Vista de uno de los edificios impactados por los proyectiles israelíes.
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Solo horas antes del ataque israelí contra Irán, el periodista Barak Ravid, que siempre trabaja con fuentes muy seguras, escribía que Estados Unidos había informado a Israel de que no participarían en la operación militar contra la República Islámica. Como medida de precaución, los americanos se limitaron a evacuar a algunos de sus ciudadanos de varios países de la región, pero no tomaron ninguna otra decisión visible.

El momento actual es muy distinto al de 2017, cuando Donald Trump abandonó unilateralmente el acuerdo de Obama sobre el programa nuclear iraní. Se habló entonces de un posible gran ataque israelí contra Irán que nunca llegó. Quizás el primer ministro Benjamin Netanyahu no tenía entonces la capacidad militar para hacer lo que ha hecho este viernes. Y es que desde 2017 las administraciones Biden y Trump han satisfecho todas las entregas de armamento que ha pedido Netanyahu, también durante los veinte meses de ataques indiscriminados contra Gaza.

El presidente Trump ha reiterado en más de una ocasión que no quería que Israel atacara a Irán, pero Netanyahu ha demostrado que sus intereses, y puede decirse que estamos hablando de intereses personales, están por encima de la voluntad de Trump. El ataque confirma que Netanyahu tiene la última palabra. Como colofón, Trump ha dicho este viernes, tras el ataque, que defenderá a Israel de cualquier represalia.

Netanyahu ha mostrado quién manda en Oriente Próximo… y también en la Casa Blanca. Cuando los intereses de Israel y Estados Unidos están en conflicto, es Netanyahu quien tiene la última palabra. Esto puede verse en más de un frente, y no solo con Irán. En la misma línea, la administración Trump ha pedido a Netanyahu, en más de una ocasión y sin resultado, que acabe con la terrible guerra contra la Franja de Gaza.

El ataque contra Irán de esta magnitud confirma cosas como que Israel dispone de una potencia militar muy superior a la de cualquier otro país de la región. Es probable que las reacciones de Teherán sean algo aparatosas en cuanto a sus declaraciones, pero serán limitadas en cuestiones materiales, dado que la República Islámica no tiene una capacidad militar similar a la de Israel y, por tanto, será necesariamente la parte perdedora.

En este contexto, el ataque seguramente indica que Israel ha terminado de emanciparse de la vigilancia de Washington gracias al equipamiento militar que le proporciona precisamente Washington. Esto tendrá consecuencias a corto, medio y largo plazo en toda la región, principalmente porque reforzará la posición dominante de Israel frente a todos los países de Oriente Próximo.

También confirma a Israel como líder único de la región, una circunstancia que permitirá a Netanyahu determinar la política dominante en Oriente Próximo en cada momento, en función de los intereses de Tel Aviv. Vemos que la promesa que lleva meses haciendo en el sentido de que cambiará la región completamente se está concretando ante los ojos de todos los israelíes.

En sus alocuciones, una y otra vez, promete que la primera consecuencia del 7 de octubre de 2023 será un cambio total de la región. Esto está ocurriendo en Líbano, en Siria, en la Franja de Gaza y en Cisjordania. En el discurso de Netanyahu posterior al ataque puede vislumbrarse que el primer ministro también está pensando en Irán, aunque parece difícil que consiga ese cambio de un día para otro.

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