Ejecuciones en Gaza: Hamás reimpone el terror por consolidar su poder

La milicia islamista impulsa una violencia extrajudicial para escenificar autoridad y disuadir a quienes cuestionen su dominio

30/10/2025

BeirutEn los días posteriores al alto el fuego entre Hamás e Israel, Gaza vive un inquietante regreso a una violencia interna que pocos se atreven a nombrar. Según diversas fuentes locales y diplomáticas, el movimiento islamista ha ejecutado a decenas de personas acusadas de "colaborar" con el enemigo o de haber cometido delitos comunes. Algunos de estos fusilamientos se habrían llevado a cabo en público, frente a multitudes, en barrios devastados por la guerra. La escena, repetida en distintos puntos de la Franja, recuerda un tiempo en el que el poder se afirmaba mediante el miedo y no por la legitimidad.

Un vídeo geolocalizado por la cadena australiana ABC muestra a varios hombres arrodillados en una calle de Gaza antes de ser abatidos por individuos con insignias de Hamás. La autenticidad del material fue confirmada por equipos de verificación independientes, aunque el movimiento no ha reconocido de forma explícita los hechos. En un comunicado posterior, el ministerio del Interior de Gaza se limitó a señalar que "ciertos elementos criminales" habían sido ejecutados después de recibir "un proceso legal completo". Esta versión contrasta con la denuncia de la Autoridad Palestina en Ramala, que calificó las ejecuciones de "crímenes atroces" cometidos "fuera de todo marco judicial".

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Diplomáticos occidentales advierten que "estos actos no responden a un impulso aislado, sino a una estrategia de control". Tras el acuerdo de alto el fuego, Hamás se encuentra en una posición precaria. Aunque logró detener temporalmente los bombardeos israelíes, debe restablecer el orden en una Franja convertida en un mosaico de escombros, milicias y clanes armados. Según el Meir Amit Intelligence and Terrorism Information Center, el grupo ha desplegado policías y combatientes en varias zonas urbanas para "reimponer la gobernabilidad". En otras palabras, las ejecuciones cumplen un doble propósito: escenificar autoridad y disuadir a aquellos que cuestionen su dominio. Además, el enemigo ya no es sólo Israel: también son los mismos gazatinos que, por sospecha o rivalidad, quedan marcados como traidores.

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Las cifras exactas de muertes varían según las fuentes. La Autoridad Palestina habló de 32 ejecutados entre el viernes y el pasado martes, mientras que medios israelíes y árabes elevan la cifra a varias decenas más. Entre ellos, algunos hombres acusados ​​de espionaje y otros pertenecientes a familias influyentes que se habrían negado a acatar órdenes del movimiento. La organización islamista justifica su actuación bajo la narrativa de la resistencia. En declaraciones a la agencia Reuters, un dirigente de Hamás reconoció que no pueden comprometerse al desarme inmediato porque "aún no existe una autoridad palestina capaz de garantizar la seguridad interna". En esa lógica, el monopolio de la violencia se convierte en sinónimo de supervivencia política.

Un clima de silencio

Desde el punto de vista humanitario, los hechos agravan el dilema de los actores internacionales que intentan sostener la reconstrucción del enclave. Los donantes europeos y las agencias de la ONU se enfrentan a la disyuntiva de seguir financiando proyectos civiles bajo un poder acusado de violaciones graves de los derechos humanos. París condenó las "ejecuciones sumarias" y pidió una investigación independiente, mientras que Washington evitó pronunciarse de forma directa, aunque funcionarios estadounidenses señalaron que "la estabilidad interna en Gaza sólo será posible bajo una autoridad legítima y responsable frente a su pueblo".

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Las ejecuciones han reinstalado un clima de silencio. "Nadie habla, nadie confía en nadie", explicaba por teléfono un trabajador humanitario desde Deir al Balah en el diario libanés Oriente-Le Jour. Las mismas plazas que hace semanas servían de refugio improvisado son hoy escenario de revanchas. En los hospitales y campos, los rumores corren más rápido que las ambulancias: quien ha sido detenido, quien ha desaparecido, quién será el próximo.

La represión interna revela la paradoja de Hamás: un movimiento que, al intentar gobernar, reproduce los mecanismos autoritarios que decía combatir. Cómo escribía Haaretz, "la guerra exterior ha terminado, pero la guerra interna apenas comienza". En la Franja de Gaza, donde las fronteras se cierran y el hambre se multiplica, la línea entre justicia y venganza se ha vuelto invisible. La capacidad de Hamás para transformar su poder militar en una autoridad política reconocida sigue siendo incierta, y el control mediante la fuerza podría convertirse en su propio límite. Mientras, la población sigue pagando el precio de un poder que todavía no sabe ejercer sin recurrir a la guerra.