El régimen saudí recibe con recelo la presidencia de Biden

La Casa Blanca quiere repensar su relación con Riad

Ricard G. Samaranch
y Ricard G. Samaranch

BarcelonaMientras las cancillerías de la mayoría de países suspiraban el 3 de noviembre por una victoria de Joe Biden, en los palacios de Riad lo hacían por la reelección de Donald Trump. El príncipe heredero Mohamed bin Salman, hombre fuerte del régimen saudí por la delicada salud de su padre, tenía motivos para hacerlo: la tibia reacción de Washington después del asesinato del opositor saudí Jamal Khashoggi, muy probablemente ordenado por el propio Bin Salman, le fue de gran ayuda para capear el temporal. En cambio, el entonces aspirante Biden pidió un cambio profundo en la relación con un aliado tradicional, y poco después de instalarse en la Casa Blanca ya había dejado algunas señales.

La semana pasada, el gobierno norteamericano anunció una revisión de los contratos para la venta de armamento firmados en las estrecheces de la presidencia Trump con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes, las dos petromonarquías del golfo Pérsico que constituyen uno de los principales ejes políticos de Oriente Medio. En concreto, se trata de la adquisición de 50 cazabombarderos F-35 y 18 drones Reaper por valor de cerca de 20.000 millones de euros por parte de Abu Dhabi, y de más de 400 millones en proyectiles de precisión por parte de Riad. Esta última transacción ha quedado suspendida.

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Por eso y por anuncios como el de ayer respecto a la guerra de Yemen, la elección de Joe Biden ha suscitado recelo entre los dirigentes de los Emiratos y sobre todo de Arabia Saudí, que ya mantuvieron una tensa relación con la administración Obama por la firma del acuerdo nuclear con Irán y por haber propulsado las Primaveras Árabes, que hicieron caer el régimen de Hosni Mubarak en Egipto. Esta es la actitud que ha predominado en los medios de estos dos países, que suelen reflejar fielmente la opinión de sus gobiernos. “Hay un nuevo camino por recorrer, no un simple regreso donde ya han andado los demócratas antes”, decía el diario Gulf News en un editorial, en una velada referencia a la presidencia Obama.

Aun así, Cinzia Bianco, analista del Council on Foreign Relations, establece una diferencia entre la suerte de los dos países: “Los Emiratos hace tiempos que trabajan para mejorar su imagen en Washington, presentándose como moderados, rebajando el perfil de su intervención en la guerra de Yemen o firmando los acuerdos de normalización con Israel. En cambio, la relación con Riad se ha convertido en una cuestión partidista. Se lo asocia con Trump. Habrá un escrutinio más estricto por el Congreso demócrata y la sociedad civil”, dice.

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De hecho, varios congresistas aplaudieron con entusiasmo la suspensión de la exportación de armas a Arabia Saudí. “Esto marca el final de la ambivalencia de los EE.UU. hacia el inadmisible sufrimiento en Yemen. Ya no apaciguaremos a dictadores brutales por ganancias personales”, escribió hace unos días en Twitter el congresista demócrata Ro Khanna.

El papel de Israel

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Mientras que Bianco prevé que Riad dejará de ser un “aliado central” en la estrategia de Washington en Oriente Medio, Ali Ahmed, director del think tank Gulf Institute, se muestra mucho más escéptico. “Habrá un cambio a nivel de retórica, pero los intereses son los mismos. Y los EE.UU. se mueven solo por intereses. Dudo mucho que haya un cambio sustancial en las políticas”, afirma en una entrevista telefónica. Y, como argumento, señala el hecho de que el nuevo secretario de Estado, Anthony Blinken, dijera durante su proceso de confirmación en el Senado que “consultaría” a Israel y los aliados del golfo Pérsico antes de volver a firmar un acuerdo nuclear con Teherán. “Blinken ha sido siempre un defensor de Israel y apoya los acuerdos de normalización firmados por algunos países árabes bajo el patrocinio de Trump”, dice Ahmed, disidente saudí, que da a entender que las presiones israelíes evitarán un castigo riguroso a Bin Salman.

Biden hizo campaña defendiendo un regreso al pacto nuclear con Irán, pero un nuevo entendimiento se presenta ahora como un camino lleno de minas. Mientras que Washington insta a Teherán a cumplir primero los compromisos incluidos en el acuerdo, moderando el enriquecimiento de uranio en sus centrales y permitiendo la visita de los inspectores de la ONU, el régimen de los ayatolás exige a Biden que retire antes las sanciones económicas que los estrangulan. Además, los republicanos presionan para que el nuevo acuerdo incluya también límites en el programa balístico iraní y el fin de su apoyo a varias milicias rebeldes en la región, una condición inadmisible para el régimen iraní.