La pesadilla de vivir al lado de una prisión para yihadistas

El operativo militar para recuperar el control de la prisión de Sinaa deja una ciudad destruida

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Las Fuerzas Democráticas Sírianes buscan militantes del Estado  Islámico a A el-Hasakah.

BeirutHan pasado una semana de miedo y mucho frío. Centenares de familias del barrio de Geweran, en la ciudad de Hasaka (en el nordeste de Siria), han tenido que huir de su casa con lo que llevaban puesto y esperar a la intemperie durante días a que se acabara la operación militar conjunta protagonizada la semana pasada por las fuerzas curdas y soldados de los EE.UU. para recuperar el control de la prisión de Sinaa, donde había más de 3.500 reclusos del Estado Islámico. Los presos se amotinaron con el apoyo de otros grupos yihadistas en el exterior, que hicieron estallar un coche bombea y tomaron posiciones en las viviendas próximas. "Claro que tenemos miedo del resurgimiento de Daesh [acrónimo árabe del Estado Islámico], pero es que nunca se han marchado", lamenta por teléfono Mohamed Abu Aziz, vecino del barrio de Geweran. "Lo primero que hicieron los yihadistas [que vinieron en rescate de los presos] fue entrar en casas de los vecinos y matarlos, para atemorizarnos al resto. Fue horrible", explica en una conversación con el ARA.

"Por un momento pensé que reviviríamos la pesadilla del Daesh. ¿Por qué están aquí? La mayoría de los detenidos son extranjeros y no sirios. ¿Por qué no se los llevan a sus países?", se queja Abu Aziz, hablando de los reclusos de esta prisión. "¿Quién asumirá la responsabilidad ahora? –se pregunta, en referencia a las fuerzas curdas y los soldados norteamericanos, que han permitido situar una prisión de extrema seguridad en un centro urbano–. Sabíamos que esto acabaría pasando, tarde o temprano".

Más de 3.000 combatientes yihadistas, mujeres y menores de edad vinculados a Daesh están detenidos en las instalaciones de la prisión de Sinaa desde hace tres años. "La prisión está dentro de la ciudad y las instalaciones no eran del todo seguras", insiste Abu Aziz. "Llevamos mucho tiempo reclamando que trasladen a los combatientes yihadistas a prisiones más seguras y que construyan centros de rehabilitación para los menores, lejos de la población civil", exclama. Precisamente este miércoles el ejército norteamericano "eliminó" al actual líder de Estado Islámico, Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi, en un ataque en el noroeste de Siria que dejó al menos trece muertos, entre los cuales varias mujeres y menores, pero ninguna baja en las filas de los EE.UU.

Muchas de las viviendas del barrio de Geweran han quedado destruidas por los ataques aéreos y el fuego de artillería de los combates. "¿Quién pagará la reconstrucción de nuestras casas?", se queja Mariam, otra vecina de este barrio. La mujer, madre de dos hijos pequeños, explica por teléfono que se han resguardado en una lona de plástico con temperaturas bajo cero durante cinco días. "Mi marido iba cada día a casa a ver si lo dejaban entrar. Nos marchamos con lo que llevábamos puesto. No tenemos ropa para protegernos de este frío", lamenta. Además, los productos de primera necesidad, como el pan y la leche, escasean.

Yihadistas escondidos entre civiles

Las células durmientes se habían escondido entre la población civil, por eso "ha sido tan lenta la operación, porque los yihadistas habían tomado rehenes civiles, y también varios miembros de las FDS", asegura, también por teléfono, el comandante Mazlum Abdi, portavoz de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que dice que el asalto a la prisión "ha estado muy bien planificado". "Querían liberar a altos mandos del Estado Islámico, estaban ayudando a huir a presos concretos mientras dejaban a los de menos rango, así como a las mujeres y los adolescentes, como rehenes en la prisión", detalla.

Aunque las operaciones militares en la prisión de Geweran se hayan dado por acabadas, las FDS siguen haciendo batidas en los campos de refugiados, como el de Al-Hol. Creen que "los yihadistas que se escaparon se habrían escondido ahí", asegura Abdi. Las fuerzas curdas acabaron de controlar los últimos rincones de la prisión el lunes y dieron por acabada la operación, y han empezado a aparecer imágenes tremendas de cuerpos apilados en los márgenes de la parte de atrás de la prisión. "No había visto nunca una cosa así. Cuerpos mutilados, órganos arrancados. Han hecho una auténtica carnicería", asegura al ARA un fotógrafo internacional que ha sido testigo del asalto al centro penitenciario. "Ha habido un acceso muy restringido de la prensa a la prisión y a las operaciones militares", subraya.

Según el último balance de las FDS, cerca de 500 personas han muerto, 374 vinculadas a Daesh. El número de muertos también incluye a unos 40 milicianos de las FDS, 77 trabajadores y guardias penitenciarios, y cuatro civiles. El asalto a la prisión de Hasaka ha puesto de relieve la debilidad de las fuerzas locales ante un resurgimiento de Daesh. Este grave incidente, el más peligroso desde que se declaró el supuesto fin del Estado Islámico en marzo de 2019, hace replantearse las deficientes políticas internacionales en cuanto a la repatriación y rehabilitación de yihadistas no árabes del Estado Islámico.

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