El precio del gas se dispara en el Reino Unido y hace temblar a los británicos
Seis suministradores han quebrado en septiembre, lo cual afecta a la factura de 1,5 millones de personas
LondresTormenta perfecta en el Reino Unido: aumento brutal del precio del gas al por mayor, que ha llegado al 250% desde el enero pasado; falta de conductores de tráileres debido al Brexit y la pandemia, que ya afecta la distribución no solo de víveres y otros productos sino también de combustible; y posible parada de aquí a pocas semanas de una planta de producción de dióxido de carbono, clave para la industria alimentaria. Son los ejemplos más recientes. El paisaje que se intuye en el horizonte es de frío y, además, con la perspectiva de estanterías ocasionalmente o recurrentemente vacías en los supermercados. Y se tiene que añadir, todavía, la incertidumbre sobre la evolución de la crisis del covid, una inflación creciente, una deuda pública disparada, el aumento de impuestos que llegará en la primavera y recortes a las prestaciones sociales dictadas por el ministro del Tesoro, que afectarán, como siempre, a los más desvalidos.
El país ha visto cómo a lo largo de septiembre seis distribuidoras de energía han quebrado –las dos últimas este miércoles–, lo cual expone a casi 1,5 millones de personas a nuevos contratos y tarifas mucho más elevadas que las que tenían. El Reino Unido vive la psicosis del histórico Invierno del descontento, que se remonta al 1978-79. Un invierno en el que las huelgas en todos los sectores industriales y en el sector público eran el pan de cada día, y en el que no había suficiente gas para calentar ni las casas ni las escuelas y se tuvo que dictar una semana laboral de tres días justamente por esta razón.
En los años 70, la inflación se aceleró más del 20%. Este 2021 ha aumentado del 0,4% en febrero al 2,5% en junio, con la previsión de que llegue al 4% a finales de año. Y los últimos datos macroeconómicos muestran que los costes de producción de la industria son un 10% más elevados ahora que en julio de 2020. Se trata del incremento más fuerte de la década. Todo ello, pues, apunta a las limitaciones de la cadena de suministro y el incremento de la inflación ya apuntado, según los cálculos del Banco de Inglaterra.
Recuperación de China
El talón de Aquiles de la situación es el aumento del precio del gas en los mercados internacionales, espoleado por la demanda de China y en general de Asia con el fin de las restricciones de la pandemia. También por un invierno pasado bastante duro en Europa, que dejó las reservas de gas bajo mínimos. En este punto concreto, además, el Reino Unido es el país europeo que tiene menos reservas. Todo ello amenaza con desbaratar la economía: desde los proveedores de energía doméstica hasta la industria pesada y la nuclear, y desde las fábricas hasta los agricultores.
El gas es clave para el Reino Unido en cuanto que se utiliza para la calefacción, la industria y la generación de energía. Más de 22 millones de hogares están conectados a la red de distribución. En 2020, el 38% del suministro del país se utilizó para calentar hogares y el 29% para producir electricidad. Un leve aumento de precios en el mercado mundial repercute siempre en el consumidor. Uno brutal, del 250%, todavía mucho más. La factura media de los británicos puede aumentar anualmente en 145 euros.
La principal fuente de gas del país es la plataforma continental del mar del Norte. Pero en 2020 solo representó alrededor del 48% del suministro total. El resto, pues, hay que importarlo de mercados internacionales, la gran mayoría de Noruega. Las compañías pequeñas, sin suficiente músculo financiero, no han podido hacer frente al aumento del precio global y han quebrado. Pese al límite de precios, el 1 de octubre próximo 15 millones de consumidores verán cómo les aumenta la factura alrededor del 12%.
Cuando un suministrador quiebra, sus clientes son derivados a otras empresas. Pero las grandes compañías han advertido al gobierno que si más actores abandonan el mercado, la absorción de los nuevos consumidores les puede hacer caer en pérdidas porque el límite de precio que pueden cargar, pese a la revisión bianual, quizás no les compensará la compra de más gas a tarifas mucho más elevadas de las previstas para abastecer a una cartera de clientes que, de repente, crece. Este jueves, en el Parlamento, el ministro de Energía, Negocios y Estrategia Industrial, Kwasi Kwarteng, ha confirmado que no rescatará a ninguna de las compañías en quiebra. También ha predicho que "en las próximas semanas más suministradores abandonarán el mercado".
Efecto dominó
La decisión de no rescatar ninguna compañía –ni de facilitar préstamos con la garantía del estado a las que todavía funcionan para aceptar nuevos clientes– contrasta con la tomada hace solo 48 horas para facilitar, a cambio de decenas de millones de libras, la reapertura de momento durante solo tres semanas de una de las dos plantas de producción de dióxido de carbono industrial de la compañía norteamericana CF Industries. La empresa suministra el 60% del CO2 que consume el Reino Unido y las había cerrado hace siete días precisamente debido al aumento del precio del gas.
A raíz de esto, la industria alimentaria británica se verá obligada a pagar cinco veces más por el dióxido de carbono que necesita como parte del acuerdo del gobierno con CF Industries. El ministro de Medio ambiente, George Eustice, ha asegurado que el precio aumentaría de 200 libras por tonelada a 1.000. Como el dióxido de carbono es clave para todos los procesos de la industria alimentaria, desde los mataderos hasta el envasado al vacío, el aumento de precios en los mercados y supermercados es inevitable.
Precios también al alza desde hace meses por la falta de conductores de transporte de mercancías. Un problema que este mismo jueves se ha sabido que ya afecta también a la distribución de gasolina. Esso y British Petroleum (BP) se plantean racionar el suministro a sus estaciones justamente por la escasez de conductores. Hanna Hofer, jefe de comercio de BP en el Reino Unido, ha asegurado en declaraciones a ITV News que las existencias de combustible "disminuyen rápidamente" y que las próximas semanas serán "realmente difíciles".