La historia de los gazianos que el 7 de octubre estaban fuera de Gaza y nunca han podido volver
Gazatinos atrapados en Cisjordania sufren en la distancia por sus familias
Enviada especial a JerusalénLos ataques del 7 de octubre de 2023 sorprendieron a miles de palestinos de Gaza fuera de la Franja. Algunos estaban trabajando como mano de obra barata en Israel, o habían obtenido un permiso médico para someterse a tratamientos que en su casa no pueden ofrecerles. Hace dos años que no han podido regresar y durante todo este tiempo han estado viendo con la angustia de la distancia cómo sus familias sufrían los bombardeos israelíes, el hambre, el frío y las enfermedades. Viven pendientes del teléfono móvil por si llega la fatídica llamada que anuncia la muerte de alguien que se aman. E intentan, pese a encontrarse desplazados con los bolsillos vacíos, ganar algo de dinero para enviarlo a sus familias y confortarlo en el sufrimiento.
En un café de Ramala, Amjad Sami, un electricista de 50 años, cuenta su historia con la voz calmada y clara. El día del ataque palestino estaba trabajando en Israel y al conocer la noticia vio cómo su vida se desplomaba. Al mediodía recibió un mensaje en el móvil con la alerta de que le habían revocado el permiso de trabajo, un permiso que Israel sólo concedía a los palestinos de Gaza después de un estricto escrutinio. Supo que la policía israelí había empezado a detener a trabajadores gazatinos y huyó hacia Cisjordania, el territorio administrado por la Autoridad Palestina.
En Ciudad de Gaza se quedó toda su familia. El 5 de noviembre de 2023 la aviación israelí bombardeó su casa. Sus tres hijos, Lara (14), Yazan (16) y Yara (18), murieron enterrados entre los escombros y ni siquiera pudo despedirse. Sigue pendiente de quienes han sobrevivido: "Llamo a mi mujer cada día unas cuantas veces. Le digo que quiero saber cómo están, si tienen comida y agua, si les falta algo, le pregunto qué pasa a su alrededor, pero en realidad no hablo para tranquilizarla a ella, sino a mí mismo, para que no me consuma la angustia". Y cuando es él quien recibe la llamada no puede evitar el sobresalto de pensar lo peor.
La vida en Ramala es muy cara y él trabaja tanto como puede; ahora, en una empresa farmacéutica, para poder enviarles dinero. Sami tiene un hermano en Granada que le ha tramitado un visado para que pueda ir a España con su esposa. Pero ella no puede salir de Gaza ya él Jordania tampoco le permite el paso. Está atrapado en Ramala. "Necesitamos ir un tiempo a España a descansar. Mi hermano puede acogernos", explica. No es que tenga la intención de quedarse. "Hay que rehacerse, y luego quiero volver a Gaza para reencontrarme con mi madre, mi tierra y mis recuerdos, y sobre todo para estar en la tumba de mis hijos. No nos queda ninguno. Ojalá podamos tener otro hijo. No nos llenará el vacío, pero haremos que la vida continúe", dice con un hilo de voz.
"Nunca había estado tanto tiempo sola"
También hay cientos de enfermos de cáncer de Gaza atrapados en Cisjordania. Como Marwa Shahin, de 32 años, que llegó a Ramala cinco días antes del 7 de octubre para recibir tratamiento para la leucemia y tampoco ha podido regresar. "Es muy difícil estar lejos de mi familia. Llevo tiempo enfermo y estaba acostumbrada a ir sola desde Gaza a Ramala para el tratamiento, porque no dan permiso a las familias para acompañarnos. Pero nunca había estado tanto tiempo sola", confiesa.
Su casa familiar en el norte de Gaza también fue bombardeada y ha visto cómo sus padres, hermanos y abuelos han tenido que desplazarse más de diez veces, huyendo de los ataques israelíes: "Si no tienes casa pierdes la confianza, te sientes perdido". Muchos de sus primos y amigos han sido asesinados y lo peor era cuando no podía hablar con la familia más cercana: "Cuando deben desplazarse perdemos la comunicación ya veces pasan días que no los encuentro". Nos enseña las fotografías que le han enviado cuando han podido: "Me paso horas mirándolas e imaginándome que estoy con ellos en Gaza". Aunque las organizaciones de mujeres le ayudan, dice que se encuentra muy sola y echa de menos a los de casa cuando sufre los efectos secundarios del tratamiento. Cuando le preguntamos si querría volver a Gaza no lo duda ni un segundo: "Volvería ahora mismo, solo quiero estar con mi familia, ya he perdido demasiada gente que quiero a quien no pude despedirme y que no sé ni dónde están enterrados".
El electricista acaba con un mensaje: "Gaza está destruida, pero queda lo más importante, que es su gente; Gaza no se borra". Y la mujer agradece la solidaridad que ha visto en las calles de Barcelona: "Gaza le necesita, está herida: no la deje sola".