Entre la fatiga y la apatía: así viven los rusos las negociaciones de paz en Ucrania

El 61% de los ciudadanos son partidarios del diálogo, pero Putin podrá vender cualquier resultado como victoria

La gente patina en una pista de hielo en el centro de Moscú.
07/12/2025
4 min

MoscúPese a que desde el 1 de diciembre las luces de Navidad iluminen de lleno las calles de Moscú las 24 horas al día, socialmente es una ciudad dormida. "¿Qué está pasando exactamente?", pregunta Ramil cuando le piden la opinión sobre la reunión entre Vladimir Putin y los enviados de Donald Trump que tiene lugar a esa hora en el Kremlin para debatir un nuevo plan de paz. Como él, muchos rusos viven desconectados de la actualidad política y solo se enteran cuando la policía corta sin miramientos el tráfico de las principales avenidas para dejar paso a las autoridades. Los ciudadanos ocupan los mismos espacios que sus dirigentes, pero sus realidades se superponen, nunca convergen.

La apatía es una de las muchas formas de supervivencia que han desarrollado los moscovitas en los últimos casi cuatro años. Y, a pesar de haber dado la espalda a la guerra, el conflicto está cada vez más presente en el día a día de los rusos, aunque no siempre aten cabezas. En la capital no hay muchas familias que hayan perdido hijos en el frente de Ucrania, ni hay escasez de gasolina por los ataques a las refinerías, ni bloqueos constantes de internet para inhibir a los drones enemigos. Pero el coste de la vida sigue disparado, los gobernantes aprovechan el contexto bélico para restringir cada día más las libertades –esta semana han vetado a FaceTime y Snapchat y han tumbado muchas redes VPN que se utilizaban para esquivar la censura– y viajar a Europa es todavía imposible para la mayoría de los rusos.

"No me creo que las autoridades hayan cortado WhatsApp", dice Yelena, una mujer jubilada que se queja de que su hija siempre culpa de todo el gobierno. Ella quiere que la guerra acabe por poder vivir como antes, sin sanciones y sin ese rumor de fondo diario de desgracias a las noticias; aunque muy difícilmente Rusia volverá a ser como era en el 2021 por mucho que llegue la paz, al menos a corto plazo. La fatiga del conflicto es real: el 61% de los rusos son partidarios de las negociaciones, según la última encuesta del Centro Levada. Desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, los medios no han dejado de hablar de paz, y Putin se ha mostrado dispuesto a discutir un acuerdo, lo que ha generado unas expectativas que él mismo se está encargando de frustrar.

Caravana de coches a la llegada de los enviados especiales de Donald Trump a Moscú.

"Rusia debe ganar"

Ahora bien, desde que Estados Unidos impulsó el último esfuerzo negociador, estos mismos medios se han dedicado a enfriar las posibilidades de pacto y enseñar su cara más inflexible. El Kremlin ha tocado a rebato. A través de los llamadostemniki, directrices informales que los diarios reciben sobre cómo tratar temas delicados, la prensa ha cerrado filas con la posición de Putin hasta el punto de expresarla incluso de forma más clara que él. Cuando Putin declara: "Queremos la paz, pero, si es necesario, conseguiremos nuestros objetivos por la fuerza", los titulares traducen: "Como Ucrania y Europa quieren seguir luchando, lo realista es que tengamos que alcanzar la victoria en el campo de batalla". Nadie espera un desenlace rápido. Pero, según la narrativa del gobierno ruso, si la guerra no termina es porque Kiiv no quiere aceptar su derrota ni quiere asumir que la única vía razonable es asumir las condiciones rusas. Mientras esto no ocurra, dice Kremlin, a Rusia no le queda más remedio que continuar una guerra que no ha provocado.

No hay paz para los rusos que no sea en sus términos. Por eso, aunque dos de cada tres deseen que las negociaciones lleguen a buen puerto, hay un 74% que apoyan las acciones del ejército. "Nosotros tenemos la razón, Rusia debe ganar", afirma Yelena, oyente habitual de Zvezda, la emisora ​​del ministerio de Defensa. Ha sido criada en una familia rusa en el oeste de Ucrania y, desde su infancia, ha recelado de los ucranianos y no entiende el agravio que sienten hacia los rusos. Para ella, el relato de la propaganda del Kremlin que promueve la erradicación del nazismo ucraniano es totalmente coherente con lo vivido. Y tampoco se cree que las bombas rusas hayan arrasado ciudades y matado a miles de civiles. "Nosotros no podemos haberlo hecho esto", asegura, mientras Putin insiste: "Con Ucrania, estamos actuando quirúrgicamente, con cuidado."

El Moscú silenciado

Existe otro Moscú, silenciado, minoritario, que vive con preocupación estas negociaciones. "Estoy desesperada", admite Marina, que ronda la cuarentena y hace poco ha logrado visitar Europa. Lamenta que es la sexta vez que Steve Witkoff viene al Kremlin ya Putin aún no le interesa poner fin a la guerra. Además, cree que la redacción pro-rusa del último borrador estadounidense vaticina "un final injusto". Expresar a cara descubierta semejante punto de vista, con nombres y apellidos, es delito hoy en Rusia.

Probablemente, muchos rusos pedirán la paz a la carta que dejarán en el congelador para que la recoja Ded Moroz ("el Abuelo Hielo", la versión eslava de Papá Noel) y les traiga los regalos para Nochevieja. Será un deseo vago, que no depende de ellos, por lo que no tienen fórmulas ni derecho a opinar. Todo está en manos de Vladimir Putin, el comandante jefe supremo. Él es el único que sabe lo que es lo mejor para el país y podrá convencer a sus ciudadanos de las bondades de su elección, tanto si decide hacer la paz como si opta por continuar la guerra.

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