"Juego con mi hijo para distraerle del hambre": los testigos del hambre en Gaza
Las imágenes de niños y ancianos muriendo de hambre son el resultado de un plan planificado por las autoridades de Tel-Aviv, alertan los expertos
Barcelona"He trabajado durante más de cuarenta años sobre el hambre y las crisis alimentarias y no ha habido ningún caso de un hambre masiva tan minuciosamente diseñada, estrechamente controlada y planificada con tanta precisión contra una población como la que vemos en Gaza", escribe Alex de Waal, uno de los más destacados expertos académicos en hambre en el mundo.
El experto alerta de que lo que vemos ahora era claramente previsible y que lo habían advertido los informes de la ONU y del Famine Review Comitee, que monitoriza las crisis alimentarias en todo el mundo. Con la Franja sometida a un asedio total del ejército israelí y la destrucción de todas las fuentes de alimentos interiores con bombardeos (cultivos, invernaderos, pozos agrícolas, rebaños y la flota pesquera), era cuestión de tiempo que la gente de Gaza se quedara sin comida. El cálculo es sencillo: un adulto tarda entre 60 y 80 días en morir de hambre, menos si ya está debilitado por la mala nutrición, las enfermedades y la falta de atención sanitaria. Las criaturas resisten mucho menos tiempo, sin leche de fórmula o si las madres lactantes no pueden alimentarlas. "Sabíamos que esto pasaría", reitera De Waal.
El otro componente de la planificación del hambre ha sido el Gaza Humanitarian Foundation (GHF), el mecanismo de reparto de ayuda humanitaria impuesto por Estados Unidos e Israel para saltarse el sistema de la ONU, que se había encargado de la distribución de la ayuda en la Franja desde hacía más de ochenta años. A sus puertas murieron más de un millar de palestinos y seis mil resultaron heridos por fuego israelí cuando esperaban recoger ayuda. La GHF dispone sólo de cuatro puntos de reparto -la ONU tenía 400-, tres situados en el sur y uno en el centro, con lo que contribuyen al desplazamiento forzado de la población del norte, que desde el inicio de la operación de Israel en la Franja, hace 21 meses, Tel-Aviv intenta vaciar de palestinos. Como recuerda Davide Piscitellia, experto de Forensic Architecture, estos puntos están abiertos entre 20 y 25 minutos al día. Esto hace que los palestinos desesperados por alimentar a sus familias se agolpan en los alrededores y entonces el ejército israelí les dispara alegando problemas de seguridad. Estos puntos son operados por mercenarios de empresas de seguridad estadounidenses sin experiencia humanitaria alguna. Además, el volumen de alimentos disponible es del todo insuficiente: según las propias autoridades israelíes, han entrado en la Franja 1.471 camiones de ayuda entre el 1 y el 23 de julio, aunque la ONU calcula que deberían ser al menos 500 a diario. Tampoco abastecen productos esenciales como leche de fórmula, agua potable y gas para cocinar. Los pocos camiones con alimentos que han podido entrar a través de la ONU han sido asaltados por multitudes hambrientas o atacados en el momento de la distribución por el ejército israelí: son las matanzas de la harina.
Cuatro testigos de la Franja de Gaza explican al ARA cómo soportan este hambre inflingida.
Ahmed al-Farrah, pediatra del Hospital Nasser de Khan Younis
"Era una niña sana: ahora tiene 11 meses y sólo pesa 3 kilos"
El doctor Al-Farrah es el jefe del Departamento de Pediatría del Hospital Nasser de Khan Younis, en el sur de la Franja de Gaza. En una conversación telefónica con el ARA explica el caso de una de sus pacientes, Sila, una niña de 11 meses que solo pesa tres kilos: es piel y huesos y apenas se mueve. "Esta niña nació sana y lo único que le pasa es que no tiene comida, porque su madre también está desnutrida y no la puede amamantar. Pero aquí apenas tenemos nada que ayudarla. Tenemos que racionar los suplementos nutricionales y dentro de dos semanas ya no nos quedará nada", alerta. El hospital cuenta con el apoyo de Médicos Sin Fronteras (MSF), pero los almacenes de la organización humanitaria en Gaza están vacíos y sus camiones, parados en el lado egipcio de la frontera, en Rafah, por el bloqueo israelí.
En la cama de al lado, la videollamada muestra a Abdelal, de solo 5 meses: "Pesa tres kilos, como el día que nació: no ha ganado ni un gramo, es increíble que siga vivo", dice el médico mientras, casi por instinto, le coge el brazo y le toma el pulso. Dice el pediatra que la unidad de nutrición está llena de casos críticos.
Y recuerda: "Llevamos meses alertándonos de que llegaríamos a este punto crítico y es donde nos encontramos desde hace diez días: ahora todas las familias de Gaza pasan hambre: criaturas, abuelos, adultos..." Tampoco se salva al personal médico que debe atender a pacientes en condiciones imposibles de ataques sistemáticos. el Hospital Nasser, trabajamos unas 500 personas entre personal sanitario, técnico y administrativo. La ONG que nos traía la comida ha tenido que cerrar las cocinas esta semana por falta de suministros y trabajamos con el estómago vacío", alerta el médico. También debe pensar en sus seis hijos: "El pequeño, Yussef, tiene 6 años y siempre me pide una manzana o un plátano, y yo ya sólo puedo intentar jugar con él para intentar distraerle del hambre".
Hidaya al-Makoud, maestra, Ciudad de Gaza
"Solo puedo ver cómo mi hijo lucha por la vida"
Se quedó sola cuando un ataque israelí mató a su marido. Ahora vive en una tienda bajo las gradas de lo que había sido el estadio de fútbol de la Ciudad de Gaza. Se encarga sola de Mohamed, que nació hace 18 meses. "Llevamos muchos meses pasando hambre. Me quedé sin leche y la fórmula no puedo pagarla", dice mientras se abraza a la criatura, que tiene la barriga hinchada y las costillas marcadas bajo la piel. El niño pesaba 9 kilos y ahora pesa 6: pero en ningún hospital ha podido conseguir suplementos nutricionales.
La madre es consciente de que la inanición daña gravemente a los órganos de las criaturas y que, en esta etapa clave de su desarrollo, puede afectar a sus capacidades cognitivas. "Y estando tan débil no podrá luchar contra ninguna enfermedad", reconoce. "No hay nada peor en el mundo que ver a un hijo pasar hambre", afirma.
Tampoco encuentra pañales y ha empezado a utilizar paños que sujeta con bolsas de plástico. Pero hace mucho calor y tampoco tiene agua suficiente para lavarlo bien. "Me temo que coja una infección, porque ya hace tiempo que el precio de los pañales se ha disparado muchísimo".
La Hidaya ya no tiene mucho ánimo para hablar y dice que no entiende cómo este mundo permite que las criaturas de Gaza tengan que pasar este infierno. "No puedo hacer más que ver cómo mi pequeño lucha cada segundo por la vida".
Kamal Abusalama, policía, Gaza ciudad
"Dispara contra la gente que espera la ayuda"
Kamal Abusalama sobrevivió por poco al bombardeo israelí que destrozó la casa en la que él y treinta miembros de su familia se habían refugiado, el 2 de enero. Sus padres, Marwan y Haniyya, su hermano Wassim y su sobrino Ismail murieron en el ataque. Pudo salvar a su hermano pequeño Mohamed, de 12 años, con tres pedazos de metralla clavados en el pecho y en la pierna. Mohamed saluda durante la videollamada con el ARA, con una sonrisa deformada por una infección en la boca: apenas comienza la adolescencia y ya ha vivido cinco guerras. Kamal era policía en Jabalia, en el norte de la Franja, y hace meses que se quedó sin trabajo. Ahora sobrevive con su hermano pequeño y tres hijos, Marwan (8), Adnan (6) y Ali, que nació un mes antes del 7 de octubre. "No es que tengamos hambre, es que nos están matando de hambre".
No es la primera vez que no tiene comida para él ni para sus hijos. Jabalia ya vivió un asedio feroz el año pasado: "Comíamos hierba, hojas de árbol... todo lo que era comestible para mantener a los hijos vivos: Israel utiliza el hambre para vaciar la tierra palestina". Él ha perdido diez kilos en esos 21 meses. Cuenta que ha ido cuatro veces a los puntos de reparto de la GHF: la última vez volvió lleno de llagas. "Disparan indiscriminadamente contra la gente que espera recibir la ayuda. Es una trampa mortal, pero vamos porque la alternativa es quedarse en casa y que nuestros hilos se mueran de hambre". Ese día logró 4 kilos de harina: "Tienes que coger el saco y correr adelante viendo cómo la gente cae muerta a tiros a tu lado".
Maram Humaid, periodista, Deir al-Balah
"Somos ricos porque nos quedan 10 kg de harina"
La periodista de Al Jazeera debe combinar su trabajo con la crianza de su hijo Ylas, que nació tres meses antes de que empezara la guerra. Ella no ha dejado de trabajar mientras intenta mantenerse nutrida, sana y con energía para amamantarle: la leche materna es lo mejor que le puede dar en el asedio del hambre a Gaza. "Hace cuatro meses que no hemos podido hacer ni una sola comida entera en mi casa, y todos nuestros días giran en torno al hambre", explica. Y mientras atiende a las llamadas desesperadas de mujeres de los campos de desplazados que ha conocido cubriendo sus historias -y que confían en que una periodista sabrá dónde encontrar comida-, intenta encontrar las palabras para consolar al pequeño, que el día de su cumpleaños pidió de regalo un vaso de leche. "Hace semanas que celebré un funeral íntimo por el último vaso de leche, el último grano de arroz, la última cucharada de azúcar y la última lata de judías que teníamos en casa", confiesa.
Los últimos diez kilos de harina que tenían en la despensa los convertían en ricos en Gaza. "Hace unos meses me lamentaba de tener que ponerme a amasar pan todas las mañanas porque los hornos estaban cerrados, pero ahora es todo un lujo por el que hay gente que muere todos los días". Dice que cada vez que hace pan, piensa que sólo pondrá dos tazas de harina: si la sabe racionar, podrán comer varios días más. "Pero entonces añado un poco más, y después un puñado más, esperando que sea suficiente para pasar el día sin hambre. Y contando qué nos queda para mañana".