La dimisión de uno de los hombres de Netanyahu agrava la crisis en el gobierno de Israel

La salida de Ron Dermer, uno de los grandes negociadores del gobierno israelí, añade mayor inestabilidad a la división sobre el futuro de Gaza

Benjamin Netanyahu / EFE
15/11/2025
4 min

BeirutLa dimisión de Ron Dermer, ministro de Asuntos Estratégicos de Israel, uno de los principales negociadores del alto el fuego vigente en Gaza, y uno de los hombres de confianza de Benjamin Netanyahu, ha puesto de manifiesto las grietas del gobierno israelí. En un país marcado por dos años de guerra en Gaza y por la tensión constante en la frontera norte, su salida, anunciada esta semana, ha encendido las alarmas sobre la estabilidad de la coalición. Dermer, que antes fue embajador en Washington y era visto como la voz más pragmática del gabinete de seguridad, se va alegando motivos personales, pero su salida llega en el peor momento posible.

Netanyahu enfrenta críticas por la gestión de Gaza, la falta de una hoja de ruta clara para la región y los conflictos internos entre las facciones de su ejecutivo. Sin Dermer, el primer ministro pierde uno de sus puentes más fiables hacia Washington y las capitales árabes, precisamente cuando necesita proyectar cohesión y control.

En Gaza, la situación sigue siendo delicada; el territorio sigue bajo ocupación parcial y control militar, con incidentes fronterizos día sí día también. Desde principios de noviembre, una pausa humanitaria patrocinada por Qatar y Egipto ha permitido que entre algo de ayuda y que algunos desplazados hayan podido volver a casa, pero los cierres frecuentes de los corredores de acceso y los incidentes esporádicos recuerdan que la tregua es frágil.

El futuro de Gaza

En el seno del gobierno israelí, las tensiones son evidentes. Por un lado, los ministros de la ultraderecha, encabezados por Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, quieren mantener el control militar de la Franja de forma indefinida, mientras que los sectores más pragmáticos del Likud –el partido de Netanyahu– y del ejército consideran que parte de la administración debería cederse a las autoridades palestinas supervisarlas internacionalmente. Washington presiona para que Israel presente un plan claro para Gaza, pero la fractura interna mantiene a Netanyahu en un punto muerto. La salida de Dermer agrava aún más la situación, porque su rol de coordinador con Estados Unidos y los mediadores árabes era clave para equilibrar las voces dentro del gabinete.

Al mismo tiempo, Siria ha vuelto al centro del tablero regional. El país intenta recomponerse bajo Ahmed al Sharaa, con el apoyo de Estados Unidos y la mediación activa de Turquía y Emiratos Árabes Unidos. Tel Aviv y Damasco han reanudado el contacto directo, con la intermediación de Washington y de Jordania. Las conversaciones se centran en la seguridad del Golán y el repliegue de las tropas israelíes desplegadas durante la ofensiva del 2024. Siria exige que Israel vuelva hasta las líneas anteriores al pasado 8 de diciembre, y Tel Aviv quiere ver garantizadas medidas para que las milicias proiraníes no operen en su frontera. Encima de la mesa hay fórmulas de desescalada que incluyen una zona de seguridad bajo supervisión internacional, intercambios de prisioneros y la reapertura parcial de pasos fronterizos.

El exministro de Asuntos Estratégicos de Israel Ron Dermer en una sesión de la Knesset.

Aunque Dermer no estaba al frente de las negociaciones con Siria, su salida reduce la capacidad de Netanyahu para coordinar la política interna con la diplomacia exterior y deja al gobierno más expuesto ante Damasco y los mediadores internacionales. Las tensiones internas en el seno de la coalición de gobierno israelí son evidentes.

Conflicto abierto

La salida de Dermer deja un vacío en ese equilibrio delicado y elimina uno de los últimos puentes entre Netanyahu y los moderados. La fractura también se deja ver en el choque generacional y la distribución de poder. Los partidos religiosos y ultranacionalistas de la coalición amenazan con retirar su apoyo a Netanyahu si alguna posición clave del gobierno queda en manos de los partidos moderados. A su vez, el primer ministro israelí ha cedido espacios a estas facciones ultras y ha enfadado a los sectores más centristas y laicos.

En el frente internacional, la dimisión debilita la comunicación con Washington y hace que la Unión Europea y los mediadores árabes miren hacia Israel aún con mayor cautela. Para los vecinos del estado hebreo, sobre todo Siria y Egipto, la percepción de un gobierno dividido aumenta la sensación de vulnerabilidad y les abre oportunidades estratégicas.

Para Netanyahu, la renuncia de su estratega más fiel supone una advertencia. En más de tres décadas de carrera política, ha sobrevivido a crisis judiciales, revueltas internas y derrotas electorales. Pero esta vez la erosión parece más profunda. Su coalición, unida por la conveniencia del contexto y dividida por la ideología, se enfrenta a un riesgo de implosión si no logra estabilizar la situación en Gaza ni ofrecer una narrativa de futuro.

La salida de Dermer no es la causa sino el síntoma de un sistema de poder agotado, en el que la lealtad ya no es suficiente para contener la desconfianza mutua. En Jerusalén nadie se atreve a hablar abiertamente de una transición, pero la pregunta que se repite en los pasillos de Knesset no es si habrá avances diplomáticos en la región, sino si Netanyahu conseguirá sostener un gobierno que se tambalea.

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