"Cada día llegan más desplazados": la solidaridad llena el vacío institucional en Líbano

Las decenas de miles de personas que han huido de los bombardeos del sur desbordan los refugios improvisados ​​del gobierno y miles de familias deben vivir en la calle

BeirutLa situación humanitaria en Líbano se deteriora a medida que los intensos bombardeos israelíes azotan el sur y el este del país y se extienden hasta los suburbios de Beirut. Decenas de miles de personas huyen y dejan atrás hogares devastados. En medio de esta catástrofe, el gobierno libanés, sin un plan sólido para gestionar la crisis de los desplazados, ha habilitado de emergencia a unos 900 centros de acogida en escuelas públicas, que ya desbordan su capacidad. Esto ha dejado a miles de familias sin refugio, que se ven obligadas a dormir en las calles, a la intemperie, en espera de una ayuda que parece que no llega.

Hezbollah, tradicionalmente un bastión de servicios sociales en las zonas chiítas, tampoco ha podido dar respuesta. La red caritativa que ha tejido a lo largo de los años, satisfaciendo los vacíos del estado, parece ausente esta vez. Esto deja a sus comunidades, las más castigadas por el conflicto entre Israel y la milicia chií, en una situación de vulnerabilidad extrema.

Cargando
No hay anuncios

Ante la falta de recursos y protección, las iniciativas vecinales han emergido como un salvavidas para los desplazados, mostrando una solidaridad que trasciende las divisiones sectarias del país. En Geitawi, un barrio cristiano, la solidaridad no entiende de fronteras sectarias. Una vieja gasolinera abandonada se ha transformado en una cocina comunitaria y un comedor popular para los desplazados. “Ya lo hicimos después de las explosiones del 4 de agosto para ayudar a quienes perdieron su casa. Ahora esas personas son también nuestros vecinos, y queremos extenderles una mano”, explica Josephine Abu Abdo, que lidera esta iniciativa comunitaria. Rodeada de voluntarios, Josephine prepara a diario comidas para unas 700 personas que han huido de los bombardeos en el sur de Beirut. Pero reconoce que cada día se enfrentan a un mayor reto. "No es suficiente, necesitamos más apoyo, cada día llegan más desplazados", advierte con una mezcla de angustia y determinación.

La complexa demografia del Líban
Cargando
No hay anuncios

El menú es sencillo, pero vital: arroz, patatas y garbanzos, todos productos donados por los vecinos. Así sobreviven las familias que, de un día para otro, se vieron forzadas a abandonar su casa. Sentada en una de las mesas improvisadas del comedor, Fátima, madre de tres niños pequeños, relata su angustia. “No tengo palabras para agradecer la solidaridad que hemos recibido. Estamos desesperados. Mis hijos estaban aterrorizados por los bombardeos, así que huimos de noche sin llevarnos nada. Dormimos en la calle dos noches hasta que nos ofrecieron un sitio donde quedarnos”, explica, con la mirada perdida, como si todavía no hubiera despertado de la pesadilla.

Cargando
No hay anuncios

A unos kilómetros de allí, la parroquia de Saint Joseph, en el corazón de Beirut, se ha convertido en refugio temporal para más de un centenar de mujeres migrantes, la mayoría provenientes de Etiopía, Filipinas, Sri Lanka y Sudán. Abandonadas por quien les daba trabajo, muchas carecen de documentos, atrapadas en una situación legal precaria. “Primero llegó una familia, preguntaron si podían quedarse, dijimos que sí. A la mañana siguiente ya había 30 personas, y después más”, relata Mike Petro, un jesuita estadounidense que organiza el refugio improvisado. Las galerías de la iglesia, con sus imponentes arcos, se han llenado de colchones y mantas y dan cobijo a los que no tienen ningún lugar más a donde ir.

Entre las migrantes, una mujer se anima a hablar después de un largo silencio. Chayanti, una trabajadora doméstica de Sri Lanka, lleva más de 15 años en Beirut. Hace 10 días huyó a pie del infierno de bombardeos en Hadath, un suburbio de la capital. “Mis empleadores se fueron y no me trajeron con ellos. Estuve vagando por las calles hasta que encontré un minibús en el centro y vine a esta iglesia”, relata con la resignación de quien ya ha perdido la esperanza de volver a casa.

Cargando
No hay anuncios

En el barrio suní de Hamra la situación es similar. Las familias desplazadas se acumulan en hoteles, escuelas y viviendas improvisadas, pero el espacio escasea. Farah y su familia, desplazados de Baalbek, llevan semanas durmiendo en el coche. En un aparcamiento público, bajo la sombra que pueden encontrar, se refugia junto a sus hijos, mientras que un grupo de voluntarios, liderado por Iman Assaf, organiza donaciones de comida, ropa, artículos de higiene y libros escolares. “Pensábamos que en Bekaa [al este del país] los bombardeos no serían tan intensos como en el sur, pero las destrucciones son inmensas, edificios reducidos a escombros. ¿Cuándo van a parar?”, se pregunta Farah, con el cigarrillo temblando entre los dedos.

Cargando
No hay anuncios

Imán, al frente de esta iniciativa en Hamra, relata cómo al inicio atendían a unas 70 familias, pero la situación ha cambiado drásticamente y ahora reciben desplazados de toda la ciudad. “Nuestros vecinos están dando lo poco que tienen para ayudar a los más vulnerables. La necesidad es abrumadora”, explica, visiblemente cansada pero decidida a continuar.

En este refugio improvisado se ha establecido también una biblioteca llena de libros escolares e infantiles, así como un parque de juegos, donde los más pequeños tienen la oportunidad, aunque sea durante unas horas, de recuperar una chispa de normalidad en medio del desasosiego del desplazamiento forzado.

Cargando
No hay anuncios
Impacte humanitari de la guerra al Líban

Según cifras del gobierno libanés, más de 1,2 millones de personas están desplazadas por la violencia, lo que supone un tercio de la población del país. Sin un plan sólido para gestionar la crisis, las iniciativas comunitarias han sido la única respuesta efectiva. Pero el hacinamiento y la falta de higiene en los centros de acogida son una bomba de relojería. La Organización Mundial de la Salud ha advertido sobre el riesgo de brotes de enfermedades como la hepatitis A y la diarrea, agravado por el cierre de hospitales y la fuga de personal médico tras los ataques.

Cargando
No hay anuncios

A todo esto se le añade una crisis alimentaria inminente. El 80% de los alimentos que se consumen en Líbano son importados y los desplazamientos masivos están poniendo en peligro el suministro. Hani Bohsali, presidente del sindicato de importadores de alimentos, denuncia que los comerciantes han aumentado entre un 20% y un 30% el precio de los productos más solicitados. Mientras, el Programa Mundial de Alimentos ha advertido que necesita 105 millones de dólares hasta final de año para continuar sus operaciones.

Cargando
No hay anuncios

La comunidad internacional, alerta ante la situación, ha empezado a movilizarse. Esta semana, la Unión Europea envió tres aviones con ayuda humanitaria, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reiteró el apoyo de Europa al pueblo libanés.

El drama del Líbano se profundiza, pero, en medio del caos, las redes de solidaridad siguen siendo un faro de esperanza para quienes lo han perdido todo.