Buchenwald, el Holocausto y Gaza
Este año 2025, se ha conmemorado el 80 aniversario de la liberación de los campos nazis. El aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial y, con él, el fin de uno de los episodios más crueles de la historia de la humanidad. La deshumanización y el asesinato programado e industrial de millones de personas en los campos de concentración y campos de exterminio del Tercer Reich. Un hecho que desde entonces ha desquiciado la conciencia de la humanidad, ha puesto en duda su misma esencia y ha hecho, como dijo acertadamente Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y Buchenwald, que "después de Auschwitz el mundo ya no fuera nunca más igual".
Sin embargo, este año en Buchenwald, en abril, durante la ceremonia internacional de la liberación del campo tuvo lugar un hecho excepcional. Un grupo de jóvenes estudiantes, integrantes del grupo del Amical de Buchenwald, habían sido invitados por el Comité Internacional de Buchenwald y Dora a realizar una intervención en el acto central. Con el profesorado y el apoyo de Amical, habían redactado un manifiesto que quería representar el pensamiento de la juventud europea ante este importante aniversario.
Así, el domingo 6 de abril, a primera hora de la tarde, cuando llegó su turno, la veintena larga de jóvenes salieron a laappellplatz del campo, y frente a cientos de personas, representantes políticos de los diferentes países, miembros del Comité Internacional, familiares de los deportados y supervivientes, tres chicas de tres institutos de España leyeron el manifiesto. Un manifiesto, a nuestro parecer, extraordinario, que sintetizaba muy bien la denuncia de las injusticias actuales en el mundo, el peligro de la extrema derecha, que apelaba al espíritu del juramento de Buchenwald ya las enseñanzas de Jorge Semprún o Stéphane Hessel, y sobre todo nos ponía a todos ante el espejo y nos ponía a todos ante el espejo y nos ponía a todos ante el espejo acción.
Pero las chicas, también con la rebeldía propia de la edad, y después de escuchar durante estos días a Weimar y Buchenwald, en los actos oficiales, todo tipo de justificaciones en las posiciones de Israel y ninguna palabra o empatía por lo que está pasando en Gaza, pensaron que aquel era el lugar idóneo y el momento adecuado para denunciar lo que ocurre ahora previsto ni consensuado con el CIBD (Comité Internacional de Buchenwald y Dora), en el que denunciaron las guerras actuales y especialmente el genocidio que se está cometiendo en Gaza.
Y ahí empezó el conflicto. Las palabras de la joven lectora causaron un destacado revuelo entre la nueva presidencia del Comité Internacional, el presidente saliente, representante judío, y el propio director del Memorial del Campo de Buchenwald, que se precipitaron a pedir explicaciones ya descalificar esa intervención. Posteriormente, otros miembros del CIBD, representantes de países con orígenes judíos, empezaron un envío de correos con el rechazo a la intervención de las jóvenes y, en consecuencia, de rechazo a la persona que supuestamente lo había permitido y facilitado, el firmante de este artículo.
Israel está cometiendo un genocidio
Representantes de algunos países en el CIBD calificaron la intervención, las palabras de las chicas, de antisemita, por mucho que explicamos en varias respuestas que no era así, que las chicas y la propia delegación española de la Amical teníamos muy clara la distinción entre el gobierno sionista de Israel y el pueblo judío. Sin dejar de lado que el pueblo palestino también es semita.
El hecho, seguramente relevante, motivando el interés de muchos medios de comunicación, obliga a una amplia reflexión. Sobre qué decir y qué no en un acto de estas características, sobre la relación de los hechos del pasado y los del presente y, naturalmente, sobre quién tiene el patrimonio del sufrimiento de las personas y cuál es el valor de cada cosa.
Es obvio que Israel está cometiendo un genocidio. Y el tiempo está dando la razón a estas jóvenes valientes que se atrevieron a denunciarlo en Buchenwald. Utilizar el hambre y la sed como armas de guerra, destruir escuelas y hospitales, asesinar a médicos y personal de enfermería, periodistas, jugar con la población civil obligándola a desplazamientos forzados, a intentar encontrar algo de alimento entre disparos y bombardeos, no tiene otro nombre: genocidio.
Es incompresible el rechazo que esa afirmación provocó en Buchenwald. Incomprensible que descendientes de las víctimas del Holocausto se sintieran ofendidos y pidieran explicaciones. Ellos que deberían ser los más sensibles al sufrimiento en recuerdo de su propia historia. Como también es incomprensible la parálisis de la comunidad internacional, y el papel que Alemania está jugando en este conflicto. Parece que todavía arrastran un gran complejo de culpabilidad.
Tanto las chicas como nosotros podemos entender la complejidad de la situación. Y la gravedad de la Xoà. Pero con la legitimidad que nos da ser herederos del sufrimiento de las víctimas republicanas españolas en este campo de concentración y porque teníamos que ser fieles al juramento de Buchenwald, creo que precisamente aquí teníamos la obligación de denunciar las injusticias, las guerras, el auge de la extrema derecha y, por qué no cometido en el mundo a lo largo de la historia. Por qué no hay que poder hablar, en Buchenwald y en los otros campos nazis, de los genocidios en Ruanda, en Armenia, de los rohingyes en Myanmar, ¿de los asesinos de masas y de los crímenes de guerra que suceden en Ucrania o en Palestina?