El nuevo líder de Hezbollah: en paradero desconocido y con un objetivo mayúsculo

El gran reto que tiene ante Naim Qassem es demostrar que la organización sigue siendo un actor político y militar central de la región

BeirutEscondido en algún lugar desconocido de Teherán, Naim Qassem, veterano y hasta ahora vicepresidente de Hezbollah, ha sido designado como secretario general a la sombra de una organización herida tras una serie de operaciones precisas del ejército de Israel que han desmantelado su cúpula. Qassem, nacido en Beirut en 1953, es el último superviviente de una generación de líderes chiís, religiosos y militares, que han sido eliminados sistemáticamente por el Mosad en los últimos treinta años.

Qassem ha sido testigo y superviviente de las muertes de Abbas el Musawi, el primer secretario general de Hezbollah, abatido en un ataque aéreo israelí en febrero de 1992 en el sur de Líbano; de Hasan Nasrallah, que perdió la vida el 27 de septiembre en una de las operaciones de inteligencia más complejas de Israel, que utilizó tres bombas antibúnker de una tonelada cada una; y más recientemente, de Hashem Safieddine, primo y potencial sucesor de Nasrallah, asesinado el 3 de octubre en otro bombardeo israelí en los suburbios de Beirut. Poco después de su nombramiento el gobierno israelí advirtió a X a través de la cuenta en árabe de que el mandato de Qassem "puede ser corto si sigue los pasos" de Nasrallah y Safieddine, y pidió a la milicia que se desarme.

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En medio de todas las turbulencias mencionadas, Qassem, aún entonces como vicepresidente de Hezbollah, realizó dos apariciones televisivas. La primera, poco después de la muerte de Nasrallah: fue breve y con un tono contenido, se mostraba visiblemente nervioso, con el rostro sudado y un fondo oscuro de ventanas de madera cerradas.

En su segunda intervención pública, el 8 de octubre, en un espacio igualmente sombrío para evitar su identificación, mostró una actitud desafiante, advirtiendo que los misiles de la milicia podrían llegar a Haifa y Tel-Aviv, y afirmó que su capacidad militar "seguía intacta" a pesar de los golpes sufridos por la organización, incluidos los sabotajes en su red de comunicaciones y la sucesión de asesinatos de sus líderes.

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Hacia el final del mensaje Qassem ofreció una puerta abierta a la tregua, apoyando las negociaciones lideradas por el presidente del parlamento libanés, Nabih Berri, que actúa como vínculo entre Hezbollah y la diplomacia internacional.

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Fuga vía Damasco

Tras esta segunda aparición surgieron especulaciones sobre una posible fuga de Qassem. Algunos medios internacionales y locales plantearon la idea de que el nuevo líder de Hezbollah había abandonado el país. The Jerusalén Post dio más detalles y señaló que el 5 de octubre aprovechó la visita a Beirut de Abbas Araghchi, el ministro de Exteriores iraní, para salir de Líbano. Según este medio, Qassem habría viajado por carretera hasta Damasco junto a Araghchi y, desde allí, habría volado a Teherán, donde el régimen iraní le habría proporcionado refugio. Su reciente nombramiento como secretario general, tras la confirmación de la muerte de Saffiedine, refuerza esta hipótesis.

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La larga militancia de Qassem en Hezbollah, organización chií moldeada a imagen de los ideales de los ayatolás iraníes, le ha convertido en una figura clave dentro de su consejo ejecutivo, cargo en el que ha servido como vicepresidente durante 33 años. Sin embargo, el sector más religioso de la organización ha mostrado ciertas reservas sobre su liderazgo, ya que no posee el linaje necesario para llevar el título honorífico de sayyed ni el turbante negro reservado para aquéllos con ascendencia directa del profeta Mahoma.

Aunque es un orador hábil, Qassem no tiene el carisma que hizo de Nasrallah una figura influyente, capaz de conectar con las masas a través de discursos televisados ​​con un tono cercano y accesible. Sin embargo, Qassem ha mantenido una presencia pública constante durante los últimos dieciocho años, concediendo entrevistas y participando en eventos, a diferencia de Nasrallah, que pasó a la clandestinidad, forzado por un primer intento de asesinato una semana antes del secuestro de varios reservistas israelíes, un evento que desató la guerra del verano de 2006 entre Hezbollah e Israel.

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Ahora, desde la distancia, el nuevo jefe se enfrenta al desafío de dirigir a una Hezbollah debilitada tras la reciente ofensiva israelí. Para algunos, en Tel-Aviv, esta situación representa un signo de vulnerabilidad en la organización, aunque para Qassem supone una oportunidad para reestructurar el liderazgo y demostrar que la milicia sigue siendo un actor central en el escenario político y militar complejo de la región.