Las mujeres reclaman su sitio en la nueva Siria: "Hemos pagado con nuestra vida y nuestro cuerpo"
Women Now for Development recibe el premio anual del Instituto Catalán Internacional por la Paz en el Parlament de Catalunya
BarcelonaLubna Alkanawati y Roulah al-Rekbie son dos feministas sirias de larga trayectoria a las que el régimen de Bashar el Asad asomó al exilio. Dos mujeres valientes al frente de Women Now for Development, una entidad dedicada al apoyo, empoderamiento y protección de las mujeres que este jueves es reconocida, en el Parlament de Catalunya, con el premio anual del Institut Català Internacional per la Pau.
Vivieron la revolución de marzo del 2011, que estalló de forma inesperada contra el régimen de Bashar el Asad, en el marco de la ola de cambio en toda la región después de más de 40 años de dictadura. Un sueño que fue ahogado en sangre, pero que ha quedado grabado en la conciencia colectiva. "El pueblo sirio quiso tomar las riendas de su destino. Fue un nuevo comienzo", recuerda Al-Rekbie, que vive en el exilio en el Líbano desde el 2016.
Aquella revolución no fue cosa de hombres: "Las mujeres no fuimos espectadoras ni invitadas a la revolución, sino a nuestra revolución, sino a nuestra revolución. nos implicamos en todos los ámbitos rompiendo con un mundo marcado por normas sociales que nos dejaban al margen”, dice Alkanawati. Tras la revolución vino la contrarrevolución: la masacre con armas químicas en el barrio de Goutha de Damasco, al que ella sobrevivió. O el secuestro de sus compañeras Samira al Jalil y Razán Zaitouneh, dos nombres en la lista de las decenas de miles de personas que el régimen de los Al Asad, grupos de fanáticos y mercenarios enviados por Rusia e Irán hicieron desaparecer en centros de detención y tortura y en fosas comunes.
La justicia y la reparación todavía son una tarea pendiente bajo el nuevo régimen de Abu Mohamed al Golán, el nuevo presidente de Siria, que ahora se hace llamar Ahmed al Sharaa. Desde que derrocó a Asad por sorpresa en diciembre del año pasado y tomó el poder, las feministas denuncian que la transición política no ha servido para limpiar, ni para llevar a los responsables de aquellas atrocidades ante una nueva justicia ni para reparar a las víctimas. "Mientras los perpetradores sigan dentro del sistema, no habrá paz", señala Al Rekbie. "Si no empezamos a responsabilizar a los culpables, todo quedará escondido bajo una capa de lava que un día explotará", remacha su compañera.
"Las mujeres tenemos derechos"
También reclaman el sitio de las mujeres en la nueva Siria. "Aún somos como un decorado", denuncia Al Rekbie. Recuerdan que el cambio de régimen fue el resultado de una victoria militar y que los grupos que ahora gobiernan Siria durante mucho tiempo excluyeron a las mujeres del espacio público. "Ahora las mujeres en Siria vuelven a luchar por demostrar que han ganado este espacio. Hemos sido excluidas de la toma de decisiones, de todos los niveles de elección, de todo lo que ha pasado estos últimos nueve meses hasta ahora", alerta Alkanawati. La violencia sexual, los secuestros y los asesinatos no han terminado, añade. Por eso vuelven ahora "a organizarse, a reunirse y decir «no vamos a callar». Es un nuevo momento, una nueva esperanza", resume. Y explica que cuando se reunió con el nuevo presidente de Siria le repitió tres veces "las mujeres tenemos en pie, las mujeres tenemos en pie, las mujeres tenemos en pie".
Ambas activistas coinciden en que Siria vive una crisis múltiple: destrucción, pobreza, falta de servicios básicos y divisiones internas. Sobre todo con las masacres de alauitas en la zona costera y los ataques contra los cristianos en la ciudad de Suwaida. "El país podría explotar en una guerra civil sangrienta en cualquier momento", alerta Alkanawati. En medio de este panorama, las mujeres siguen organizándose. Movimientos de base documentaron violaciones, apoyaron a víctimas de masacres e impulsan candidaturas femeninas para las próximas elecciones legislativas. Van a pueblos y ciudades para decir a otras mujeres «os entendemos, porque nosotros también hemos perdido a los nuestros». Llevan con ellas el sueño de la libertad y la justicia social. "Si no tenemos democracia real, no habrá paz. Democracia significa inclusión, transparencia y participación, y derechos de las mujeres. Queremos liderar, nos lo hemos ganado", concluye Alkanawati.
En medio de esta tormenta tampoco se olvidan del sufrimiento de la gente en Gaza ni de la amenaza de Israel, que no plantó cara a la dictadura de Bashar el Asad y, cuando cayó, invadió el sur de Siria. Ahora, sin embargo, el nuevo presidente interino ha insinuado que podría normalizar relaciones con Israel. "Es lo que me da más miedo. La causa palestina es nuestra causa, e Israel es una amenaza para toda la región", dice Al Rebkie. Si finalmente lo hace, será contra la voluntad su pueblo, sostiene Alkanawati: "Muchos gobiernos árabes han normalizado [las relaciones con Israel], pero la gente no. Los gobiernos no duran para siempre, el pueblo recuperará el poder".
Tampoco olvidan el papel de Rusia, aliada del régimen. "Soy superviviente de un ataque químico en Ghouta. Rusia, para mí, es como el régimen sirio", dice Alkanawati con contundencia, que añade: "Los rusos destruyeron el sistema de salud, instigaron los ataques químicos. ¿Y ahora quieren perdonarlos? No tienen derecho a hacerlo. Eso lo tenemos que hacer".
Catorce años después, la lucha continúa. "Aún soñamos -dice Al-Rekbie-. Queremos construir un país que no vuelva a caer en la sangre". Las mujeres sirias insisten en que no van a callar, asegura el activista: "Hemos pagado con nuestra vida y nuestro cuerpo. Nos hemos ganado nuestro sitio en la nueva Siria".