aquí tienen “posiciones muy muy atrincheradas y han tenido ocho años para prepararse”.
Para atacar a las JFO, Rusia está desplazando ahora tropas desde Járkov, la segunda ciudad más grande del país, que lleva sometida a un asedio brutal desde la primera semana de conflicto, igual que Sumy y Chernígov, también en el norte, y que Mariúpol, en el sur. “El problema de cualquier ejército es que no puede dejar ciudades en la retaguardia y por eso la situación está estancada”, explica David Alegre, historiador de la guerra en la UAB. Y es que las localidades rodeadas están resistiendo mucho más de lo que se esperaba Moscú, a costa, eso sí, de unas elevadas pérdidas humanas. Incapaz de seguir avanzando para conquistar más terreno, la estrategia de desgaste rusa se está ensañando con la población civil.
Pérdidas humanas
En el bando ucraniano, lo que está claro es que hay muchos más muertos civiles que militares. Pero las pérdidas humanas rusas también son devastadoras. Según la OTAN, entre 7.000 y 15.000 soldados rusos habrían muerto. “Es una especulación y una horquilla demasiado ancha, pero el dato más bajo de los dos ya es una cifra terrible para el ejército ruso”, dice Alberto Bueno. “Incluso las cifras reconocidas por el propio Kremlin [algunos medios rusos llegaron a hablar de 9.000 muertos según su gobierno, pero después lo retiraron] apuntan ya a uno de los desastres militares más graves en la historia contemporánea de Rusia desde la Segunda Guerra Mundial”, añade.
El frente sur: la salida al mar
Mariúpol es otra de las ciudades convertidas en un infierno por las bombas rusas. Los vecinos han cavado fosas comunes improvisadas para meter los cadáveres que quedaban extendidos en medio de la calle. Los altos el fuego se han incumplido casi siempre y los corredores humanitarios que se habían pactado han permitido salir hasta ahora muy poca gente, a la vez que Ucrania denuncia los “secuestros” de habitantes de la ciudad para llevarlos a Rusia. Mariúpol es una ciudad estratégica: si cae, Moscú no solo controlará toda la salida ucraniana al mar de Azov, sino que también unirá el frente sur con el territorio ya controlado al este, en el Donbás. El viernes las autoridades ucranianas decían que Rusia había conseguido “parcialmente” unir estos dos frentes, pero Mariúpol todavía no se daba por perdida.
Los barcos de guerra rusos en el mar Negro y el mar de Azov mantienen bloqueado el comercio marítimo ucraniano y dan a los soldados invasores un apoyo clave para avanzar en el frente sur. Pero no son infalibles: hace pocos días los misiles ucranianos destruyeron dos barcos. “Rusia tiene una flota marítima importante, motivo de prestigio, pero que cuesta mucho dinero de mantener”, dice Alegre. Si bien el ejército ruso es uno de los más poderosos del mundo, “su modernización en las últimas dos décadas ha fracasado por los bloqueos de la propia oligarquía rusa”, que no quería invertir todo el dinero que requiere la tecnología militar puntera, explica. Es por eso que el analista da credibilidad a las informaciones del Pentágono que dicen que Rusia se está quedando sin misiles guiados de precisión y por eso también opta por bombas que generan más daños indiscriminados. También parece que los dos mísiles hipersónicos lanzados desde Crimea, uno hacia el oeste y el otro a Mykolaiv, prueban esta escasez de misiles de crucero. Esto se suma a los errores logísticos, a la resistencia ucraniana y al hecho de que “los sistemas de comunicación les están fallando constantemente”, explica el analista de la UAB. Pero también existe el factor “tipo de combatiente”, puesto que buena parte de las tropas rusas están formadas por jóvenes sin experiencia militar “que a menudo no sabían ni qué iban a hacer”, en Ucrania, dice.
En este frente, además, las fuerzas ucranianas “están haciendo una buena explotación de las vulnerabilidades de las comunicaciones”, otro punto débil de los rusos sobre el terreno, dice Molas. Además de los ataques contra objetivos de abastecimiento y comunicación rusos, los ucranianos se han dedicado a “enviar mensajes SMS a los móviles de los soldados rusos para ofrecerles rutas de fuga si desertan”, explica el analista.
Aun así, en este frente no hay raspútitsa y las fuerzas rusas que entran por Crimea -donde el ejército ruso ya estaba incluso antes de la anexión, en 2014- han conseguido avanzar más que en el norte.