Putin amenaza al antiguo imperio colonial francés

París y Moscú hacen de Mali y Senegal laboratorios para mantener o dar la vuelta a la hegemonía en el África negra

Jaume Portell
4 min
Imatge de una escuela a la turística ciudad de Me Boro, en el Senegal, el marzo del 2021

Dakar"Francia nos mata", dice una pintada en una pared a pocos metros de la playa de Ngor. En la costa de Dakar, las terrazas semivacías presentan una escena casi colonial. En los carísimos restaurantes a pie de playa, los clientes son mayoritariamente blancos y los camareros son negros. Solo los vendedores ambulantes entran brevemente para intentar, sin éxito, vender alguna de las mercancías que cargan.

Khadidia Awa Ba, una joven titulada en un máster de contabilidad, pasea por allí. Alterna el paro con trabajos precarios, y depende del dinero de un familiar en Europa para pagar el alquiler. Ella no teme a los rusos o, al menos, no más que a los franceses. La junta militar de Mali quiere sustituir a los soldados franceses en misión antiyihadista por contratistas del grupo ruso Wagner, y a ella le parece bien: “Mali es nuestra esperanza. Si rompen con París y sobreviven, serían un ejemplo a seguir. Si los rusos pueden contribuir a ese desenlace, son bienvenidos”. Macron anunció el jueves que retirará a las tropas.

Desde hace semanas los medios occidentales destacan el peligro que Moscú representa para la paz mundial, pero muchos africanos no ven a los rusos con los mismos ojos que los europeos. El grupo de mercenarios ruso Wagner trabaja desde hace meses con la junta militar de Mali, y lleva ya un tiempo asegurando a sus socios de la República Centroafricana.

Los intelectuales como el escritor Boubacar Boris Diop leen estas acciones desde una perspectiva propia. Cuando los militares de Mali empezaron a negociar con el grupo Wagner, Diop consideró que este paso, junto con el de la República Centroafricana, era un golpe importante contra París: “Será un momento crucial en el avance de la Franciafrique hacia su cada vez más probable extinción”, afirmaba en un artículo publicado en la prensa senegalesa.

Presencia económica testimonial

Durante la Guerra Fría, África fue uno de los grandes campos de batalla en el duelo entre Estados Unidos y la Unión Soviética: Washington y Moscú dieron apoyo económico –y armas– a los regímenes y/o grupos guerrilleros que mejor repitieran sus consignas. Los soviéticos se alinearon con los discursos anticolonialistas y criticaron ferozmente a la Sudáfrica del apartheid, a la que consideraban una reserva blanca de los intereses occidentales.

El mejor resumen de la pérdida de influencia de Rusia en el continente está en Angola. Régimen de partido único marxista-leninista en los 80, Angola es un país muy rico en petróleo. Durante la guerra de independencia contra Portugal (1961-1974) y la posterior guerra civil, Moscú apoyó a sus aliados ideológicos en el país hasta la victoria. Cuando cayó la URSS, en 1991, estos aliados se convirtieron en grandes capitalistas. Hoy, la mayoría del petróleo de Angola se lo reparten entre China y Estados Unidos. Chevron y ExxonMobil, ambos buques insignia del petróleo de Washington, tienen largos contratos de explotación del petróleo local, y el antiguo aliado de Moscú solo exporta 30 millones de dólares en mercancías hacia Rusia.

Armas, infraestructuras y parques industriales

Según el Instituto SIPRI sueco, especializado en la recogida de datos sobre el comercio de armas, Rusia es el principal proveedor de material de defensa en el África negra. El 30% de las importaciones vienen de Moscú. China, Francia y Estados Unidos completan la lista de principales vendedores. En algunos casos, se producen situaciones paradigmáticas. Egipto y Etiopía, enfrentados por el agua del Nilo, hace años que se dedican reproches, y solo el conflicto interno en Etiopía ha detenido la escalada verbal entre ambos países. Mientras esto ocurría, Moscú vendió aviones de combate a Egipto y equipos de defensa antiaérea a Etiopía. A escala global Rusia se encuentra a mucha distancia de Estados Unidos en el comercio armamentístico: Washington tiene una cuota de mercado que roza el 40%, muy por encima del 20% ruso.

Russos

Es en Egipto donde Rusia ha puesto en marcha algunos de los proyectos piloto en el continente. Moscú ha colaborado en la construcción de líneas de alta velocidad, y dispone de un parque industrial en Puerto Saíd que anuncia condiciones ideales para los inversores rusos: incentivos fiscales, mano de obra barata y la posibilidad de penetrar en el mercado africano gracias al reciente tratado de libre comercio continental. En una entrevista en Tass, la agencia de noticias rusa, el jefe del Afreximbank, el nigeriano Benedict Oramah, invitaba a los rusos a invertir más en el continente: “La época de vender solo materias primas ha terminado. Necesitamos más infraestructuras. No entiendo por qué Rusia no se está beneficiando de esto: chinos, americanos y alemanes ya están implicados en todo tipo de proyectos”, afirmaba. Oramah añadía que Rusia podía aportar en los campos de la minería, la medicina y las tecnologías de la información.

Héroes rusos en el centro de África

La película The tourist cuenta una historia que rima con la actualidad. Desde 2018, el grupo Wagner está en la República Centroafricana. En medio de la guerra civil, los rusos entraron para apoyar al presidente Faustin-Archange Touadéra, que les pagaría con los ingresos de las minas de diamantes del país. The tourist muestra la heroica lucha de unos jóvenes asesores militares rusos que defienden a los locales de un grupo rebelde formado por asesinos despiadados. El escenario de la película es la República Centroafricana.

Según el Moscow Times, quien financió la película es Yevgeny Prigozhin, a quien atribuyen el rol de ser, también, la persona que controla el Grupo Wagner. La película se estrenó en Bangui, la capital del país, donde la gente pudo verla en el idioma sango, la lengua con más hablantes de la República Centroafricana.

Más allá del rol propagandístico de esta ficción rusa, lo que más impulsa la popularidad de Moscú es la urgencia popular, desde Dakar hasta Uagadugú, para deshacerse del dominio francés. Tal y como recordaba el escritor Diop: “Nunca los jóvenes habían expresado de manera tan clara su rechazo a París, ¡por eso optan por el radicalismo del France, dégage! (¡Francia, vete!): ya no se ven reflejados en los eslóganes de sus padres”.

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