Guerra entre Israel y Palestina

El asalto de Israel a Rafah pone a Egipto contra las cuerdas

El Cairo apoyará a Sudáfrica en el proceso por Genocidio en el Tribunal Internacional de la ONU

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Palestinos huyendo de los bombardeos en Rafah.

El CairoCuando a principios de la semana pasada el ejército de Israel emitió las primeras órdenes de desalojo a una parte de la población de Rafah, la ciudad más al sur de Gaza y la única que no había sido asaltada por el suelo, Egipto va condenó sin paliativos el movimiento e instó a Tel-Aviv a actuar con máxima moderación y evitar una nueva escalada de tensión. Incluso el presidente del país, Abdel Fattah al Sisi, pidió, en un mensaje poco común en las redes sociales, redoblar los esfuerzos diplomáticos por intentar acordar un alto el fuego.

Sólo unas horas después, las tropas israelíes capturaron el paso fronterizo de Rafah, que conecta la Franja con Egipto, en una operación relámpago. Pero entonces la respuesta de El Cairo fue más tibia, a pesar de tratarse de una escalada sin precedentes: el futuro del paso de Rafah quedó en el aire, la ayuda humanitaria en Gaza se detuvo, las negociaciones con Hamás quedaban tocadas, tanques israelíes se plantaban en la frontera y la presión sobre el más de un millón y medio de palestinos hacinados en el patio trasero crecía aún más.

De momento, la acción de mayor alcance por la que ha optado El Cairo es indirecta y pasa por intervenir formalmente a favor de Sudáfrica en el caso por genocidio contra Israel presentado ante el máximo órgano judicial de la ONU, el Tribunal Internacional de Justicia, según anunció el domingo el ministerio de Exteriores del país. También volvieron a pedir al Consejo de Seguridad medidas inmediatas para frenar la ofensiva y las operaciones a Rafah.

Ambivalencia en El Cairo

La ambivalencia de las autoridades egipcias se atribuye a los difíciles equilibrios que se están viendo forzadas a mantener entre sus estrechas relaciones con Israel y Estados Unidos, la creciente desconfianza con Tel Aviv y el gran apoyo local a la causa palestina.

Una de las dos líneas rojas que El Cairo había trazado públicamente hasta ahora había sido el estatus del estrecho corredor desmilitarizado que se extiende a lo largo de la frontera egipcia con Gaza, conocido como la ruta Philadelphi, y que está regulado por unos protocolos definidos en virtud del tratado de paz de 1979 entre ambos países y de un acuerdo adicional firmado en el 2005 cuando Israel se retiró de la Franja.

Israel afirma, de momento sin aportar prueba alguna, que Hamás introduce armas a través de una red de túneles subterráneos que cruzan por debajo del corredor. Egipto lo niega, lo considera un pretexto para ocupar la estratégica zona, y había advertido que capturarle pondría en peligro las relaciones bilaterales. Después de 19 años, las tropas israelíes se lanzaron de nuevo el martes. Y de repente, no existe consenso en Egipto sobre si el movimiento supone una violación del acuerdo de seguridad vigente ni sobre las acciones a tomar, mientras planea la duda de si hubo una cierta coordinación.

“El corredor de Philadelphi no es una zona casual y amistosa que haya surgido de la nada, [sino] que sale de un tratado de paz y de unos acuerdos de seguridad, y debe seguir siendo así”, apunta Mohannad Sabry, un experto egipcio en cuestiones de seguridad en Sinaí. “Que a Israel se le ocurra de algún modo esta nueva idea infundada de querer separar a Gaza de Egipto, que es el único puerto de [salida de] Gaza hacia el mundo, es una maniobra política”, añade.

Pocas horas antes de que Israel capturara el paso de Rafah, Hamás había anunciado que había aceptado el acuerdo de tregua que le habían planteado Egipto y Qatar, pero el gobierno israelí se desdijo alegando que se trataba de una propuesta distinta a la que habían visto. El Cairo se arremangó para evitar que las negociaciones descarrilaran, pero la última ronda de conversaciones indirectas concluyó, de nuevo sin éxito, a finales de la semana pasada.

En las últimas semanas, la ayuda humanitaria que entraba en Gaza por el paso de Rafah había ido ya a la baja en comparación con la que entraba por el paso de Karem Abu Salem, entre Gaza e Israel, según muestran datos del ONU. Pero que Rafah fuese uno de los dos principales puntos de acceso para la escasa ayuda que ha entrado en la Franja ha convertido a Egipto en un actor indispensable en las operaciones humanitarias y ha representado una carta importante para las autoridades egipcias.

Desde la semana pasada, El Cairo se ha negado a coordinarse con Israel en relación al paso de Rafah y también ha rechazado redirigir los camiones de ayuda humanitaria a través de Karem Abu Salem, entre Israel y Gaza, según afirmó un alto cargo del país en el canal oficialista En Qahera News.

Los miedos de El Cairo

La segunda línea roja que ha marcado El Cairo es un desplazamiento forzoso de palestinos en la península del Sinaí. Egipto se opone porque no quiere ser partícipe de una limpieza étnica de la Franja y porque Israel, como poder ocupante, es el responsable. También considera que un traslado forzoso supone una amenaza para la seguridad nacional porque las facciones palestinas podrían atacar a Israel desde el Sinaí, e Israel podría entonces atacar suelo egipcio.

Por ahora, las órdenes de evacuación de Israel a la población de Rafah instan a no dirigirse a la frontera. Pero El Cairo lleva meses blindándola, reforzando militarmente la zona y elaborando planes de contingencia. En esta línea, a principios de mayo se anunció la creación de una unión de tribus árabes en el norte del Sinaí, liderada por una figura cercana a los círculos de poder del estado, que se cree que podría tener un rol destacado en caso de inestabilidad en la zona.

En el flanco interno, a medida que se agrava la crisis de Gaza, las autoridades egipcias se han mostrado más inflexibles con las muestras de solidaridad con el pueblo palestino en el país, sobre todo si han incorporado críticas a su gestión, por temor a que se les gire en contra. Y según un recuento de la Comisión Egipcia de Derechos y Libertades compartido con el ARA, hay 120 personas arrestadas, la mitad de las cuales permanecen hoy en prisión preventiva.

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