9 de mayo: el día de luto que Putin ha convertido en su fiesta
El Kremlin utiliza el Día de la Victoria sobre el nazismo para justificar la guerra en Ucrania
MoscúMoscú, el 9 de mayo, es una ciudad de fiesta mayor. Las calles están engalanadas con banderolas que conmemoran el 80 aniversario de la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial, los escaparates aparecen llenos de estrellas rojas y de cintas de Sant Jordi –un controvertido lazo negro y naranja en honor al valor militar–, se hacen conciertos, castillos de fuego, y los ciudadanos de fuego, y los ciudadanos pasear por los parques.
Nada permite intuir que, hasta hace poco, ésta era una jornada de luto para recordar los más de 26 millones de muertos en la URSS durante la Gran Guerra Patriótica, una fecha de conjura para no repetir los errores de la historia. Basta rascar un poco entre tanta pompa, tanta estetización y tanto mercantilismo –se estampan fotos de veteranos en los vasos de papel de las cafeterías o se venden pasteles con forma de tanque– para comprobar que el Día de la Victoria se ha convertido en la base argumental para justificar la invasión en Ucrania.
Cuando Putin llegó al poder, en el 2000, la verbena de Fin de Año era la gran fiesta de los rusos. Un 81% le llamaban entre las celebraciones más importantes, mientras que sólo un 34% mencionaban el Día de la Victoria. 25 años después, se ha dado la vuelta a la tortilla: el 9 de mayo es la fiesta más seguida por un 75% de los rusos, por delante de Fin de Año, con un 59%.
Un mito fundacional de la Rusia de Putin
Según explica el historiador Konstantin Pahaliuk en el ARA, fue a partir de 2005, coincidiendo con el 60 aniversario de la victoria, que Putin empezó a transformar este hito en "un mito fundacional de la Rusia moderna". El objetivo, enaltecer el "heroísmo" de los caídos y presentar a Rusia como "la víctima de la historia, siempre atacada por los países occidentales, dispuestos a cometer un genocidio contra el pueblo soviético", y, al mismo tiempo, como "la liberadora de Europa del nazismo".
El sociólogo Víktor Vakhxtain sitúa "la apoteosis" de esta transformación diez años más tarde, en el 2015, tras la anexión rusa de Crimea. Es el momento en que florecen las comparaciones entre el gobierno ucraniano y los nazis, y la propaganda comienza a trazar paralelismos históricos. El Kremlin entiende que la fuerza de la victoria soviética sobre Hitler puede utilizarse para convencer a la población de que hay que seguir defendiendo ese triunfo, ahora contra nuevos enemigos.
Cuando en febrero del 2022 el ejército ruso invade a Ucrania, el terreno simbólico está más que abonado. "Durante toda la década anterior, Putin nos estuvo preparando espiritualmente para una nueva guerra a través de una mayor sacralización de la memoria de la Gran Guerra Patriótica y del culto a la victoria sobre el nazismo, pero en ese momento no éramos conscientes", asegura al ARA un historiador ruso que prefiere no decir su nombre.
El analista Aleksandr Baunov lo resume así: "La victoria deja de ser percibida como el fin de la guerra, el primer día de una paz eterna y definitiva, y se vive cada vez más como un día de celebración de alguna victoria futura, una especie de futuro en el pasado" En este sentido, Pahaliuk cree que el gobierno ruso ha recuperado una especie de "el tipo" repetición de la historia bíblica.
Esta devoción exagerada y manipulativa de la victoria incluso recibe un nombre, pobedobesie, del ruso pobeda (victoria) y beso (demonio). Para los historiadores, es una anomalía que se haya dejado de homenajear a las víctimas de hace 80 años y se haya utilizado su legado para "incitar a provocar nuevas víctimas", y que el 9 de mayo ya no simbolice una "gran victoria", sino una "agresión militar". Del "Nunca más" se ha pasado al "Lo volveremos a hacer".
Recuperar las tragedias familiares
Aunque son muchos los rusos que lo viven de esta manera, bien sea por la eficacia de la propaganda o porque cada vez quedan menos supervivientes de la Gran Guerra Patriótica, un grueso de los ciudadanos sufre íntimamente la perversión de ese día. Irina Xervakova, cofundadora de la entidad para la memoria histórica Memorial Internacional, escribe: "Me hiere como el gobierno chantajea a personas que realmente tienen recuerdos familiares de estas tragedias".
El Kremlin ha deformado hasta diluir una de las imágenes más icónicas del 9 de mayo, las marchas de los llamados Regimientos Inmortales. Estas manifestaciones espontáneas, en las que los descendientes de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial cargan con los retratos de sus antepasados, primero se institucionalizaron y, en ciudades como Moscú, terminaron prohibiéndose en 2023 alegando motivos de seguridad. El miedo no declarado era que sirvieran para criticar la guerra de Ucrania.
"¿Hasta qué punto las familias podrán recuperar lo que les fue arrebatado como resultado de la monopolización de la política estatal de memoria?", se pregunta el sociólogo Vakhxtain, que, sin embargo, es optimista y confía en que esta fecha vuelva a ser una "fiesta familiar". Más escéptica se muestra Xervakova: "Será difícil volver a la tragedia del pueblo después de lo que ocurre hoy. Será un proceso doloroso. No sé cómo irá, pero es necesario".