El petróleo o la vida: Sudán del Sur ya hace tiempo que sufre la crisis climática

Como en otros países africanos, ser rico en este recurso acaba siendo una condena

Jaume Portell
3 min
Joves sur-sudaneses hacen cola para poner gasolina a sus motocicletas.

BarcelonaHace diez años, Sudán del Sur declaró su independencia. El camino había sido duro: después de medio siglo de conflictos intermitentes con Sudán, la comunidad internacional reconoció el resultado de un referéndum en el que el 98% de los votantes escogieron la secesión. Una década después, el país sigue con muchos retos pendientes: después de una guerra civil, su población –12 millones de habitantes– se enfrenta a la amenaza de la crisis climática. Mientras en la COP26 de Glasgow se advierte de los peligros asociados al aumento de la temperatura, en Sudán del Sur esta realidad ya hace tiempo que forma parte del día a día. Hace pocas semanas, por ejemplo, sufrió las inundaciones más graves en cuarenta años, que agravaron la situación de los que ya habían sufrido las inundaciones del año anterior.

Hope es una periodista que se hace denominar así porque quiere mantener el anonimato por motivos de seguridad. Su discurso es claro. Reitera que la acumulación de problemas que tiene su país parten de un elemento: el petróleo. Como pasa en otros países africanos, lo que tendría que ser una suerte –tener reservas de petróleo– acaba siendo una gran condena.

Un resumen rápido. El 90% de los ingresos por exportaciones vienen de la venta de petróleo crudo, que principalmente acaba en China. La mayoría de la comida es importada y se paga en dólares y, para obtenerlos, los pozos de petróleo están en manos de compañías extranjeras que lo exportan. Y, evidentemente, la población local es el daño colateral: el agua contaminada por la industria petrolera se traduce en peces muertos; más tarde, el ganado que bebe este agua enferma. Las inundaciones y la contaminación dificultan los cultivos de subsistencia y la población acaba yéndose de su casa a buscar oportunidades en otras zonas del país. Y es aquí donde entra un segundo factor: la madera.

“La tala de árboles sigue en marcha. Nadie vigila a las empresas, y algunos miembros del gobierno forman parte del negocio”, dice Hope. A la cuestión empresarial se añade la pura supervivencia. Cuando la gente desplazada se instala en un asentamiento, utiliza la madera de los árboles como combustible para poder cocinar. Y esta destrucción de los bosques refuerza el problema fundacional del país: si un impacto medioambiental puede destruir la cosecha, todos los cálculos se hacen a corto plazo, la producción agrícola es insuficiente y es necesario importar comida. El petróleo, más allá del agua y el ganado, crea problemas de salud pública. Hay enfermedades oculares que se intentan explicar como problemas “normales”, pero tienen que ver con la contaminación. Los médicos que trabajan para las compañías petroleras mantienen los resultados de sus investigaciones clasificados.

¿Independencia real?

Una década después de la independencia, Sudán del Sur cuenta con una misión de las Naciones Unidas que a priori garantiza la seguridad del país. Todo ello refuerza la percepción que, a pesar de la ceremonia y la celebración del 9 de julio de 2011, todavía no son independientes: “No pintamos nada en las decisiones. Toda la economía se basa en donaciones externas y préstamos del Fondo Monetario Internacional. El petróleo se utiliza para pagar estas deudas”, protesta la periodista. Es un problema común en decenas de países africanos.

Cuando se recomienda frenar la deforestación en África, raramente se comenta que los ingresos de los cultivos dedicados a la exportación –motivo por el cual se han talado bosques en todo el continente– se dedican a pagar los acreedores de los países ricos. En Sudán del Sur, la corrupción hace el resto: a pesar de que cada región petrolera tiene que entregar el 2% de los ingresos a las comunidades locales, este dinero se pierde a manos de los administradores.

Después de trabajar como periodista, Hope no se rinde. Lamenta que hay pocos activistas medioambientales en el país, pero confía que la gravedad de la situación obligará a la gente a actuar tarde o temprano: “Quiero mostrar las violaciones de derechos humanos que se están cometiendo aquí. La gente está cansada de la guerra; si tienes hambre no puedes seguir combatiendo. De todos modos, no puedes hacer frente al cambio climático a disparos.” La periodista reitera que en Sudán del Sur todos los negocios funcionan a través de la corrupción y se persigue a los periodistas que intentan investigarla. ¿Como ella? "Exacto. Gente que sepa cosas sobre lo que está haciendo la élite y tire del hilo".

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