Parir en medio de la guerra en Ucrania

Madres y bebés están en un refugio subterráneo en la maternidad mientras suenan las alarmas antiaéreas

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Enviada especial a Odesa (Ucrania)Matvei nació el jueves en una maternidad de Odesa. Su primera noche en este mundo la pasó en un refugio antiaéreo. Su madre, Katerina Ducheva, de 20 años, todavía se considera afortunada: ella, al menos, ha podido parir en un lugar limpio y asistida por profesionales, no como muchas mujeres ucranianas que han dado a luz en estaciones de metro bajo las bombas o en aparcamientos sucios y sin más ayuda que la de sus vecinos.

Pero el frente está a solo 200 kilómetros de Odesa y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, aseguraba esta mañana que documentos y comunicaciones intervenidos a soldados rusos capturados demuestran que Moscú se está preparando para bombardear esta ciudad situada al lado del mar Negro: "Será un crimen de guerra". La joven vivía en un pueblecito de la periferia, pero tuvo tiempo de llegar en ambulancia al centro médico. "Suerte que pude llegar y no tuve que parir como hace cien años", comenta.

Katerina con su pareja y su hijo, delante de la maternidad de Odesa
La maternidad de Odesa quiere mantener la humanidad en medio de la guerra

Los responsables de la maternidad han permitido el acceso del ARA con la condición de no revelar detalles por miedo a convertirse en objetivo de los bombardeos rusos. Ahora hay una cincuentena de mujeres ingresadas, a punto de parir o que sufren complicaciones. El personal trabaja todos los días de la semana, sin descansar ninguno. Y de momento no les faltan suministros médicos y tienen generadores.

Cuando suenan las alarmas antiaéreas, todo el mundo baja al refugio del edificio, equipado con dos quirófanos y una sala de parto. Los responsables del centro nos muestran un vídeo que grabaron dentro del refugio esta semana: mujeres con batas con sus bebés en brazos, cunas, enfermeras con bata azul y, a pesar de la tensión, el esfuerzo de todas por mantener la calma y no asustar a los más pequeños. No serán ni heroínas, ni soldados, ni les interesa nada toda la épica que rodea la resistencia ucraniana, son madres y ahora tienen una prioridad: que los bebés que hasta hace muy poco llevaban en el vientre estén tranquilos y seguros. Se hace muy difícil quitarse de la cabeza la imagen, capturada hace dos días en Mariúpol, de una pareja joven con la ropa manchada de sangre de su bebé de 18 meses, muerto en un bombardeo.

La muerte de un bebé de 18 meses

Victòria Napova, una profesora de piano de 32 años, está embarazada de 16 semanas. La encontramos dentro de la maternidad, donde está ingresada por placenta previa. La invasión rusa la ha cogido por sorpresa. Dice que ni se le habría ocurrido traer un hijo al mundo en medio de una guerra. "Nadie se esperaba todo esto, cuando decidí quedarme embarazada ni siquiera me podía imaginar que Rusia nos atacaría. A veces todavía pienso que todo esto es una pesadilla y que me despertaré y volveré a mi vida de siempre". La directora médica del centro, Lilia Korolova, asiente con la cabeza y para demostrar que ella tampoco se esperaba la guerra nos enseña las entradas que hace unos días compró para ir a un concierto, el 9 de marzo. "Intentamos tener a las madres y a los bebés en un lugar seguro y también donde no se oigan las sirenas ni las explosiones: ahora necesitan calma". Hay alarmas varias veces al día, hasta ahora sin más consecuencias.

El personal sanitario, como una familia

Su marido, que es médico, se ha alistado en la Defensa Territorial y solo puede hablar por teléfono. Lo entiende y le apoya: "Aquí estoy en un lugar seguro e igualmente él no puede hacer nada por mí ni por el bebé. Él también tiene que defender nuestro país, si no lo hacemos no sabemos qué será de Ucrania". No tiene a nadie más que le visite, pero dice que no se siente sola, porque el personal del hospital se ha convertido en su familia.

Desde el inicio de la invasión se han parado todas las intervenciones no urgentes. Las comadronas se están un par de días en la maternidad y si todo va bien les envían a casa. En condiciones normales habrían estado en el centro cuatro o cinco días. "Parir un hijo siempre es una conmoción, pero en esta situación todavía más. Vienen muy asustadas, sobre todo antes del parto. Cuando tienen el bebé en sus brazos se sienten más seguras", explica la doctora. Lleva una máscara protectora y se lava las manos con gel hidroalcohólico, pero admite que, con todo lo que está pasando, aquí se han olvidado del covid-19. "Estas mujeres no son combatientes: quieren la paz y ver crecer a sus niños felices. No estaban preparadas para ser madres en medio de una guerra".

¿Y qué les aconseja cuando salen por la puerta del hospital, frágiles y sin un lugar seguro donde ir? “Que confíen en su instinto. Y que traten de estar tranquilas para que no les falte la leche. Lo mejor para los bebés es la lactancia materna, porque así sienten el latido del corazón de la madre y porque su leche tiene todo lo que necesitan ahora”.

La profesora de piano escucha y asiente, pensando en el día que tendrá a su niño en sus brazos. Quiere creer que todavía hay tiempo para que la pesadilla se acabe antes de que su bebé nazca. De momento tiene claro que no se quiere mover del hospital, el lugar más seguro para los dos ahora. ¿Y mañana? Es absurdo hacer planes en una guerra: "No sabemos ni qué pasará esta noche". 

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